No es que quiera recuperar entradas antiguas para que sean leídas por las nuevas hornadas de lectores que se han ido incorporando porque no es el caso. No es que quiera ponerme a prueba para ver si soy capaz de soportar la vergüenza de leer cosas que escribí, prueba, por cierto, que no he superado sobre todo por el tonito empleado entonces (¿sentiré tanta vergüenza en el futuro de lo que escribo ahora?). La verdad es que no tenía nada o lo que tenía no me convencía, así que reescribiré una vieja entrada. Estoy en el ocaso antes de amanecer.
El Servicio Militar. La Mili. El hecho de que ya no sea obligatoria quizá sea beneficioso para el propio ejército. Ya no dispone de mano de obra barata, es cierto, pero tal vez eso le ayude a recuperar cierto prestigio en la sociedad. Aún le queda hasta que lo consiga, desde luego. Nos tenemos que morir todos los que tuvimos contacto obligatorio con él. Y para no menoscabar ese futuro auge en la opinión pública, contaré una de mis peripecias dejando claro que lo hago con ánimo únicamente constructivo.
Nací en Madrid y, cuando tenía quince años, nos vinimos a vivir a Valencia. Al cumplir los dieciocho entré en caja (como se decía) y fui citado en Madrid para tallarme. Allí acudí. Posteriormente fui al Gobierno Militar en Valencia, solicité el cambio de caja (de Madrid a Valencia) y, ya que estaba estudiando, empecé a pedir prórrogas.
En septiembre del año siguiente recibí una carta en Madrid del Gobierno Militar en la cual se me notificaba que, dado que no me había incorporado a filas, tenía un plazo para presentar justificaciones o alegaciones antes de ser declarado prófugo, insumiso, desertor o yo qué sé. Corriendo me fui para el Gobierno Militar donde les expliqué mi situación. Broncazo enorme. ¿Por qué no te diste de baja en Madrid? Supuse que era automático: si me daba de alta en Valencia me daban ustedes de baja inmediatamente en Madrid. Pues no. La suposición (de nuevo) como madre de todos los errores. Tenía que haberme presentado yo en su momento en Madrid para darme de baja. No dije nada. No sabía entonces que inteligencia militar es un oxímoron y todavía me creía aquello de –grandes mentes nos gobiernan- por lo que entoné el mea culpa, pedí perdón y me volví a Valencia.
Y ahora podría escribir el párrafo anterior de nuevo. En septiembre del año siguiente recibí la misma carta y se repitió el mismo proceso (bronca incluida), con la diferencia de que, al final, ni entoné el mea culpa ni pedí perdón. Como, además, me despedí muy sonriente del funcionario militar con un –hasta el año que viene- a punto estuve de empezar con la instrucción en ese mismo instante.
Volvió a llegar septiembre y ya no recibí carta. Mi historia de amor con el Gobierno Militar de Madrid se rompió sin gran desconsuelo por ninguna de las dos partes. Y pasaron unos cuantos años en los que fui solicitando mis prórrogas sin ningún problema hasta que un viernes a mediodía (¿alguna vez pasó algo bueno en viernes?) recibí una carta certificada del Tribunal Militar de Valencia en la que se me conminaba a presentarme el lunes siguiente en sus dependencias. Buen fin de semana aquel, hecho un manojo de nervios. Llegó el lunes y me presenté a la hora y en el lugar indicado. Con no demasiada solemnidad me hicieron entrar en un despacho.
-Buenos días. Bien, le hemos citado para notificarle que la causa que fue instruida contra usted ha sido sobreseída.
-¿Qué causa?
-¿Cómo que qué causa? ¿Usted no sabía que estaba siendo procesado? ¿Usted no sabía que ha estado en busca y captura por no presentarse cuando fue movilizado? ¿A usted no le han citado a declarar?
-Pues no. La primera noticia que tengo. Es más, no me he movido de mi casa. Para capturarme habrían tenido que buscar muy poco.
-En fin. Firme aquí. Que tenga usted un buen día.
Salí del Tribunal bastante confundido. Por una parte estaba aliviado, pero por otra me temblaban las piernas. Pensaba en un poster con mi cara y la leyenda “wanted” y mucha gracia no me hacía.
