domingo, 21 de enero de 2024

Lacrimosa

Allí ya sólo quedábamos los más cercanos. Mi madre. Sus hijos. Sus nietos. La ceremonia fue emotiva. La chica que la dirigió lo habría hecho cientos de veces, pero era tan buena que no nos dio nunca esa sensación. Y nos conmovió. Yo había llegado el primero y me preguntaron qué música queríamos que sonase en la ceremonia y algún texto que le identificase para leerlo en la misma. Elegí el primer movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven y el “Lacrimosa” del Requiem de Mozart. Luego pensé en muchas otras que sabía que también le entusiasmaban, aunque no me arrepiento de las que elegí. Le encantaban. Y le gustaba dirigirlas, sintiéndose Von Karajan. Respecto al texto, les pedí cualquiera de “Don Quijote”. Era el libro que más citaba. Curiosamente nunca lo había leído entero. Pero lo ojeaba a menudo. Y siempre encontraba algo. Y disfrutaba comentándolo con nosotros.

Al final de la ceremonia, la chica que la dirigía nos dijo –pensad en un recuerdo que tengáis hermoso con él. Os dejo en silencio, para que lo disfrutéis.

Y yo recordé, recordé su silencio, recordé sus ánimos sin reproches, recordé su orgullo y recordé su alegría cuando le llamé y le dije –lo conseguí. Porque era a él y sólo a él a quien tenía que hacer esa primera llamada. Porque fue en él y sólo en él en quien primero pensé cuando lo supe. Y allí, en aquel banco, cerré los ojos. Y me sentí feliz como nunca recordando el haber logrado que se sintiera orgulloso de mí. Me sentí feliz como nunca al recordar la paz que sentí en aquel momento. Y después de aquellos dos días, pude por fin llorar.

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