Hubo una temporada en la que me recorría los hoteles con mi hijo para que pudiera hacerse fotos con futbolistas. No sé cuántas tiene (puede presumir de haberse fotografiado con un Balón de Oro que jugó una temporada en el Atlético de Madrid). Muchas. Nunca tuve la tentación de hacerme yo también una foto con alguien. Es más, me preguntaba con quién me la haría, a quién le pediría un autógrafo. Ídolos tengo unos cuantos, desde luego, pero me siento incapaz de molestarlos. En una situación así, preferiría guardar en mi memoria el hecho de estar contemplándolo que tener un recuerdo físico que lo constate o haber hablado con él.
Con Teresa Iturrioz sería lo mismo si me cruzara con ella. No le diría nada. Me limitaría a mirarla. No la molestaría. Sólo contemplarla. Es ella. Y observarla me llevaría a un único lugar. Porque, para mí, Teresa Iturrioz, es una canción. Es un vídeo.
Según Blogger, que cuenta estas cosas, no me queda mucho para llegar a las mil entradas en este cuaderno. Y me pregunto si lo celebraré. Por una parte, ya que numeramos en base diez, está la fascinación que producen los números terminados en cero, que parecen más números que el resto y merecen alharacas. Por otra, entendería festejarlo o reseñarlo si me sintiera orgulloso de todo lo que escribí. Y no. No borro aquello de lo que me avergüenzo (aunque de vez en cuando entro y cambio cosas) porque no deja de ser el reflejo de un periodo (y porque, dado que tengo un ego inflamable, me viene bien para recordarme lo imbécil que puedo llegar a ser). Pero que no lo borre no significa que crea que merecen reconocimiento. Así que, no sé. Cuando llegue el momento, veré lo que hago.
A Teresa Iturrioz, a “Fotos” y al vídeo ya les dediqué una entrada. La canción hace poco se cruzó, recordé y la busqué. Al releerla, la eché en el cubo de las que restan, de las que hacen fuerza para que el escrito número mil no tenga fuegos artificiales. De aquella sólo salvaría el título (lo he mantenido) y por cortesía con Sanfélix, que fue quien me iluminó con la canción (y van…) y, sobre todo, con su comentario respecto al vídeo: me gustan esas miradas excéntricas a lo Gloria Swanson o Salvador Dalí. No concibo un verano sin cráneo de elefante, decía Salvador. Pude haber sepultado de nuevo la entrada en el olvido. No lo he hecho. Y la he reescrito de manera muy distinta a la anterior. ¿Por qué? Tal vez algún día me cruce con Teresa. De hecho, estoy convencido de ello. Y, por supuesto, no le diré nada. Pero, al mirarla, mientras tarareo año ocho, el quinto mes evocando a Gloria Swanson, podré pensar -volví a escribir sobre usted. Y creo que esta vez hice algo digno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario