Pasan los años. El narrador pseudo Goldman ya es padre y decide regalarle a su hijo el libro original (cuyo título es "La princesa prometida. Un relato clásico de amores verdaderos y grandes aventuras escrito por S. Morgenstern"). Les cuesta encontrarlo en las distintas librerías de Nueva York donde manda buscarlo ya que los pocos ejemplares que localizan están en florinés, hasta que, por fin, hallan uno en inglés (supongo).
Al preguntarle a su hijo que qué le parece, averigua que éste abandonó la lectura al segundo capítulo. Y se siente descorazonado. Coge el libro, empieza a leerlo y descubre entonces que el libro en sí es más un tratado sobre Florín, político, geográfico, económico y de costumbres (de hecho lo compara con “Moby Dick”, que podría haber sido una fabulosa novela de aventuras y que es un compendio sobre cetología (y relacionados) sólo para interesados (e insoportable para los que no. Y ésta es mi opinión, que me lo leí entero, aún no sé por qué)) y que su padre sólo le había leído los fragmentos relacionados con las aventuras. Decide entonces hacer una revisión de la novela de Morgenstern y dejar únicamente lo que su padre le leyó. A partir de este momento, comenzamos a leer la novela contada por el segundo narrador mientras, en cursiva, van apareciendo los comentarios del narrador casi Goldman sobre las partes eliminadas y sobre cualquier cosa.
(Es un poco lioso, ya lo sé. O no he sabido explicarlo bien. Como comenté, este libro tiene muchos juegos o trucos o divertimentos del autor. Si alguien tiene alguna duda, que levante la mano).
Dos de los personajes principales son Westley y Buttercup, que viven una historia de amor. Tienen que separarse y el reencuentro se produce tras mucho tiempo y muchas vicisitudes, ignorando ella quién es realmente él. Cuando por fin lo averigua, el narrador Morgenstern priva a los lectores de cómo fue ese momento continuando con el relato y diciendo, textualmente, que su mujer se encuentra muy disgustada y engañada por la no inclusión de dicha escena, y que quiere hacerlo público.
Aquí toma la palabra el narrador Goldman. Nos cuenta que hasta ahora había omitido todas las referencias a la esposa de Morgenstern puesto que el autor original la utilizaba para ensalzarse con sus comentarios, dándose un bombo innecesario para el relato. Pero que esta vez la cita ya que está de acuerdo con ella, puesto que se arrebata al lector la vivencia de un momento que debiera ser inolvidable. Y en su indignación, el pseudo Goldman confiesa que ha escrito cómo fue ese reencuentro y que su intención inicial era publicarlo, pero que había topado con la negativa de la editorial, que consideraba poco ético que añadiera un texto que no estaba en el original, aunque, negociando, al menos había logrado que quien quisiera leerlo podría escribir a la siguiente dirección:
Urban del Rey
Ballantine Books
201 East 50th Street
Nueva York, Nueva York 10022
Y la editorial se comprometía a enviar por correo (postal) el texto. Y el otro Goldman animaba a que el lector escribiera, aunque sólo fuera para hacer gastar dinero a la editorial.
Ya estaba a punto de bajar a comprar un sobre y un sello (creo que aún venden) cuando recordé que la novela es de 1973. Y decidí consultar con Google. Y me encontré con que la dirección era real. Y que los lectores habían escrito a mansalva, menos al principio, más cuando triunfó la película y la novela se aprovechó de ello. Y que la editorial contestaba a las cartas. Pero no enviaban el relato del reencuentro, sino que, siguiendo con el juego, mandaban un texto legal en el que explicaban que los abogados florineses herederos del legado de Morgenstern habían demandado tanto al pseudo Goldman como a la editorial y esto imposibilitaba que el texto fuera remitido.
Y también me encontré con que esa dirección ya no existía (bueno, la dirección, sí, pero que ya no era la de la editorial) y que si escribía me sería devuelta la carta.
Tampoco me importó.
Porque lo que me pude divertir mientras leía esta parte.
Porque este libro es muchos libros.
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