viernes, 14 de octubre de 2011

La danza de las horas

Una de las paredes de nuestra casa está ocupada por un reloj de estación. Tiene un diámetro de unos setenta centímetros, manecillas horaria y minutera y numeración arábiga. La vida de un reloj puede parecer un tanto monótona, con la única alteración de los cambios horarios a finales de octubre y de marzo, y es probable que sea así. Aunque tal vez no. Me gusta mucho mirar nuestro reloj. Encuentro fascinante estudiar las horas y observar cómo cada una tiene su personalidad. Es paradójico como toda la altanería y la arrogancia de la manecilla horaria se torna en humillación cuando se ve rebasada por la minutera y suplica e implora en vano. Son dignos de estudio todos los cambios de humor y de personalidad que sufre la manecilla minutera en cada una de sus vueltas, desde la gallardía hasta la afasia, desde la languidez hasta el ensimismamiento. Me entretienen las arteras maniobras de ambas para conseguir hacer la pinza a los números. Me sorprende lo ingrato y lo doloroso que les puede resultar a veces solaparse (y me recuerdan a un profesor de álgebra que tuve, que nos preguntó que si a las doce en punto se superponen la manecilla horaria con el minutero y el segundero, ¿a qué hora volverán a coincidir las tres?). Y nunca dejo de pensar que las horas no son más que una danza, un baile repetitivo y tedioso pero con infinitos matices que lo hacen eterno e inagotable.

Hace ya mucho tiempo que me viene rondando la idea de preparar una exposición. Y puesto que mi amigo G. está en el mundillo lo involucré en la idea. Tendríamos que alquilar un local circular, a ser posible una plaza de toros, y en las tablas del burladero colocar setecientos veinte relojes de estación uno junto a otro completando la vuelta. Cada reloj estaría un minuto adelantado respecto a su predecesor de tal forma que todas las horas quedaran representadas. Los relojes estarían en funcionamiento. El tic-tac de los mismos sería la música. Y comenzaría la danza. Y para seguirla habría que comenzar a girar. Tal vez fuese el primer baile en el que los bailarines estuvieran estáticos (o casi) y fuera el público el que tuviese que moverse. Tal vez fuera también la primera vez en que el orden lógico y previsible inspirase y sorprendiese. Y podría seguirse en cualquiera de los dos sentidos. En sentido horario, fluyendo con la música, dejándose arrastrar. Y en sentido antihorario, anclándose a esas horas que nos hablan, que nos seducen, que nos embrujan. La música, el baile y el tiempo en nuestras manos. Mamá, quiero ser artista.

11 comentarios:

3'14 dijo...

Me encanta la idea de tu exposición, además, si avanzas más rápido puedes desafiar al tiempo y adelantarte a él, al igual que si giras en sentido contrario sería como retroceder al pasado.

Yo tengo varios relojes por casa que marcan la hora exacta dos veces al día... y otro en la cocina, sin manecillas (se estropeó y lo tuneé) y con rotulador escribí: "Tómate tu tiempo". Creo que es un buen consejo para cocinar.

Ah! Y detesto los cambios horarios, sólo de pensar que se aproxima el peor de los dos me pongo enferma... bastante duro es el invierno como para encima propiciar que oscureca antes... Y un cojón lo hacen para aprovechar las horas de sol!!! De ser así, entonces retomemos los hábitos que el resto de europa tiene, modifiquemos los horarios de comidas (entre muchos otros) y los laborales! ufff... es que me enervo!!!

Camilo dijo...

Qué mundo el de los relojes. Y esos relojes de la estación, que son de la aristocracia y que con tan malas maneras miran a los digitales advenedizos. La exposición sería portentosa pero no sé yo si el público resistiría tanta evidencia de su temporalidad.

El Impenitente dijo...

Si los alemanes dicen que hay que cambiar la hora pues se cambia y punto. Merkel manda, nosotros obedecemos.

Los relojes de estación no miran con malas maneras a los digitales. Ni siquiera los miran. Los ignoran. Tú lo has dicho. Son aristócratas y todavía tienen modales aristócraticos. La hora que marcan es de otra época. Son atemporales. Son estética pura. Su funcionalidad es anecdótica, cortesía no más.

SisterBoy dijo...

