Gest kozakiewicza

Final de salto con pértiga en los Juegos Olímpicos de Moscú. Los saltadores soviéticos Vladimir Poliakov y Konstantin Volkov figuran entre los favoritos junto a los franceses Thierry Vigneron y Philippe Houvion y el polaco Vladislaw Kozakiewizc. El concurso era seguido con gran interés por el público, apoyando en todo momento a los suyos y silbando y abucheando a los rivales. Poco a poco fueron cayendo Poliakov, Vigneron y Houvion. Quedaban Volkov y Kozakiewicz. Volkov estaba en el tercer intento. Si pasaba el listón, el concurso seguía. Si no, Kozakiewicz sería campeón olímpico. Con el aplauso del público Volkov comenzó la carrera, atacó el listón y…nulo. En aquel momento Kozakiewicz explotó, pegando un corte de mangas que dio la vuelta al mundo. Un polaco en el año mil novecientos ochenta, con Leónidas Brezhnev como Secretario General del PCUS, acababa de derrotar a los soviéticos en Moscú y lo celebraba dando un corte de mangas (en Polonia, desde entonces, el corte de mangas es conocido como el gesto de Kozakiewizc). Terminados los Juegos el embajador soviético en Polonia solicitó al gobierno polaco que, por insulto al pueblo soviético, despojasen a Kozakiewicz de su medalla. El gobierno respondió que no había motivo puesto que se había tratado únicamente de “un espasmo muscular involuntario causado por el esfuerzo”. La respuesta, sin duda, hacía presagiar todo lo que vino no mucho después.

Vladislaw Kozakiewicz estaba en la pista. Era campeón olímpico, sí. Un polaco había derrotado a los soviéticos en Moscú soportando los silbidos y los abucheos del público. ¿Tuvo bastante? No. Se dirigió a los jueces y pidió que pusiesen el listón a cinco metros y setenta y ocho centímetros de altura. Kozakiewicz iba a atacar el récord del mundo. Cogió su pértiga. Se puso en el pasillo. Se concentró. Comenzó la carrera. Atacó el listón. Lo superó. Tenía yo catorce años. Estaba en el secarral, en casa de mi abuela, solo frente al televisor. Mi abuela preguntó que qué pasaba, que por qué gritaba tanto. Jamás olvidaré la cara de Kozakiewicz mientras caía. Jamás olvidaré aquel concurso.