lunes, 9 de agosto de 2021

Jesús Ángel

Es común confundir Olimpiada con Juegos Olímpicos cuando son términos con distinto significado. Olimpiada es un concepto temporal aunque, como he leído esta mañana, podríamos decir también que Olimpiada es el vacío que uno siente cuando terminan los Juegos Olímpicos y que dura hasta que llegan los siguientes. Y en ese vacío estoy. En esa pena. En esa melancolía.

Los Juegos Olímpicos son la felicidad permanente, una exaltación continua de las emociones, de los sentimientos. Vas de alegría en disgusto sin parar, gritando delante del televisor (del móvil), con ganas de abrazar a quien te encuentres, de llorar, de saltar. En dos semanas tu sistema nervioso trabaja lo que en cuatro (o cinco) años (una olimpiada) no. Menos mal que entre medias tenemos Europeos y Mundiales (Atleti aparte). Si no, parecería un vegetal.

Aunque hago a muchos deportes, no sigo todos. Hay algunos de los que están en los Juegos que ni siquiera me parecen deportes (la Sincronizada y la Rítmica, aunque estén practicadas por deportistas, las vería mejor en unos Juegos Florales o Circenses). El medallero me da igual porque no todas las medallas valen lo mismo y porque no soporto la idea de podio igual a triunfo y, a partir del cuarto, fracaso (el periodismo deportivo español. Qué no haría con este colectivo de manera ejemplar. “Medalla de chocolate”. Mataría cada vez que lo escuchase. “Ya tenemos la plata asegurada”. Diciendo esa frase se ve que ya pasas directamente a cuarto de Periodismo. Y ya que he abierto la ventana del odio y del rencor, espero no tener que volver a escuchar a Erika Villaécija diciendo nada durante la natación, ni las obviedades, simplezas y grititos de María Vasco ni a Higuero diciendo Pablo Nurmi. Ya que lleváis comentaristas, por favor, llevad a alguien que sepa, que instruya, que enseñe, que cuente (viva Castillejo), no a gente que provoque úlceras de indignación. Me pasé a Eurosport, donde estaban Chema (otro capullo) y el Pájaro y, vamos, no había color. Por otra parte, y amparándome en que el uso hace la norma, a sabiendas de que no seré académicamente correcto, seguiré diciendo Sapporo y no Sápporo, keniata en vez de keniano y holandés por no decir neerlandés).

Pero vamos a lo positivo, que es casi todo. Deportes individuales. Aquí confieso que soy poco patriota. Tomo partido por las personas más que por las camisetas. Triatlón, ciclismo, tenis. Un espectáculo. Antes seguía más la gimnasia deportiva, pero me quedé en Shushunova, Boginskaia, Bilozerchev, Gushiken y Scherbo (Simone Biles, si no estás para competir, pues no compitas. Pero el circo que has (y han) montado dejando tirado a tu equipo (lo peor) en plena competición me ha parecido vergonzoso). La natación me la he visto entera. Maravilloso. Los duelos Titmus Ledecky. Las salidas de Dressel. Todo Dressel (su posta en el 4 x 100 estilos, una barbaridad). Las australianas. El tunecino del cuatrocientos ganando por la calle ocho. Las despedidas de Laszlo Cseh y de la gran (divina, maravillosa) Federica Pellegrini nadando finales. Los relevos. Los entrenadores de Milak tirando con rabia los papeles al suelo (la propia cara de Milak era un poema) porque éste había arrasado en el doscientos mariposa pero no había batido el record del mundo (no siempre gana el primero). El propio Milak sonriendo al ser segundo tras Dressel en el cien mariposa tras estar a punto de cazarlo. Peaty y su pinta de hooligan. Los últimos cincuenta metros de Finke en el mil quinientos y, sobre todo, en el ochocientos.

