sábado, 15 de abril de 2023

Esperar

No es agradable esperar. Es irritante. Saca de quicio. Desesperante. Leí un artículo sobre los problemas que esperar generaba en determinados negocios. Recuerdo dos ejemplos. En el primero, un aeropuerto recibía quejas constantemente por el tiempo que tardaban en sacar las maletas. Analizando el problema se dieron cuenta de que el lugar donde se recogían estaba muy cerca de la puerta por donde los pasajeros desembarcaban dentro del aeropuerto. ¿Qué hicieron? Llevarse el lugar de recogida a la otra punta. Las quejas prácticamente desaparecieron. Mientras uno anda siente que aprovecha el tiempo. Esperando, se pierde.

El segundo ejemplo tiene que ver con los primeros rascacielos que construyeron en Nueva York. Los ascensores que funcionaban en aquellos edificios no eran, se ve, tan veloces como sus usuarios deseaban, y las quejas por su lentitud comenzaron a acumularse. ¿Cómo resolvieron el problema? ¿Aumentaron la velocidad de los ascensores? No. Pusieron espejos. Las quejas se esfumaron. La vanidad mueve el mundo. Esperar, lo detiene.




En la plaza de San Agustín, en Valencia, hicieron obras de peatonalización y dos marquesinas de parada de autobús se quedaron dentro. Son paradas de una línea de autobuses que no pasa. O sí. Me mandó Sanfélix un relato que hablaba de un autobús que recorría los sitios que forman parte de nuestro pasado y cuya parada era ésa. Podría ser. A mí me ha dado por pensar otra cosa. Son lugares para esperar. Tú te sientas allí y esperas. ¿Qué? No lo sé. Sólo esperas. Porque no siempre esperar es irritante. No siempre es una pérdida de tiempo. No siempre. Al menos allí. Allí no lo es.

No hay comentarios: