domingo, 29 de noviembre de 2009

La ingratitud


El caso es que empezaré diciendo que soy bastante escéptico con todo lo que rodea a las zapatillas. No niego de su importancia pues son los pies los que golpean al suelo, pero creo que las zapatillas no te aportan nada. Te lo pueden quitar todo, es verdad, pero darte, pues no demasiado. Unas zapatillas pueden quitarte horas pero no te darán segundos. La progresión está en el entrenamiento. Así que cada vez que me las intentan vender con un montón de palabros en inglés no hago ni caso. Consumo muchas, nunca me gasto un dineral en ellas y jamás tuve excesivos problemas ni con lesiones ni nada parecido. No tengo una pisada rara así que cualquiera me vale, por complicado que me pueda resultar domarlas. Y así como con las camisetas me encariño mucho, que nunca las tiro sino que se terminan desintegrando, con las zapatillas mantengo una relación un tanto distante y cruel.

A finales de 2007 ya estaba liado preparando el maratón de febrero de 2008. Tenía unas zapatillas con las cuales pensaba correrlo pero vi que, a partir de la hora y media, me daban problemas de rozaduras. Me puse nervioso y el treinta y uno de diciembre, en Madrid, a donde había ido a la San Silvestre, me compré las de la foto. No tenía tiempo para domarlas progresivamente y empecé a saco con ellas. Nunca me dieron ningún problema. Llegó el maratón y bajé de tres horas. Con ellas hice uno veintidós en la media de Almansa. También me estrellé en Castillos, Behobia y media de Valencia, pero cumplieron con todos los honores en la San Silvestre del año siguiente. Estuvieron conmigo en buenos y malos momentos. Estuvieron y cumplieron.

Escribió hace poco Slim una entrada en la que contaba que tuvo que hacer limpieza en casa y tiró casi todas sus casetes al contenedor. Se me pusieron los pelos de punta. Pienso en mis cintas y me veo incapaz de tirarlas. No son sólo las canciones que contienen sino quién me las grabó o quién me dejó el disco o dónde sonó esa cinta o cuándo o los recuerdos que me traen. Algunas tal vez no vuelva a escucharlas nunca pero tirarlas…imposible. No puedo. No podría.

Las zapatillas no son canciones. Como he dicho gasto bastantes y no me suelo encariñar con ellas. Pero con éstas sí. Con éstas sí. Con éstas bajé de tres horas. Y habían muerto. Ya no amortiguaban nada. Sólo mirarlas daba tendinitis. Pero no podía tirarlas. No podía. Y ¿qué se puede hacer con unas zapatillas viejas? ¿Qué haces con un trasto viejo que ya ha cumplido y lo ha hecho con creces? ¿Qué haces con un cachivache que te ha acompañado en momentos tan felices? ¿Meterlo en una bolsa y tirarlo en un contenedor? ¿Engañarte pensando que existe un cielo para las zapatillas buenas y que éstas irán al paraíso y tendrán una mejor vida? Estaban viejas. Olían mal. Estaban feas. Pero era incapaz de tirarlas. Incapaz.

Pero Ana de sentimentalismos entiende poco. Y me preguntaba y yo no contestaba. Y, un buen día, mis zapatillas ya no estaban. Y aquella noche salí a correr. Y, como casi siempre, bajé a la calle con una bolsa llena de basura. Y fui al contenedor. Y a los pies del contenedor estaba la zapatilla izquierda tirada. Había sido despreciada por algún indigente que había estado rebuscando en la basura. Mi zapatilla izquierda allí, tirada. La zapatilla que había bajado conmigo de tres horas. Pocas veces me he sentido tan miserable. Pocas veces.

15 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Slim dijo...

tambien podias haberlas colgado de un cable, que creo que es una moda que no entiendo muy bien pero debajo de mi casa hay tres pares ya..asi las verias todos los dias!!

Ana dijo...

Slim, lo de las zapatillas colgadas es una especie de"arte urbano" que como todos suele venir de los barrios más peligrosos de USA, también dicen que son las zapatillas de quien ha sufrido un ajuste de cuentas entre bandas de sudamericanos, otra teoría es que en la zona donde cuelgan las zapatillas se vende droga. Aunque yo prefiero pensar que es por la película "Big Fish".Por cierto la próxima vez tiraré las zapatillas en un contenedor más lejos.Ah...y cuando tenga más armarios tendré más sentimientos.

Slim dijo...

jajaja la ultima frase la suscribo, aunque yo diria
"cuando tenga trastero..."

una vez nosotros tiramos unos juguetes de las niñas sin que ellas se enterasen. y luego estaba cucumber en el parque con ellas y aparece un vagabundo con las dos bolsas de los juguetes y las empieza a poner en fila alli en el suelo. y los niños que lo empiezan a rodear.
él cogió a las niñas y les dijo, -venga vamonos a casa!
y las niñas tirando:
-papaaaa nosotras tenemos unos juguetes como esooooos

cada vez que me acuerdo me rio yo sola...

Slim dijo...

y en cuanto a lo de las zapatillas en el cable, gracias por la explicación! no lo sabía.

El Impenitente dijo...

Adela, ¿por qué has borrado el comentario? Era muy bueno.

Al final todo es arte urbano: colgar zapatillas, pintar las paredes, quemar contenedores, ir en monopatín agarrado a un autobús, tirar las Torres Gemelas, regalar trajes al presidente de una comunidad autónoma...

GARRATY dijo...

Mi mujer se rige por la máxima "un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio" así que todo lo que se queda sin "sitio" desaparece. A veces, cuando reordeno mi balda (en singular) del armario, la que utilizo para todo aquello relacionado con correr, me siento como un concursante de Grand Prix tratando de encajar de forma coherente la mayor cantidad posible de trastos con tal de no condenarlos al cubo de la basura. Que tensión, Dios.

Y regalar trajes no es arte urbano, es caridad.

Arual dijo...

El sentimentalismo es proporcional al espacio del que uno dispone. Mi marido tiene en la casa del pueblo todo un almacén lleno de sentimientos, evidentemente si no dispusiera de ese almacén no habría espacio para tanto sentimiento. De hecho en el piso nuevo tendremos un buen trastero y tres amplias plazas de parquing y ya le he amenazado antes de tiempo para que no los inunde de más sentimientos suyos. Y luego dirán que el sexo femenino es el más sentimental...

Ana dijo...

Garraty preséntame a tu mujer...pero ya. ¿Cómo es posible vivir con alguien que corre y que tenga sólo UNA BALDA para su ropa? Dile que cuando empieza a dar cursos sobre el tema.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Es curioso el tipo de cariño que le cogemos a los artículos más insospechados...

El Impenitente dijo...

Los sentimentales somos como los gases, tendemos a ocupar totalmente el recipiente que nos contiene. Y siempre nos faltará sitio.

Unknown dijo...

Me pillaste!!!!! Luego pensé en que hay que salvaguardar la intimidad de las personas, y el tema se las trae. Pensé que es mejor contártelo en el pueblo. Lo mismo sacamos tema para otro cuento.

SisterBoy dijo...

Confieso que ultimamente sólo conservo reliquias con la esperanza de venderlas a buen precio como mi album de cromos de Star Wars del año 1976 ¿cuánto me darían por él?

Palitos Candela dijo...

¡Cuidado! Los cuentos, como las zapatillas usadas, pueden acabar oliendo mal...

El Impenitente dijo...

Y también pueden acabar bien, siendo felices y comiendo perdices escabechadas.

Si por Cristiano Ronaldo pagaron lo que pagaron, tu álbum de "Star Wars" no tiene precio.