Y luego está el atletismo, que si de por sí es lo más bonito del mundo, en unos Juegos es el paraíso. Elaine Thompson reinando y la cara de poker de Shelley Ann y de Jackson. La polémica con el oro compartido entre Barshim y Tamberi, que personalmente no vi mal aunque pueda entender a quien lo critique. Espero que no se cumpla nunca eso de que, al inicio de una competición, todos hagan nulos y pacten el oro. Por cierto, a Tamberi no le vendría mal una leche con la mano vuelta, a tiempo o a destiempo. Mira que le gusta una cámara y montar su espectáculo. Yo lo he visto competir teñido de rubio y con media cara afeitada. Le auguro un gran futuro como tertuliano o como tronista. La maravillosa final de triple salto femenino, con unas fabulosas Rojas, Mamona y Peleteiro demostrando qué es competir (porque el que se supera en el momento y en el lugar preciso es el que es digno de admiración y a quien hay que ensalzar. Es al que compite al que hay que destacar. Al que se rinde habrá igual que ayudarlo pero, ¿tomarlo como ejemplo? Amos, no me jodas). Cuando Yulimar arrancó en su último salto todos sabíamos que ahí estaba el record. Y lo estuvo. Los dos suecos del disco que seguro que dejaron a Tokio sin cerveza la noche de su triunfo. La pena de no poder ver a Lavillenie siendo competitivo en los que, probablemente, serán sus últimos Juegos. Comprobar que los mismos que dijimos –donde Bubka dejó la pértiga es casi imposible que nadie pueda llegar- ahora decimos –donde Duplantis va a dejar la pértiga es casi imposible que nadie vaya a llegar. La fabulosa Mu, que arrancó el ochocientos en cabeza (si dices front runner ya te convalidan el resto de periodismo deportivo) y, al llegar a meta, miró detrás a ver dónde estaban las demás. La inolvidable cabalgada de Frerichs en el tres mil obstáculos femenino. Lo largos que se le hicieron a Holloway los últimos veinte metros. El triunvirato Crouser, Kovacs, Walsh. Los polacos en los lanzamientos de martillo. Los giros de Allman. El ritmo que marcó Gidey para tratar de dejar atrás (infructuosamente) a la innombrable. El repaso que le dio Kipyegon a la innombrable (lo celebré como un gol. Sí, soy mala persona). La elegancia y la clase de Gardiner. La elegancia y la clase de Kipchoge. Ver a un indio ganando la jabalina con dos checos, como siempre, en el podio (Uwe Hohn derrotó a Zelezny). Allyson Felix siendo tercera (también lo celebré como un gol. A veces puedo ser buena persona). El equipo de 4x400 femenino estadounidense que, como escribió Juan Manuel Botella, fue una carta de amor al atletismo. La justicia poética con Kuchina Lasistskene. El descubrimiento de la McDermott, al único competidor que he visto concentrarse sonriendo y al único que, tras saltar, he visto abrir su diario para escribir sus sensaciones. Dijo Rubí que tenía un café y estoy de acuerdo con él. Y, por supuesto, las tres carreras que pasarán a la historia (del atletismo y del arte) de estos Juegos: las dos de cuatrocientos vallas (Warholm, Benjamin y Dos Santos en los chicos, McLaughlin y Muhammad en las chicas) y la de mil quinientos masculino. He visto ya tres o cuatro veces cada una de ellas (y no pienso parar) y siempre con los pelos de punta. Y, aunque haya dicho que, en los deportes individuales, soy más de nombres que de camisetas, ver que llevan una camiseta en la que se lee España gente como Asier Martínez, Fontes, Peleteiro, Ben, Marta Pérez, Adán, Ureña, Mechaal, los marchadores con Tur (qué grande eres) a la cabeza, Eusebio Cáceres o Cienfuegos, me hacen sentir que éste es el equipo en el que quiero estar.