Pero la historia no termina todavía ya que, pasado un tiempo, fui a sacarme el pasaporte y me lo negaron pues tenía una causa pendiente que lo impedía. La frase –tienes una causa pendiente- pronunciada en una comisaría tiene una reverberación especial, por lo que rápidamente respondí –puedo explicarlo. Y lo expliqué. Iba a decir que suponía que, de la misma manera que se movilizaron para notificar mi causa debieran haberse movilizado para notificar el sobreseimiento (¿esta palabra existe?) pero entonces ya había madurado un poco y sabía la relación entre suponer y errar y tenía la certeza de que grandes mentes no nos gobernaban, por lo que me fui a casa, cogí la sentencia, la llevé a la comisaría, me miraron con gesto de –no sé, no sé- y me hicieron el pasaporte.
Y me fui a la mili. Y me fui asustado pensando en el comité de bienvenida que tendría a la entrada. Y no. Ningún problema. Y, aparte de lo bien que lo pasé en aquellos meses, muy mal no lo debí de hacer puesto que, el día de la licenciatura, me dieron un diploma como artillero de honor o artillero ejemplar o algo así. Guardo el diploma junto a la sentencia. Se supone que fue un final feliz para una historia que pudo acabar mal pero sigo sin tenerlas todas conmigo. No me fío de la inteligencia militar. No me fio.
sábado, 13 de abril de 2013
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11 comentarios:
Fueron vacaciones de la mente, nueve meses en los que no había que pensar en nada. No está mal.
No te fíes de ninguna inteligencia colectiva, impenitente...
Es una cosa que me planteo muchas veces, y es el tamaño que ha de tener un colectivo para que su inteligencia sea fiable o no. Opino como tú, pero el poder, en una democracia, lo tiene el que saca más votos. Y el pueblo siempre tiene razón, ¿no? El pueblo es inteligente, ¿no? ¿Cuál es el tamaño que ha de tener un colectivo para que recupere la cordura y tenga la confianza precisa para darle esa responsabilidad?
No sé si me he explicado bien.
¿Está maduro el pueblo venezolano? jejejeje lo siento no puedo resistir a un chiste malo ni a una pastilla de goma con forma de botella de cola.
Teniendo en cuenta que hay mucho más nivel en la elección de Miss Venezuela que en la de Miss Mundo o Miss Universo, lo de madurar en Venezuela debe de ser muy complicado. (Mi chiste no llega a la altura del tuyo. Esto no quedará así).
Cualquier viernes llamará a tu puerta la Policía Militar y te llevarán al paredón. Aún estás a tiempo. Huye conmigo a un poblado indochino. Te tocaré el contrabajo y te haré trenzas. Comeremos alacranes.
¿Indochina? ¿Alacranes? ¿Trenzas? Esperanza, Esperanza, tan graciosa pero no eres buena. Prefiero Policía Militar.
Cariño, no me hagas mohines de repugnancia cuando te ofrezco pinchitos de alacranes. Te he visto chupar con fruición caracoles, zarajos, morros.
Mis dedos de contrabajista te habrían transformado en un atractivo y cobrizo indochino con gorro cónico. Como sucedía con aquel pintor legendario que pasó su vida copiando el bello deslizar de las carpas entre las hierbas, y cada uno de cuyos bocetos, al ser arrojado al agua, se convertía inmediatamente en un auténtico pez
A otro, menos tiquis miquis, ofreceré mi fuga tropical. Fuera de aquí, tal es mi meta.
Esperanza, en el catálogo de fugas tropicales la tuya está de saldo. Sólo detrás de tu bajo tus mohínes sugieren, los dibujos de tus carpas nadan entre dos aguas, los alacranes son caracoles con salsa (olvidaste mencionar el pan para sucar) e Indochina la península itálica. Sin tu bajo los mohínes son grotescos, el gorro cónico perteneció a los Hermanos Tonetti y los alacranes son alacranes.
Esperanza, de nada valen los abriles que vivimos. Fuera de aquí está tu meta. Las carpas agonizarán entre las hierbas y a mí qué.
Ay, ladrón, me matas.
No puede ser que viva así, con este amor clavado en mí como una maldición.
Me echas en brazos de Tonetti.
Voyme. Para siempre. Asqueroso.
Charlie prófugo de la justicia. jajaja.
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