Hace poco, le dedicaron el programa “Imprescindibles”, de Televisión Española, a Lolo Rico. Y Lolo Rico era “La bola de cristal”. Y ”La bola de cristal” era el programa que veíamos sin falta todos los sábados por la mañana a mediados de los ochenta. Tenía diversas secciones. Mis favoritas eran los episodios de “La familia Monster” o de “La pandilla”, “La cuarta parte”, con Javier Gurruchaga como protagonista y, sobre todo, las distintas actuaciones musicales de grupos de la época (siempre recuerdo la sorpresa y la alegría que me llevé cuando salió Nacha Pop y tocó “Pagas caro mi humor”). “La bola de cristal” era un programa gamberro, irreverente, iconoclasta, que empezó siendo gracioso y terminó siendo incómodo para el poder, poder que no dudó en censurarlo para terminar suprimiéndolo. Y, sobre todo, “La bola de cristal” fue un programa que no sólo nos marcó. Era un programa que enorgullecía a quien lo veía. Y nos reconocíamos unos a otros cuando lo comentábamos. No éramos cualquiera. Éramos seguidores de “La bola de cristal”. Y ese sentimiento no ha menguado con el paso del tiempo. Nos seguimos reconociendo. Y lo recordamos con orgullo.
Hay un canal en YouTube que se llama VynilRoute. En él entrevistan a músicos. Como YouTube no me espía, me va sugiriendo entrevistas de este canal y suelo ir picando. Por supuesto, me centro en aquellos que pienso tienen algo que decir, cuya música me gusta y mucho, y que no me sacan tantos años. He visto a Josele Santiago, a Jaime Urrutia, a Ramón Arroyo, a Ñete, a Mario Gil, a Fernando Márquez el Zurdo. Algunos están muy tocados. En otros me ha chocado que por lo que para mí son importantes (Mario Gil en La Mode, Ñete en Nacha Pop) para ellos sea un periodo de su vida, pero ni mejor ni peor que el resto (abro paréntesis para recordar a George Harrison. Leí una vez que para él los Beatles eran sólo una parte, una temporada. Pero ni mucho menos el todo. A mí me daban vueltas los ojos. Nosotros no salimos de los Beatles y los Beatles están (o estaban) fuera de los Beatles). Tengo unos cuantos pendientes. No sé si es una buena idea para un mitómano escuchar a la persona cuando se es un personaje. Por ahora no va mal la cosa. Seguiré asumiendo el riesgo.
La explosión de grupos que hubo en España durante finales de los setenta y primera mitad de los ochenta sigue viva. Las canciones de lo que se conoció como “La movida madrileña” y todos los que vinieron de Vigo están vigentes. Raro es poner cualquier emisora y no encontrarte con temas de esa época. Siempre suelen sonar canciones que ya están estandarizadas. En el trabajo, en la planta, la radio (las radios) se conectan antes incluso de fichar. Y como siempre escucho la música, por muchas veces que haya oído ciertas canciones, las siento como mías. Y cuando, alguna vez, aparecen himnos que tenía perdidos en mi memoria (“La máscara” de Armas Blancas, “Ana Frank” de Comité Cisne, “El eterno femenino” de La Mode, “No necesitas más” de Nacha Pop, "Las líneas de la mano" de Radio Futura o “La cantante” de La Unión), tengo que encadenarme a la silla para no ponerme a saltar en mitad de la planta cantando como un poseso.
La tira de Mafalda que encabeza esta entrada siempre me ha acompañado. Y la recuerdo cuando alguien (nuestros hijos) me pregunta por mis tiempos y le respondo –estos todavía son mis tiempos. Pero es una frase hecha para quedar bien. Empiezo a distorsionar. Y en esta distorsión puedo hablar no sólo de música. También de películas y de libros. Puedo contar que en el trabajo empiezo a sentirme obsoleto. Puedo relatar lo incómodo que me siento en este mundo de positivismo y buenismo, de eslóganes motivadores, de necesidad permanente de refuerzo, de los nuevos predicadores diciendo obviedades, de los ofendidos y de la censura permanente. Muy incómodo (estoy hasta perdiendo vocabulario. De cada diez palabras que digo, nueve son gilipollez o gilipollas). Siempre me llamó la atención lo grabados que se quedan ciertos años en la memoria. Y en el alma. La adolescencia. La juventud. Aquellos años pasaron despacio y todo lo que ocurría eran acontecimientos. Ahora el tiempo pasa muy deprisa, tan deprisa que no le damos importancia. Es como si fueran años ajenos a nosotros. Los primeros fueron nuestros tiempos. Estos, no. Estos dejan poco rastro. Y, recordando a Mafalda y a su tira, nunca quise renunciar al presente. Pero, cuando miro al presente y lo que me rodea, añoro “La bola de cristal”. Y me refugio en ella. Y en muchas canciones que llegaron a mí en años muy concretos. Y seguiré diciendo que estos son mis tiempos, porque en algunas cosas sí que lo son. Pero en muchas otras, no. Porque en mis tiempos sí que había grupos y se hacían canciones y programas de televisión que merecían la pena. Porque empiezo a estar un poco ñác.
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