domingo, 23 de octubre de 2022

A felicidade

Ayer por la tarde tocó Toquinho en el Auditorio de Castellón y allí estuvimos Ana y yo.

El viaje desde Valencia lo hicimos escuchando canciones de los discos de La Fusa. Es normal que uno vaya a un concierto entregado de antemano. Nosotros llegamos entregados, rendidos, cautivos y desarmados.

Fue Sanfélix quien nos avisó del concierto. No pudo venir (lo que te extrañé. Lo que habrías disfrutado). Cuando le conté que ya tenía las entradas, me contestó –vaticino que vas a llorar. Es bueno en sus vaticinios, aunque éste no era del todo complicado.

Tardaron en abrir las puertas, lo cual nos permitió ver cómo eran nuestros compañeros de gustos y emociones (los Toquinhers, como dijo Ana). He perdido la costumbre de ser de los más jóvenes. Está bien de vez en cuando. Las señoras mayores me miraban como si fuera un caramelito. Esto sí que fue una novedad.

Toquinho es un buen compositor y un guitarrista fabuloso. Pero, sobre todo, es alguien que estuvo ahí, que compuso y tocó durante diez años junto a Vinicius de Moraes, que actuó en los distintos locales de La Fusa en Argentina con Vinicius, María Creuza y María Bethania, que convivió en el exilio italiano con Chico Buarque, que mamó de los pechos del Maestro Soberano Antonio Carlos Jobim (¿es blasfemia decir que es el ser más próximo a Dios que ha habido nunca en la tierra?) y de Joao Gilberto. Y además es un tío de una humanidad arrolladora, que habla y a quien no puedes dejar de escuchar, que cuenta batallas de Vinicius y Chico Buarque, que cita a Mastroianni y a Picasso, que te embelesa. Es un hombre al que te llevarías a casa porque quisieras estar siempre escuchándolo tocar, cantar, hablar.

Con puntualidad brasileña comenzó el concierto. Salió Toquinho con su guitarra, saludó y empezó a tocar “Corcovado”.

Y, a partir de ahí, felicidad. Hora y media de felicidad, de emoción absoluta, de lágrimas rodando por las mejillas. Podría hablar del batería, del bajista y de Camilla Faustino, la cantante que le acompañaba (cantaba maravillosamente bien. Bailaba raro). Podría citar “Corcovado”, “Canto de Ossanha”, “Berimbau”, “Chega de saudade”, “A tonga da mironga do Kabuleté” (la única que pude cantar. Los Toquinhers forelluts en la flor de la vida no son mucho de cantar), “Samba en preludio”, “E de manha”, “Aquarela”, “Tarde em Itapoa”, “Se todos fossem iguais a você”, “Eu sei que vou te amar”, “Samba de Orly”, "Tristeza". Pero el concierto no fue eso. No fue los datos que pudiera aportar. No es una lista de canciones u otros detalles. Fue belleza. Fue sonreír, llorar, sentir. Fue sentimiento. Hora y media de sentimiento. Fue felicidad. Fuimos felices. Todos. Toquinho sabe. Llegamos conquistados. Salimos con nuestra devoción renovada. Y sellada. Por siempre.

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