domingo, 14 de mayo de 2023

De porqué amo (y perdono) a Kazuo Ishiguro

Nos juntamos en Almenara a pasar el día. Éramos siete. En la sobremesa, dado que es una afición común, terminamos hablando de lecturas. No conocían a Ishiguro. Me crecí. Recuerdo que dije –Ishiguro te sube en un coche de algodón y te lleva a recorrer en él territorios cuanto menos desconcertantes. El símil tal vez no fuese muy afortunado, visto lo que se estuvieron riendo de mí desde ese momento. Pero la idea que quise transmitirles era ésa, exactamente.

Trataré de explicarlo mejor. Kazuo Ishiguro, con su prosa amable, te sube a un vehículo confortable donde suena música cálida y relajada y te lleva a circular por paisajes acogedores y deliciosos. Y en ese vehículo, con esa prosa, con esa música, ves que el paisaje empieza a cambiar. Y algo no encaja. Y te adentras en mundos (lo que se ha dado en llamar Ishiguria), ¿cómo lo diría? ¿Sobrecogedores? ¿Sombríos? ¿Turbios? La luz es otra. Lo que aparece en cada recodo te aleja de la placidez. Y con su prosa amable, con un sentido del ritmo fabuloso, con un dominio de las palabras impecable, con unos personajes que más que creados parecen tallados por Miguel Ángel, cuando quieres darte cuenta estás, en tu coche de algodón, en pleno Ishiguria, con la boca abierta, deslumbrado, desconcertado, anonadado.

Cinco novelas (de las ocho que tiene, más un libro de relatos) me he leído de él. Las comentaré en el orden en que las fui leyendo y de manera somera por si alguno quisiera adentrarse en Ishiguria y prefiriera hacerlo sin mácula.

La primera que me leí fue “El gigante enterrado”. Me la prestó (y recomendó) Kyezitri (gracias, gracias, gracias). Nos reincorporábamos al trabajo y, antes, nos teníamos que hacer una PCR (qué lejano suena esto). Fui a la clínica y, como siempre que me puede tocar esperar, iba con mi libro bajo el brazo. Al entrar, una de las enfermeras me preguntó -¿qué tal es? Llevaba treinta páginas. –Pues, por ahora, un tanto insípido. –Es que estos japoneses… -Bueno, parece japonés pero no lo es tanto. Diez días después estuve a punto de volver a la clínica y buscar a aquella enfermera para contarle que pocos libros en mi vida como éste. Muy pocos. Inglaterra. Edad Media. Un matrimonio de ancianos salen en busca de su hijo. Britanos y Sajones. Y, sobre todo, la niebla.

La segunda fue “Los restos del día”. Ésta me la compré. Quizá sea la novela más popular de Ishiguro por la película que se hizo de ella (aquí titulada “Lo que queda del día”, de James Ivory, con Anthony Hopkins y Emma Thompson. El libro es mejor. Bastante mejor). Inglaterra. Periodo de entreguerras y posterior. Stevens, mayordomo él, se coge una vacaciones, por primera vez en su vida, y sale de viaje, en el coche que le presta su nuevo señor, para visitar a la señora Benn.

La tercera, “Nunca me abandones”. Ésta la saqué de la biblioteca. Inglaterra, en la actualidad. La vida en un internado donde los internos no parecen tener apellidos.

La cuarta fue “Klara y el sol”. Ésta me la prestó Kyezitri. Es la última novela escrita, hasta ahora, por Ishiguro. En una ciudad indeterminada en un futuro cercano. Klara es una AA (amiga artificial) y, estando en la tienda donde se encuentra a la venta, conoce a Josie.

Llegamos a la quinta novela. “Cuando fuimos huérfanos”. Ésta me la compré. La acabo de terminar. Entre Londres y Shangai, desde principios del siglo XX hasta 1958. Siete partes. En las tres primeras, Christopher Banks, un prestigioso detective, nos cuenta su infancia, su llegada a Londres y su ascenso tanto social como profesional. Nos descubre su drama y, al final de la tercera parte, decide volver a Shangai, en 1937, para resolver el caso que ha marcado su vida.

El viento ya azota nuestro coche de algodón. La zozobra ha comenzado y la tormenta se avecina. Las puertas de Ishiguria se abren. Vamos a entrar. ¡Vamos a entrar! ¡Otra vez!

Pues no.

Señor Ishiguro, ¿ha escrito usted realmente las cuatro partes siguientes? ¿No sería un texto que tenía en un cajón desde los doce años y no ha tenido rubor en publicarlo sin repasar? ¿Se lo han escrito? Por ahí he leído que se lo escribió una máquina. ¿Puede ser verdad?

Porque hemos ido de disparate en disparate, de ridículo en ridículo. Los personajes que se suponían fundamentales, si reaparecen son de manera absurda y forzada. Banks pasa de ser alguien respetable a un petimetre pusilánime e impertinente sin sustancia ni contenido. Los personajes secundarios son inconsistentes. Los acontecimientos se suceden compitiendo por ver cuál es más estúpido. La prosa da grima. De verdad, señor Ishiguro, ¿esto lo ha escrito usted? Porque esto no es digno de usted. Y sí, de la misma manera que Stevie Wonder escribió “I just called to say i love you”, Abba “Chiquitita” y los Beatles “Let it be” y “Hey Jude” y nunca se lo tuve en cuenta, con usted miraré hacia otro lado con esta novela porque no puede menoscabar la devoción que siento por usted por los ratos tan fabulosos que me ha hecho pasar. Pero, de verdad, señor Ishiguro, de verdad, ¿escribió usted realmente las últimas cuatro partes de esta novela? Y si es así, ¿por qué?

2 comentarios:

kyezitri dijo...

De nada.

¿Un tanto insípido? jajaja

Mola decir que te gusta Kazuo Ishiguro porque tiene un nombre rimbombante que suena cool y es poco mainstream incluso a pesar de ser Nobel. Pero mola más poder apalear a los mitos.

El Impenitente dijo...

Pues me supo muy mal la decepción que sentí. Porque, tienes razón, que Ishiguro sea tan bueno y (a pesar del Nobel) tan poco conocido hace que lo sintamos como algo más nuestro. Y, es cierto, las malas críticas tienen algo de placentero. Pero apalear a Ishiguro fue como castigar a alguien muy cercano. Y no te creas que disfruté tanto.