Escribí hace tiempo que la principal razón por la cual nunca gané el Tour de Francia es porque en ninguna parte me habrían recibido para celebrarlo. El hecho de ser de muchos sitios es lo mismo que decir que no eres de ninguna parte. Nací en Madrid pero me fui de allí a los quince años. Desde entonces vivo en Valencia pero, a pesar de estar muy a gusto aquí, pues valenciano no soy. Y, por razones familiares, estoy muy ligado a dos pueblos de Cuenca separados seis kilómetros entre sí, la capital y la aldea del Secarral, donde he pasado a lo largo de mi vida muchas temporadas pero siempre cuando el tiempo pasa despacio. Nunca viví allí. Así, de la misma manera que uno no es como se ve sino como lo ven los demás, uno no es de donde se siente sino de donde le aceptan, por mucho que en cualquier conversación con cualquier desconocido antes de cinco minutos ya haya citado veinte veces a la capital y a la aldea. Por eso, puesto que si hubiese llegado con mi maillot amarillo diciendo –vamos a celebrarlo- me habrían respondido –tiralpijo, forastero- nunca gané el Tour.
La cosa empezó a cambiar recientemente. Siempre estuve más vinculado a la capital que a la aldea del Secarral porque allí pasé más tiempo, ya que es en la capital donde mis padres tienen casa. Tras casarnos Ana y yo la balanza entre capital y aldea comenzó a equilibrarse. Y el deporte y, sobre todo, la mejor carrera del mundo (ya llevamos cinco ediciones) hicieron que mi relación con la aldea se disparase. Y siempre corrí allí como local. Y tres veces subí al podio (las tres en edición impar. El año que viene no toca). Y el Tour de Francia volvió a aparecer en la lontananza. –Tal vez haya llegado ya el momento.
Pero siempre tuve la espina clavada con la capital. En mis sueños paseaba mi maillot amarillo seis kilómetros arriba y abajo. Sabía que tenía más fácil ser Papa o negro que local allí, pero no por ello nunca dejó de molestarme que de todas las carreras que en la capital corrí, al inscribirme detrás de mi nombre pusieran la f de forastero. Y llegó la “Subida al Castillo”, del circuito de la Diputación. Y me inscribí como miembro que soy del equipo de corredores que organiza (Somarruning). Y en el reglamento ponía que todos los miembros del equipo serían considerados locales. Y, tras mi nombre, en la lista de inscritos, no había una f sino una l. Y corrí. Y fui tercero. Y subí al podio. Y me dieron un trofeo maravilloso, trofeo que ya ha entrado a formar parte de mi colección exclusiva.
Soy local en la aldea y soy local en la capital. Mi sueño se ha cumplido. Tour de Francia, llegó el momento. Mañana mismo me compro una bici de carreras.
martes, 26 de septiembre de 2017
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2 comentarios:
Pues igual no te reclama ninguna población para sí por pura timidez. Os pasa a los grandes.
Tu lugar natural es el podio, besando azafatas y mirando desde arriba a tu ejercito de admiradores, entre los que me incluyo.
Mirando con falsa modestia, por supuesto. Es mi especialidad. Y contigo me haría una foto.
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