lunes, 14 de noviembre de 2022

Es la historia de un amor como no hay otra igual

Desde 2018 no cruzaba la meta en la Behobia San Sebastián.

Dos años lesionado.

Un año de pandemia.

No tenía otro objetivo este año que cruzar esa meta.

Desde que me recuperé de la última lesión no hay más plan que correr cuatro días a la semana y hacer sobre cincuenta y cinco kilómetros en esos cuatro días.

Me da igual el ritmo.

Me adapto. 

Y no me he lesionado.

Carreras sigo corriendo. Con las mismas sensaciones. Los ritmos son otros, pero he aprendido a relativizarlo.

Y siempre está la máxima de Miguel Ángel: “No menosprecies los tiempos de este año, que el año que viene te parecerán extraordinarios”.

Después de verano ya subí a sesenta kilómetros semanales.

Algún largo de veintidós kilómetros.

¿Series? No. O sí. ¿Que Javi quiere hacer diez de cuatrocientos? ¿Que el Barbas quiere hacer ocho de mil? ¿Que Paco quiere hacer cuatro dosmiles?

Me apunto.

A mi ritmo.

Otra máxima: “No mata la bala.

Mata la velocidad”.

Hacer un mil por debajo de cuatro minutos el kilómetro es casi ciencia ficción.

Yo, que tengo diecinueve medias maratones por debajo de ese ritmo.

Pero he aprendido a relativizarlo.

Sesenta kilómetros.

Algún quinto día ha caído alguna semana.

Llegaba bien a la Behobia.

Sin lesiones.

El sábado del fin de semana anterior, tuve fiebre.

Decidí cuidarme.

Ese domingo rodé ocho kilómetros a cinco y luego hice diez a cuatro treinta.

El lunes y el martes, corrí.

El miércoles, nadé.

El jueves, corrí.

El viernes trabajé, me metí seis horas de coche y cenamos en una sidrería.

El sábado corrí por la mañana. Luego, que si zuritos y pinchos.

El sábado por la tarde decidí centrarme en mi cuidado porque no terminaba de estar recuperado. 

Amaneció el domingo.

Amenazaba calor.

A las ocho y media ya estábamos por la salida y la amenaza era real.

Calentamos.

Salimos a las diez y seis minutos.

El objetivo era bajar de hora y media, es decir, correr a cuatro minutos y treinta segundos el kilómetro. 

No es la Behobia, con todo el desnivel que tiene, carrera de ritmo si no que hay que ir controlando los promedios y no cebarse.

Salimos juntos Carlos, Jorge y yo.

En el kilómetro dos se me fueron.

No iba bien.

Nada bien.

El calor.

Muy torpe de piernas.

Pensé -hoy no es día de cronómetro. Es día de llegar.

Se me cruzó subir Irún.

Se me cruzó Gaintxurizketa.

Pero iba en el grupo.

No me descolgaba.

Pasé el diez en 45:22. Veintidós segundos por encima del objetivo.

No estaba tan mal.

No quise pensar más.

Pasamos Rentería.

No hay muchas cosas en el mundo comparables a cruzar Rentería en una Behobia.

Subimos Kaputxinos.

Voy pasando gente.

No dejo de pasar gente.

Subo Mirakruz entero.

Pienso que estoy en el filo, que el calor en algún momento me va a tirar.

Pero sólo miro hacia delante.

En el dieciocho vuelvo a mirar el reloj.

Estoy catorce segundos por encima del objetivo.

Aquí hay que morir.

Y morí.

En el diecinueve ya estaban enjugados los catorce segundos.

Y en meta aún metí otros dieciocho.

1:29:42.

He vuelto a cruzar la meta de la Behobia.

Cumplí el primer objetivo.

Acabarla.

Y el segundo.

Acabarla por debajo de hora y media.

Sufrí mucho.

No estoy ya para sufrir tanto.

Deambulé un rato hasta que me fui recuperando.

Y empecé a sonreír.

He vuelto a cruzar la meta de la Behobia San Sebastián.

Por undécima vez.

No pierde brillo el lograrlo.

Todo lo contrario.

No puedo dejar de sonreír.

He vuelto a cruzar la meta de la Behobia San Sebastián.

Soy un hombre feliz.

2 comentarios:

GARRATY dijo...

Pues igual va siendo hora de plantearse volver a la Behobia que se han cumplido ya 15 años.
19 medias maratones a menos de 4:00, qué salvajada.

El Impenitente dijo...

Deberías hacerlo, Garraty. No planteártelo. Hacerlo.

Y si quieres te recito las diecinueves medias por debajo de cuatro, con sus marcas, dónde y cuándo. También es cierto que la última fue en 2013 (Puerto de Sagunto. 1:23). Como diría Paco, están a punto de caducar.