viernes, 13 de agosto de 2010

El pan y los dientes

Tenía mi padre un compañero de trabajo en cuya lista de aficiones no figuraba el fútbol. Estaba casado con una vasca y, en un viaje en avión con destino a Valencia, coincidió en el asiento con una paisana de su mujer. Entablaron conversación y ésta le contó que estaban en Valencia por motivos laborales de su marido aunque no tenían planes de quedarse luego a vivir allí, que seguramente volverían a su tierra.

-¿Y a qué se dedica tu marido?
-Es futbolista.
-¿Futbolista?
-Sí, juega en el Valencia. De portero. Mi marido es Zubi.
-Ni idea. Yo es que de fútbol…

El hecho de encontrarse con un hombre que no supiera quién era su marido fue motivo más que suficiente para que se estableciese una relación de amistad entre ambos matrimonios.

R. vive en una capital manchega y trabaja en la Inspección. En uno de sus trayectos llegó a una población que ha adquirido cierto renombre últimamente y cuyo nombre empieza por Fuen y termina por albilla. A la entrada del pueblo vio una obra cuyos trabajadores cumplían una o ninguna norma de seguridad, incluido un yesaire trabajando con ¡zancos hidráulicos! Paralizó la obra. Al poco rato se presentó el constructor todo nervioso. R. le dio la citación y la relación de la documentación que debía presentar en la Inspección. Aquel hombre, con ánimo de aliviar el chaparrón que se le venía encima, propuso a R. que fuese a ver la casa de su hijo.

-Pero, ¿cómo voy a ir yo a ver la casa de su hijo?
-Que sí, que es muy bonita. Que le va a gustar.
-Y su hijo, ¿no tiene nada que decir? ¿No le molestará?
-A mi hijo le da igual

Tanto insistió aquel hombre que R. terminó cediendo. Y entró en la casa. Y vio al hijo. Pero R. no es futbolera y no vio a un semidiós (o a un supradiós) tumbado junto a la piscina. No se postró de hinojos ante el hombre que, con su gol, nos ha hecho vivir uno de los momentos más intensos y felices de toda nuestra vida. Ella sólo vio a un tío pequeñote, medio calvo, blancuzco y un pelín hortera con su bañador paquetero y el escudo del Barça en la pared y en el fondo de la piscina. Se lo presentaron y apenas intercambiaron tres o cuatro frases. R. estaba abrumada y el chaval un tanto desconcertado. Al marcharse, el padre le prometió una camiseta dedicada para su marido.

-¿De qué equipo es?
-Creo que del Atlético de Madrid.
-Entonces casi mejor una de la Selección.
-Sí, casi mejor, pero como no traiga toda la documentación la camiseta no exime.

Conociendo a R. ya puede llevar camisetas, ya.

5 comentarios:

Arual dijo...

Me dejas alucinada, hay gente que no conoce a Zubizarreta o a Iniesta en este país???? Guauuu!!! Son para enmarcarlos y ponerlos en el Prado, algo insólito.

Juan Rodríguez Millán dijo...

A mí me pasa lo mismo que a Aru. Me asombra ese desconocimiento, pero no ya por ser yo futbolero, sino por aquello de vivir en el mundo. Raro. Por lo menos para mí...

Alex Maladroit dijo...

Yo a Zubi, me deberíais perdonar, sólo lo conozco de la etapa en el Valencia, por lo que me es muy difícil admirarle como ustedes, oh veteranos.

A mí me cae mejor la gente que no conoce a Zubizarretas e Iniestas pero que luego te puede recitar el once titular del Hertha Berlin.

SisterBoy dijo...

Bien al menos sé lo que son zancos hidráulicos. Que donaire el del yesaire, ese niño será marinero

El Impenitente dijo...

Si que conoce a Zubizarretas e Iniestas el del Hertha de Berlín. Es pura pedantería.

Será marinero, sin duda. Fuentealbilla es puerto de mar.