El fin de semana anterior celebramos el duatlón. Los trofeos de cada categoría los personalizamos. Como teníamos de sobra improvisamos otra categoría, que no está en el circuito (parejas mixtas) y llamamos a las tres primeras al podio.
No se lo esperaban.
Les pedimos perdón porque los trofeos llevaban etiquetas que no correspondían.
¿Les importó?
No.
En absoluto.
Y no fue porque el premio fuera nuestro bote de queso en aceite (legendario).
Fue porque en el podio está la felicidad.
Es divertido observar la felicidad. Y encontrarla.
Hay un local cerca del puerto que nos gusta mucho. Solemos ir dando un paseo y allí nos tomamos algo. El sitio es agradable. Estamos tranquilos. La música está bien y, a veces…
Muy bien.
Tienen un piano. Un día coincidió que dieron un concierto. Piano y voz femenina. Música italiana. Modugno. Mina. “Grande, grande, grande”, “Volare”, “Parole, parole”. Disfruté. Disfrutamos. Y me puse a soñar. Me vi junto al piano. “Un bacio e troppo poco”. “Vecchio frac”. “Il cielo en una stanza”. “Breve amore”. Apoyado en el piano. Mi propio podio.
La felicidad.
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