martes, 28 de enero de 2014

Crónicas portuarias: un viaje sentimental. Segunda parte

Este año pasado la Copa del América se disputó en la bahía de San Francisco. Pelearon por ella los gringos, que defendían la que ganaron en Valencia en 2010 a los suizos del Alinghi, contra los neozelandeses. Yo, para esto de la vela, soy neozelandés. Me conquistaron cuando estuvieron en Valencia durante la Copa del América del año 2007. Desde entonces tengo a Dean Barker en mi galería de intocables. Ya sé que soy de secano, pero no puedo evitar tomar siempre partido y tomarlo hasta el último extremo. Y hasta San Francisco seguí (metafóricamente. Por desgracia) a Dean Barker guiado por su magnetismo infinito. Me tragué casi todas las regatas, en parte por San Francisco, por esas cuestas por las que espero correr alguna vez, por el Golden Gate y por la isla de Alcatraz aunque, sobre todo, por mi condición de neozelandés irreductible. Ganaba el primero que llegase a nueve victorias, a nueve regatas ganadas. Nos pusimos por delante ocho a uno. Perdimos nueve a ocho. Todavía no concilio bien el sueño por culpa de aquello. Fue un desastre.

Me gusta correr por el puerto. Es algo más que correr. Bastante más. Se me despiertan todo tipo de sentimientos. Hay mucha vida en el puerto. Mucha actividad en lo que se conoce como la parte deportiva. Ciclistas, patinadores, corredores, paseantes, parques infantiles, restaurantes…Y luego la belleza del canal, especialmente al atardecer. Pero todo esto tiene un poso de tristeza pues, a pesar de su actividad, el puerto parece una ciudad muerta. Ahí están los doce pabellones de la Copa del América abandonados. Ahí está el pabellón de Nueva Zelanda. Ahí está donde Dean Barker tuvo su morada. Ahí están los restos del circuito de Fórmula Uno, llamado urbano como podría haber sido llamado alpino. El puerto es una ciudad fantasma en donde hay vida entre las ruinas.. El puerto es la metáfora de lo que ha sido y es Valencia. Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados. Sólo que, me temo, los muros nunca fueron fuertes. Lo parecieron. Cartón piedra. Oropel. Una falla.

Me gusta correr por el puerto. Es algo más que correr. Llegado a la ciudad fantasma, unas veces me voy por la Marina norte, otras por la Marina sur y, algunas veces, por las dos. No es casualidad que vaya a uno u otro lado. No es lo mismo. Podría parecerlo: pabellones, circuito, la belleza del canal y un aparcamiento al final junto a los embarcaderos. Pero hay algo que las distingue. En el aparcamiento de la Marina sur está el catamarán con el que el Alinghi disputó la Copa del América del año 2010. Entonces no era un barco. Entonces era el mayor de los secretos. Alta tecnología. Qué digo alta, supersofisticadísima tecnología. Máximo exponente del poder económico del primer mundo. Dos regatas (porque no hubo más) y un trasto viejo e inservible abandonado en un aparcamiento del puerto de Valencia. Disfruté con la Copa del América en el año 2007, tanto que me dejó marcado y estaré siempre al tanto de ella. Pero eso no quita para que haya cosas que no me encajen. Me podrán explicar que todo aquello fue un gran negocio que generó mucho dinero donde nadie perdió. Me podrán justificar que aquel barco está amortizado. A mí no deja de parecerme un despilfarro y, como todo despilfarro, tiene algo de inmoral. ¿Demagogia? Seguro. Pero en mis soliloquios corredores por la Marina sur, cuando me altero y corro gesticulando, cuando abochorno a unos con mis reproches y convenzo a todos con mis peroratas irrefutables, la demagogia funciona. Y es un placer tener la verdad para poder cambiar al mundo.

Los rodajes por la Marina norte, en cambio, son más tranquilos. Y tiene el aliciente de que al final está Manuel. ¿Que quién es Manuel? Bueno, tiene su historia. En el extremo de la Marina norte hay un muro que cierra el paso al canal. El muro tendrá ochenta centímetros de alto y veinte de ancho. Y parece ser que aquel punto se ha convertido en uno de los favoritos de los valencianos para arrojar al mar las cenizas de sus difuntos. Y en vez de poner esquelas en los periódicos, las escriben en el muro. Y de la misma manera que me gusta leer esquelas en los periódicos me gusta leer esquelas sobre muros. Y entre todas, mi favorita es la de Manuel.

Te queremos, Manuel.

5 comentarios:

Slim dijo...

Pues a mí no me convenció en el 2007, así que imagínate cómo me la refanfinfla la Copa América en el 2014... Lo de los edificios es otro cantar. cuando paseo por ahi siempre me los imagino llenos de libros convertidos en bibliotecas o en locales de ensayo para grupos o en garitos de conciertos espectaculares o en...Quien fuera millonario y filántropo!!

El Impenitente dijo...

O millonario sólo.

Incluso oficinas portuarias, un parque empresarial, un parque tecnológico. O financiero. La mitad empresarial, como si fuera la City, y el resto noctámbulo y para el fin de semana. Algo así.

Altosybajos dijo...

Soy hijo de los Poblats Maritims de Valencia. Mi relación con el Puerto y Playas de Valencia es muy cercana aunque como buen hijo de ellas les dé la espalda con frecuancia. Pero tu relato me ha estremecido. Como siempre.
Gracias.

El Impenitente dijo...

Cuando quieras nos damos una vuelta por allí. No está mal salir del río de vez en cuando.

Clari dijo...

que lindo que es viajar no? sea en compañia o solo. yo disfruto mucho de conocer sitios nuevos. la ultima vez que decidi Viajar a San Francisco me termine quedando 3 años allí ya que conoci a una persona que hoy en día es mi esposo. ojala todos puedas lograr tener lindas experiencias en sus viajes!