jueves, 10 de octubre de 2024

Por la calle de la Amargura

No sé cuándo podré comprar definitivamente mi tiempo. Trabajando no será. Un golpe de suerte no ocurrirá dada mi nula tendencia al juego. Y por herencia no parece. Llegará, cuando llegue, el día de mi jubilación, me temo. No antes. Pero lo tengo todo preparado. Lo primero que haré será irme a Saint Jean Pied de Port y empezar a andar hacia Santiago de Compostela al ritmo que me marque el camino. Cuando termine, comenzaré la ruta de las dos Españas, es decir, donde ponen tapa en el aperitivo y donde no, recreándome en la primera y pasando de puntillas por la segunda. Mi hermano, que tiene un año y medio menos que yo, me dijo que él tiene intención de hacer la ruta de los platos de cuchara por España y creo que llegaré a tiempo para unirme a él de fabada en cocido. Después…supongo que tendré que hacer la digestión y decir aquello de –como en casa, en ninguna parte.

Hay una sensación que cada vez me gusta más y es la de estar en un sitio donde nunca antes había estado. Y cada vez disfruto más del encanto de estar perdido. Que todo lo que vea sea nuevo, distinto. Creo que he aprendido a viajar. Antes pedía un plano y era un poco ingeniero haciendo turismo: si en el plano numeraban quince puntos interesantes que visitar, tenía que tachar los quince optimizando la ruta. Ahora los planos son para guardarlos en nuestra colección de sitios donde hemos estado. Porque cada vez me gusta más deambular, vagar, observar. Las calles. Los paisajes. A la gente. Porque cada vez me gusta más encontrar que buscar. Y cuando estás en un sitio distinto, si abres los ojos puedes encontrarte muchas cosas. Tal vez no lo veas todo, pero, si te vas más rico que llegaste, el viaje ha cumplido su cometido.

En el Secarral tenemos nombres de lugares que me encantan: Casa del Aire, Fuente El Beso, Laguna de los Capellanes, Fuente del Cabalgador, las Aguardas, Cruz Cerrada, la Vereda, la Semilla, Sierra de la Villa. Y he decidido coleccionar nombres bonitos. Nombres que vengan a mí. Nombres que me encuentren. Y así, en mis paseos camino de Santiago o buscando la tapa perfecta o el cocido más contundente, en cualquier lugar en el que esté, siempre habrá huecos para enriquecer el viaje, para leer, para mirar, para hallar nombres de lugares, de rincones, de plazas, de calles. Para aumentar mi colección. Y no sólo será por eso.

Porque seguro que el tiempo se disfruta más en la calle de las Impertinencias.

Y todo sabe mejor en la calle de los Galanes.

Y nada hay como perderse por la calle de la Amargura.

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