Hay una sensación que cada vez me gusta más y es la de estar en un sitio donde nunca antes había estado. Y cada vez disfruto más del encanto de estar perdido. Que todo lo que vea sea nuevo, distinto. Creo que he aprendido a viajar. Antes pedía un plano y era un poco ingeniero haciendo turismo: si en el plano numeraban quince puntos interesantes que visitar, tenía que tachar los quince optimizando la ruta. Ahora los planos son para guardarlos en nuestra colección de sitios donde hemos estado. Porque cada vez me gusta más deambular, vagar, observar. Las calles. Los paisajes. A la gente. Porque cada vez me gusta más encontrar que buscar. Y cuando estás en un sitio distinto, si abres los ojos puedes encontrarte muchas cosas. Tal vez no lo veas todo, pero, si te vas más rico que llegaste, el viaje ha cumplido su cometido.
En el Secarral tenemos nombres de lugares que me encantan: Casa del Aire, Fuente El Beso, Laguna de los Capellanes, Fuente del Cabalgador, las Aguardas, Cruz Cerrada, la Vereda, la Semilla, Sierra de la Villa. Y he decidido coleccionar nombres bonitos. Nombres que vengan a mí. Nombres que me encuentren. Y así, en mis paseos camino de Santiago o buscando la tapa perfecta o el cocido más contundente, en cualquier lugar en el que esté, siempre habrá huecos para enriquecer el viaje, para leer, para mirar, para hallar nombres de lugares, de rincones, de plazas, de calles. Para aumentar mi colección. Y no sólo será por eso.
Porque seguro que el tiempo se disfruta más en la calle de las Impertinencias.
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