sábado, 14 de noviembre de 2020

El coche de mi padre

No aparentaba tristeza. Ni pena. Nada. Tan tranquilo. Sin parar de hablar. Yo tenía un nudo en la garganta. Estaba sacando su coche del aparcamiento sabiendo que no iba a volver. El último viaje. Me explicaba por dónde ir. Sabía que no era por ahí, que tendríamos que dar vuelta pero quería dejarle decidir. Tenía ese derecho. Era su coche. Su último coche. Me pidió que se lo llevara. Se iba a deshacer de él. No está ya para conducir. Ha sido capaz de reconocerlo. Mis padres se han hecho mayores. Son mayores. Lo viven de manera distinta. Mi madre intenta aparentar que está mejor de lo que está y siempre anda haciendo cosas que no debe. Mi padre es a la inversa. Se recrea contándonos lo fatal que se encuentra y disfruta bromeando con lo poco que le queda. Y aún tiene cuerda. Pero son mayores. Se han hecho mayores. Mi padre ha perdido visión en un ojo. Se siente inseguro al volante. Cada viaje es una aventura. Y ya no. Ya no. Y me llamó para que le llevase el coche al concesionario que lo va a intentar vender. Y, a mi lado, no paraba de hablar. No daba importancia al hecho. Y no era un elemento mecánico (y electrónico) el que hacía su último viaje. Era el coche de mi padre. Y el coche de mi padre ha sido un Ochocientos cincuenta, un Mil quinientos, un R-12, un Supermirafiori, los tres Peugeot cuatrocientos algo. El coche de mi padre es parte de mi vida, de la vida de mi familia, de cuando yo era un niño, de cuando éramos seis. Y tuve que ser yo el que condujese aquel coche, el coche de mi padre, por última vez, el que cerrase su puerta, el que le diese la llave al vendedor. Nos volvimos dando un paseo. Le acompañé. Él seguía hablando de sus cosas. Le escuchaba. Aguanté. Nos despedimos. Me quedé solo. Todos los días empieza y termina algo. Depende de nosotros cómo queramos solemnizarlo o relativizarlo. Pero no fui capaz de relativizar que el coche de mi padre ya sea pasado, que esta página se haya cerrado. Y lloré. Lloré desde mis pocos meses. Lloré por todos estos años.

1 comentario:

Entonoquedo dijo...

Conozco el paño. Un abrazo