En los deportes colectivos soy mucho más patriota. Y vivo en un sufrimiento permanente. La masculina de baloncesto se quedó donde tenía que quedarse. No había más. Fue muy hermoso. Nos esperan años largos. Con el hockey hierba pensaba que las chicas iban a llegar más lejos. Y me quedé despagado. Con el balonmano femenino, lo mismo. Aún no puedo conciliar el sueño por culpa del waterpolo masculino. Dejar escapar dos goles de ventaja en el último cuarto de la semifinal contra Serbia fue demasiado doloroso. Las chicas del waterpolo, fabulosas. Como siempre. Dejo para el final las dos selecciones con las que más me identifico (al fútbol ni lo voy a nombrar porque el fútbol en unos Juegos me molesta. Ya acaparan todo, ya se comen todo permanentemente. Y en estos quince días de oasis, ¿también fútbol? No. La milonga Messi Barcelona PSG me indignó sobremanera. ¿No podrían haberse esperado? ¿No podían dejar que terminasen los Juegos? No. El fútbol no respeta nada). La primera de las selecciones es la femenina de baloncesto. Triste. No nos ganaron las francesas. Perdimos nosotros. Lo tuvimos y fallamos. Y estas chicas, al menos a mí, me arrastran y me quedé hundido en el sofá sin poder levantarme. No se merece Laura Gil el escarnio que sufrió. Y tampoco está siendo edificante que se hayan cargado a Mondelo y estén empezando a soltar basura sobre él. La segunda es la masculina de balonmano. Cuando aplazaron los Juegos el año pasado sólo pensaba en un atleta y en los Entrerríos, Aginagalde, Morros, Guardiola, García y demás. Y han llegado. Y han competido. Y han hecho bronce. En el partido contra Egipto perdí dos kilos de todo lo que anduve y salté durante la segunda parte. Y ganaron. Ganamos. Esta generación se ha despedido donde tenía que hacerlo: arriba. Este equipo es mi equipo. Esta selección es MI SELECCIÓN.

Y, por último, decir que, ante todo y sobre todo, estos Juegos fueron los octavos Juegos de García Bragado.

2 comentarios:

kyezitri dijo...

Apenas he podido ver atletismo en los JJOO, así que a la luz de tu crónica anoche estuve repasando algunas de las finales, interés incitado que te agradezco, impenitente. Y no he podido dormir soñando con que Athing Mu me perseguía para descuartizarme.

Supongo que hay marcas históricas más o menos valiosas, pero el salto de Yulimar es asombroso; le critican que el segundo salto es corto, pero casi parece que lo hace así porque si no se mete en el foso para el tercer salto. En un futuro próximo tendrán que reajustar las distancias al foso, y también dónde acaba por si la muchacha lo sobrepasa, cómo salta.

Los 400 vallas también son una gozada estética pero qué putada batir el récord del mundo y tener que conformarte con la plata.

¿Por qué hay tantos noruegos y polacos al más alto nivel?

El Impenitente dijo...

Si Athing Mu te persigue, date por descuartizado.

Dijo Rai Benjamin que si alguien le hubiese dicho a principio de temporada que iba a correr en 46:12 lo habría mandado callar. Y si ya le hubieran dicho que con esa marca iba a quedar segundo, lo habría echado de su casa.

Y es una pena que entre Muhammad y McLaughlin haya diez años de diferencia. Esta rivalidad podría marcar una época.

Cuando Uwe Hohn mandó la jabalina por encima de cien metros tuvieron que cambiar la jabalina y adelantar su centro de gravedad para que cayese antes y evitar peligros. Tiene pinta que Yulimar será la Hohn del triple y Crouser el del peso. Van a tener que modificar las condiciones.

Polacos siempre ha habido. Tradición. Escuelas. Entrenadores. Afición. Sacan figuras de vez en cuando (Woronin, Szewinska, Wszola, Malinowski) pero siempre tienen un equipo muy compacto. En la Copa de Europa suelen estar arriba. Y en los relevos siempre hay que tenerlos en cuenta. Pocos cambian como ellos.

Respecto a Noruega, hay algo de casualidad. El atletismo noruego florece de vez en cuando. Los Ingebritsen tienen un padre de la escuela de Anna Tarrés (y que Marta Xargay denunciaría) que va dando frutos, sobre todo con el pequeño. Respecto a Warholm, no sé de dónde ha salido, la verdad.