lunes, 15 de agosto de 2022

Mi padre y el Chato

Setenta y tantos años tendría entonces mi padre. Iba callejeando por la capital del Secarral. A lo lejos vio venir al Chato. Ni se inmutó. Tenía el hábito bien entrenado. No viene nadie. Ignorar. Obviar. Un objeto sin interés. Una piedra. Una planta. Nada que llame su atención. Indiferencia.

Pero esta vez fue distinto. Al pasar por su lado, mi padre…

-Chato.

-Sí.

-¿Tú sabes por qué tú y yo no nos hablamos?

-La verdad es que no.

-Yo sí que me acuerdo. Éramos unos críos. Estábamos jugando en el parque. Nos peleamos. -¡A mí no me vuelvas a hablar en lo que te queda de vida!

-¡No jodas!

-Han pasado más de sesenta años de aquello.

-Hemos sido un poco tontos, ¿no?

-¿Un poco?

Se dieron un abrazo. A día de hoy, se siguen hablando.

No hay comentarios: