Quisiera ser… tu gran amor.
Quisiera ser el eco de tu voz
para poder estar cerca de ti.
Quisiera ser tu alegre corazón
para saber qué sientes tú por mí.
Quisiera ser un águila real
para poder volar cerca del sol
y conseguirte las estrellas y la luna
y ponerlas a tus pies, con mi amor.
Quisiera ser un pobre ruiseñor
para poder cantar cerca de ti.
Quisiera ser la más bella canción
para poder hacerte muy feliz.
Quisiera ser la aurora boreal
y darte así un mundo de color.
Y conseguirte las estrellas y la luna
y ponerlas a tus pies, con mi amor.
Y conseguirte las estrellas y ponerlas a tus pies.
Quisiera ser tu gran amor.
En realidad volvemos al tema de los límites en la creación, de hasta dónde puede llegar la lógica y si el lenguaje poético o el lenguaje metafórico tienen carta blanca para perpetrar todas las fechorías que les plazca con total impunidad. Personalmente, aunque tal vez no sea el momento, diré que sí que realizaría una serie de prohibiciones dentro de la poesía. Por una parte eliminaría cualquier referencia a astros, satélites, estaciones y fenómenos atmosféricos que ya está bien de tanta lluvia, tanto viento, tanta luna, tanto otoño y tanto sol. Y, luego, también suprimiría la construcción del tipo “el/la tal del cual” (la tarde del silencio, la nostalgia del principiante, el desprecio del paréntesis, la quimera de la ausencia). No deja de ser una estructura hecha, un truco fácil en el cual dejas caer las palabras al tuntún y siempre queda bien. Es como la tabla de multiplicar sólo que en vez de siete y cuatro dices catarsis y averno y tratas de vender la moto de tu poesía. Y no. Prohibido.
Vamos con el Dúo Dinámico. Los muchachos están enamorados y, como son un tanto extrovertidos y exhibicionistas, deciden proclamarlo a los cuatro vientos. Y piensan –vamos a echar mano del lenguaje poético porque aquí todo vale y al disparate siempre le podemos llamar surrealismo. Y así no les importa socarrar a un águila real mandándola al sol para realizar una tarea realmente hercúlea e inútil. ¿Para qué quiere nadie tener a sus pies la luna y las estrellas? Eso, ¿para qué sirve? Da igual. Es poesía. Y relacionan el eco de la voz con la cercanía. Vamos a ver, las ondas sonoras están por ahí. Cuando están cerca, y según el tono y la intensidad, las oyes. Cuando están lejos, pues no. ¿El eco de tu voz? Quizá sea mejor escuchar la voz directamente que no estar pendiente del eco, pero igual eso es demasiado prosaico o demasiado práctico. ¿Se pierde lirismo siendo lógico? Se ve que sí.
Sigo con otro tema. Si hay un órgano humano sobrevalorado en demasía por la poesía es el corazón. El corazón es un músculo que se dedica a bombear sangre y al cual sólo le preocupa lo de sístole y diástole y que ni siente ni padece. Donde de verdad se siente es en el estómago. ¿A santo de qué tanto corazón? ¿Por qué se ignora de una manera tan injusta al estómago? ¿Dónde se agarran los nervios, dónde se siente la pena, de dónde nace la alegría? Siempre del estómago. ¿Entonces? No lo entiendo. Y llegan estos dos capullos y vuelven a redundar en lo del corazón y lo de sentir porqué así se sienten unos rapsodas. Que no. ¡Que no! Pregúntale a su estómago y te responderá al instante. Creemos la poesía del estómago, reivindiquémosla y llevémosla donde se merece.
Y no me quiero meter en qué clase de chica les gusta a estos dos palanganas, rodeada siempre de pobres ruiseñores cantarines. Seguro que está en una mecedora con su rebeca puesta peinando muñecas todo el día, pero si a ellos les gusta que con su pan se lo coman. Pero, y aunque vuelva a parecer que soy demasiado estricto, no veo yo a esta muchacha en el Polo Norte los meses de invierno disfrutando del colorido de la aurora boreal. Los pobres ruiseñores podrían constiparse. O tal vez congelarse. Desde luego que un mundo de color es algo muy bonito, pero un mundo de color a cuarenta grados bajo cero…no sé. A lo mejor tiene menos encanto. Aunque por otra parte Laponia es, sin duda, tierra de poetas. ¿Quién no tiene en casa varios libros de poesía de distintos autores lapones?
Y el caso es que esta canción me gusta. Me gusta mucho. Lo único es que cada vez que la escucho me hace pensar. Y la música, como la poesía, se siente, no se piensa. Y siento que pienso. Y pienso que siento. Y la canción suena y yo estoy en un bucle sintiendo y pensando. Y no entiendo cómo la gente la canta y la baila, cuando es una canción para meditar, para reflexionar profundamente sobre los límites del arte, sobre las fronteras y la tiranía de la lógica y que debiera estudiarse en la Facultad de Filosofía.
También pienso que “El final del verano” debiera estudiarse en la Facultad de Psicología. Pero ésa es ya otra historia.
5 comentarios:
menudo poeta estas tu hecho, ahora la imagen de la chica en la mecedora peinando muñecas me acompañará hasta la hora de dormir.
Compeltamente de acuerdo contigo respecto a que se siente con el estómago, pero quedan más cuquis esos corazoncitos que no los supuestos estomaguitos que tendrían forma de..no se... alubias?? Fíjate tú, por eso, menuda relación entre el amor y la gastronomía... ya de paso, darse un atracón de estómagos (en lugar de corazones) es decir, sobredosis de amor, sería como abarrotarse de alubias, y ya sabemos que efectos producen... gases y más gases convertidos en un aire expulsado con un hedor putrefacto... Conclusión: Enamorarse es cagarla y el amor, apesta.
Pi, te recomiendo "Las flechas del amor" de Karina y "Cupid" de Sam Cooke. Y luego, para rematar, ésta:
http://www.youtube.com/watch?v=M55j8Gho5mo&feature=related
jajajaja, tienes razón, los sentimientos se alojan en la barriga. Y sobre gustos gastronómicos, igual que sobre preferencias amatorias, no hay discusión posible; cada uno tiene el suyo y punto (por mucho que nos cueste entender la apología del plato combinado o la portada de Terelu)
Jaramiel
Plato combinado con sidra "El gaitero". Tres estrellas Michelín.
En el secarral tenemos al mayor Tereluísta del mundo. Le pregunté y asintió satisfecho. Dirás que la pasión le ciega y tendrás razón.
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