sábado, 14 de agosto de 2021

Por eso en días de mucho aire como hoy no conviene pensar

He vuelto a leer. O, por decirlo de manera más apropiada, he vuelto a leer con continuidad. Este año no está siendo demasiado productivo. Tres libros llegué a empezar y los tres se quedaron a medias. Y no era un tema de gustar o no gustar. Leer dejó de ser una prioridad. A veces el cuerpo manda y hay que escucharlo y se ve que quería descansar. Y llegué a temer que esa desgana podría llegar a ser definitiva.

Llegan las vacaciones. Cargo con los libros. Mi tendencia hacia la misantropía sigue en aumento, y como si naciste para gruñón del cielo te caen los gilipollas, la soledad empieza a ser un estado de necesidad, de higiene mental. Mejor solo que cabreado. El coste de oportunidad. Y la soledad se traduce en tiempo. Y, con ese tiempo, una opción era leer. Y puedo decir que he vuelto. Y estoy muy contento.

El primer libro que me he terminado es “Juegos de la edad tardía”, de Luis Landero (qué sensación produce el terminar un libro. No pierde la fuerza. Siempre es especial). Con este libro mi relación no es de ahora y, aunque no sea más que para rellenar, la contaré.

Hace no sé cuánto tiempo (igual diez años) José Antonio me regaló “El guitarrista”, del mismo autor. Me gustó. Mucho. En una librería de lance encontré “Juegos de la edad tardía”. Lo compré. Fue a la mesita. Ocupó su sitio en la cola. Cada vez que le llegaba su turno, lo abría, lo cerraba y lo volvía a poner en lo alto del montón. No era el momento. De la mesita pasó a la estantería. Tu momento llegará. Cada vez que reordenaba o guardaba, si lo veía, con vergüenza pensaba –algún día. Y a principio de este año –ahora. Y lo empecé. Y me estaba gustando. Y me invadió la desgana. Y ahí se quedó.

Bien, terminado. No escribo para celebrar como una hazaña el que me he leído un libro. Escribo porque me siento obligado a reseñar esos libros que son más que libros, esos de los que te sientes orgulloso por añadirlo a tu acervo, esos de los que notas que te hacen mejor.

Vamos ahora a tratar de hacer una reseña digna del libro. O algo digna. Conforme iba leyendo la novela me recordaba al Quijote. Alguna vez he comentado mi inseguridad lectora ya que leo, busco información y descubro que no me he enterado, que mis sensaciones y mis opiniones van en otra dirección a las presuntamente intelectuales. Aquí busqué y vi que la influencia quijotesca se cita en todos los análisis del libro que consulté. Incluso el autor no la niega. Más bien al contrario. Mi ego intelectual salió reforzado y levanté la nariz un poco.

La primera influencia la vi en el uso del idioma. Sin llegar al nivel de Cervantes, la prosa es desbordante. Cada palabra está es su sitio. Cada frase está en su sitio. Hay un sentido del ritmo en la narración. No sigues el hilo de una historia sino que disfrutas con cada palabra de la misma porque hay diamantes en cada rincón. Lamenté no tener un cuaderno de notas porque lo hubiese llenado sólo con citas de este libro. Muy raro fue el párrafo en que no tuviese que pararme para saborearlo.

La segunda la vi en los personajes secundarios y cómo se incorporan, participan, influyen o sirven de contrapunto a la historia. El tío Félix, don Isaías, Elicio, Alicia, la suegra, doña Gloria, Paquita, Antón Requejo. Menciono aparte a Angelina, mi personaje favorito. Su sencillez, su simplicidad, su sentido común, su parquedad y su practicidad me conmovían en cada una de sus frases. No oculto que, al involucrarme en la trama, era con ella con quien más me identificaba. Y me tocó sufrir.

La mayor influencia la vi en la pareja protagonista (Gregorio Olías/Faroni y Gil Gil/Dacio Gil) y en la trama. El hombre que sueña y mantiene esos sueños contenidos. Y el día en que esos sueños tienen oportunidad de salir, ya nadie los para. Y cuando la realidad se impone, los sueños no ceden. Y cuando la realidad te castiga, los sueños siguen su camino. Y cuando la realidad te hace tocar fondo y perderlo todo, cuando bastaba con plantarse, reconocer y pedir perdón, los sueños son los que dirigen. Y cuando, al final, la esperanza se abre paso (licencia del autor no quijotesca), lo hace ya desde los sueños. Rotos, mutilados, pero desde los sueños.

2 comentarios:

Entonoquedo dijo...

Enhorabuena. Estas desganas ocurren a veces. Precisamente he tardado más de medio siglo en acometer las Novelas Ejemplares de don Miguel de Cervantes. Sencillamente, les ha llegado la hora; en ello estoy.

El Impenitente dijo...

Lecturas que llegan a destiempo, lecturas que siempre llegan a tiempo. Un abrazo.