Dedicada a tí

http://youtu.be/ZdVn3BF07vE


I know a room full of musical tunes.
Some rhyme, some ching, most of them are clockwork.
Let's go into the other room and make them work.

El Impenitente dijo...

Gracias por la dedicatoria. Fue por tu perniciosa influencia por lo que me agencié el "The piper at the gates of dawn" hace ya algún tiempo y hoy me lo he vuelto a escuchar. Se me ha vuelto a expandir la mente y después he escuchado a los Moody Blues. Todos son hijos de la misma época (y tomaban las mismas vitaminas, por lo que se ve).

G. dijo...

El reloj de la estación de Reinosa se detuvo algún día a las once y veinte, nunca sabremos si de la noche o la mañana. El domingo, volviendo de Santander, lo ví y luego me comí un bocadillo de jamón muy rico en el vagón-restorán.

Exactamente las once y veinte es la hora que siempre veía la bisabuela de Juana en un plato de cerámica. Colgado todavía en la pared del salón, está decorado con un pájaro cuya cabeza hubiese marcado las once y su cola las veinte si de un reloj de pared se tratase. Para la bisabuela, de cansadísima vista, siempre eran las once y veinte y siempre se sorprendía por ello, como algunos de los viajeros que llegan a Reinosa.

No le cantes a tu madre. Por más que te duela (y a ella más) tú ya eres un artista y quién sabe si incluso algo peor.

El Impenitente dijo...

¿La bisabuela de Juana también se comía un bocadillo de jamón cada vez que se sorprendía?

Aunque queda más bonito pensar que ahora mismo son las once y veinte en la estación de Reinosa.

¿Artista? Sí, hombre. Y tú más.

Anónimo dijo...

Impenitente, ¿has leído Ébano, de Kapuscinsky? Copio y pego algo que me ha recordado esta entrada:
http://las3jotasporafrica.trasfondografias.com/tag/ebano/

Nota: Kant,europeísimo, decía que el tiempo era una forma a priori de la sensibilidad...(me gusta esa concepción de que mientras no acontezca algún suceso que amrque la diferencia -noches que se acortan, canas que aparecen, etc- el tiempo no transcurre, es sólo un apunte en un artefacto mecánico)

Jaramiel

Anónimo dijo...

La verdad es que resulta sugerente esa visión africana, aunque yo vivo el tiempo a la european way, o sea, cuasienfarlopada entre semana (eso sí, intento aplicar en el fin de semana la máxima de disfrutar de la "ausencia" de tiempo)

Jaramiel

Anónimo dijo...

un poco aristotélico todos estos comentarios, sólo me falta lo de ¿ya tenemos tiempo para reflexionar sobre cómo gestionamos el tiempo que no tenemos?
(sí, necesito un café)

Jaramiel

El Impenitente dijo...

Yo cuando escucho lo de aristotélico pienso en Aristóteles Onassis e, inmediatamente, me suscribo a su concepción espacio temporal.

No he leído a Kapuscinsky pero sufrí en mis carnes la distinta concepción del tiempo en Europa y en África. Hicimos obra en Gabón, junto a Libreville. La obra, a pesar del emplazamiento, era europea, con fabricación europea, mano de obra europea y mentalidad en productividad y rendimientos europea. Todo iba bien hasta que tenías que recurrir a los africanos en forma de herramientas, grúas, de grupos électrógenos, reparaciones, etc. Nosotros nos subíamos por las paredes, por los retrasos. Ellos ni se inmutaban. ¿Quién tenía razón? Desde luego nosotros íbamos mejor vestidos y teníamos mejores relojes, pero ellos se reían mucho más.

Ruego me explique eso de una forma a priori de la sensibilidad (Kant también afirmaba que las intuiciones del espacio también son intuiciones del tiempo. Tampoco lo entiendo). Sí te digo, con respecto al paso del tiempo y, lo que más nos afecta, la edad, que siempre pensé que la edad sólo refleja el número de órbitas completadas por la tierra en su movimiento rototraslatorio alrededor del sol con nosotros aquí. La edad es, por tanto, sólo una cifra. Lo malo es que no termino de creérmelo.

Y lo que haré con el tiempo que no tengo cuando pueda disponer de él lo tengo muy claro.