sábado, 12 de diciembre de 2020

Test de inteligencia

Dentro del término municipal de Picassent se encuentra un centro penitenciario. Yo trabajo en Picassent, concretamente en el polígono. Cada vez que digo dónde trabajo, la probabilidad de que alguien haga un chiste relacionado con la cárcel es del cien por cien.

Vamos a ver, señores. No. Ése no es el camino. Vamos a dar un paso más. Está bien tratar de ser gracioso, de intentar crear buen ambiente pero no podemos quedarnos ahí, en lo obvio. No podemos ser de los que esperan que alguien diga cinco para hacer su gracia. Hay que esforzarse. El domingo pasado, día del maratón de Valencia, salí a correr pronto, me metí en el recorrido, hice un rato, di la vuelta, volví por donde había ido y, casualmente, me crucé con la media y el maratón y pude verlas. No había un alma por la calle. Sólo los voluntarios que cortaban calles y se preparaban para los avituallamientos. ¿Cuántos, a la ida, me dijeron -¡que vas el primero!- (un clásico cuando calientas por cualquier circuito un día de carrera) y -¡que vas al revés!- a la vuelta? Pongamos dos de cada tres. Mal. No. De verdad, agradezco la intención pero me sabe a nada el esfuerzo. Vamos a esmerarnos. Vamos a intentarlo. El ingenio existe pero hay que trabajarlo. No podemos quedarnos en lo fácil, en lo de siempre. Hay que aportar. Hay que crecer. Al terminar de correr siempre estiro. Varios de los ejercicios los hago apoyado en una pared. Tres de cada cuatro personas que pasan, sean conocidos o no, me dicen que si estoy sujetando la casa, que si la voy a mover, que si no sé qué de la Torre de Pisa. Innecesario. Que no. Tenemos que exigirnos, ser brillantes, originales. ¿Queremos ser graciosos? Pues vamos a serlo, pero de verdad. Con estilo. Con clase. No somos obvios. Vamos a dar el paso siguiente. Vamos a esforzarnos. Vamos a crecer.

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