sábado, 13 de enero de 2024

Inconfesables

Creo que le debo una entrada a “Xanadu”.

Me refiero a la canción de la ELO que cantaba Olivia Newton John.

Esta semana la he escuchado dos veces en las radios que suenan por la planta y he sentido que sonaban como un reproche.

Porque esta canción me emociona.

O, por decirlo de una manera más melosa, está hecha del material que se cuela por mis poros y me desarma.

Y no es de ahora.

Cuando salió, allá por el año ochenta, aún vivía en Madrid. Recuerdo, al volver del colegio, con mis catorce años, subiendo solo por la avenida del Mediterráneo, al pasar por delante de un taller mecánico, escuchar que en la radio que tenían dentro estaba sonando esta canción. Me quedé en la puerta. Paralizado. Estático. Extático.

La ELO es uno de mis grupos favoritos. No lo suelo decir muy alto por los complejos tontos que tenemos los listos, pero, ya que estoy, pues sí, me gusta el almíbar de sus canciones y su orquestación tan recargada. Cuando fui a comprarme mi primer LP, un momento histórico en la vida de cualquier persona de mi generación, dudé entre uno de grandes éxitos de Simon y Garfunkel y el “Discovery” de la ELO. Ganaron los americanos. Tenían más nombre en el mundo de los listos, al que yo aspiraba. No me arrepiento de la elección. Me sigue gustando más el disco de Simon y Garfunkel. Y aún no sabía que el gran disco de la ELO, un disco redondo de principio a fin, es “Eldorado”.

“Xanadu” era la banda sonora de una película del mismo nombre, que nunca vi. La película no parece haber pasado a la historia.

La canción, sí. Sigue sonando. Me sigo encontrando con ella.

Y sigue recordándome un momento que fue único.

Fuimos a Madrid. Quedamos a cenar con Virginia, Jose, FM y Toñín. Virginia madrugaba al día siguiente y ella y Jose se retiraron pronto. Ana propuso ir a Morocco. Mario Vaquerizo sentado en la puerta de entrada. Yo estaba a gusto. Muy a gusto. No sólo la compañía. La música que sonaba. Dinarama. Raphael. Cada canción era una magdalena de Proust. “La bambola”. “Corazón contento”. Ana dijo que estaba cansada. La acompañé a que cogiera un taxi y me volví. No podía irme. Sonó “Un mundo nuevo” de Karina. Esta canción es un himno. Y entonces, “Xanadu”. Cerré los ojos y no dejé que nada pudiese distraer ese momento. Cuando acabó la canción, me acerqué al que estaba pinchando, le tendí la mano y le dije –gracias por haberme hecho pasar la mejor noche de mi vida.

Y entonces pensé que ya podía irme a casa.

Y cada vez que escucho “Xanadu”, cada vez que se cruza por mi vida, me sonríe y me dice –yo he estado contigo en la cima de la felicidad. De hecho, te llevé de la mano. ¿No me vas a escribir nada? ¿Tanto reparo te da reconocérmelo?

Sí.

Pero ya no.

Ya no. 

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