Pero esta vez fue distinto. Al pasar por su lado, mi padre…
-Chato.
-Sí.
-¿Tú sabes por qué tú y yo no nos hablamos?
-La verdad es que no.
-Yo sí que me acuerdo. Éramos unos críos. Estábamos jugando en el parque. Nos peleamos. -¡A mí no me vuelvas a hablar en lo que te queda de vida!
-¡No jodas!
-Han pasado más de sesenta años de aquello.
-Hemos sido un poco tontos, ¿no?
-¿Un poco?
Se dieron un abrazo. A día de hoy, se siguen hablando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario