jueves, 24 de abril de 2025

But i can't help falling in love with you

No fue lo mejor el pasodoble que bailaron Ana y nuestro hijo. Ni los miles de besos que le di al novio en la mejilla (más en un minuto que todos los que le daría su madre durante la EGB) cuando empezó a sonar “Kentucky rain”. No fue lo mejor algunas de las conversaciones (muy buenas) que tuve y que, estoy seguro, aparecerán por este cuaderno más tarde o más temprano. Tampoco los sándwiches mixtos que sacaron durante el resopón. Ni mi elegancia natural, compitiendo codo con codo con la pajarita de Javi. Ni que el baile nupcial fuera con “How can you mend a broken heart” (aunque me guste más la original). Lo mejor fue cuando Elvis volvió a coger el micrófono y comenzó a cantar “Can’t help falling in love”. Y noté entonces que me pasaban la mano por la cintura y apoyaban la cabeza en mi hombro. Mi hija. Tan espléndida. Tan rotunda. Y los dos, take my hand, take my whole life too. Fue lo mejor. Sin duda. Lo mejor.

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