miércoles, 19 de octubre de 2011

Tú vales, chaval

Yo no tuve instinto paternal hasta que nació mi crío el mayor. Entonces se me despertó de golpe y si no soy el padre más padre de todos los padres me falta poco. Disfruto mucho con ellos y también observándolos. Prefiero no pensar en que algún día se harán mayores pero eso no quita el regocijo que siento cuando presencio y participo de sus descubrimientos de lo que podríamos definir como las cosas verdaderamente importantes en esta vida. Y como soy un padre pesado convencido de que sus hijos son lo más maravilloso del mundo (Ana está de acuerdo conmigo) pues haré relación de algunos de esos momentos.

La primera cosa realmente importante de esta vida a la que me quiero referir es al fútbol. A mi hija le gusta jugar con sus muñecos a los que llama bebés y se emociona con Hello Kitty y con las princesas Disney. A mi crío le gusta el fútbol. ¿Educación sexista? Si mi cría no juega al fútbol es porque no quiere (aunque se manifiesta seguidora del Deportivo de la Colonia (sic)). Si mi chaval no le encuentra la gracia a Hello Kitty no es porque no esté presente en cualquier rincón de nuestra casa. A mi hijo le gusta el fútbol. Le gusta jugarlo y le gusta seguirlo. Y, como la mayoría de los chavales ahora, me ha salido culé. Yo procuro apartarlo de lo que considero una desviación (con perdón) pero empiezo a pensar que es una lucha estéril. Como parte de la terapia decidí un día llevármelo a Mestalla. Jugaba el Valencia contra el Sporting a las seis de la tarde. Era buena hora y un partido sin mucho riesgo, así que hablé con mi amigo Nacho y me dejó sus dos pases junto al marcador allá donde las nieves son perpetuas. Antes de entrar me pidió un muñequito que es un murciélago con la camiseta de la señera y se lo compré. Yo estaba feliz de acompañar a mi hijo en su primer día en un estadio de fútbol. Subimos. Vi que nuestros sitios estaban ocupados pero había sitio de sobra y nos sentamos en otro lado. Comenzó el partido. Al poco de empezar vinieron los propietarios de nuestros asientos y nos tuvimos que mover. Y eso descolocó a mi hijo. Ha resultado ser un maniático del orden y no podía soportar que nos tuviésemos que mudar otra vez. Y estaba nervioso, muy nervioso. Le tuve que prometer que ya nadie nos iba a mover de donde estábamos sentados. Y se fue tranquilizando. Fue emocionante entrar con él al campo. Fue emocionante cuando vio el césped (a mí me sigue pasando. Cada vez que veo el campo tan verde siempre pienso que la entrada ya está pagada, que lo que venga después será siempre un regalo), cuando saltaron los jugadores, cuando los presentaron, cuando empezó el partido. Le gustó el ambiente, los cánticos, el bullicio del público. Pensaba –este hoy se convierte al valencianismo. No es que yo sea especialmente valencianista, pero mi hijo al fin y al cabo es valenciano. El partido terminó cero a cero. Pero cero a cero. No creo que haya habido nunca un resultado más justo. Las mejores jugadas fueron los dos saques de centro. Él, tras la tensión de lo de los asientos, estuvo entretenido al principio. Poco a poco se fue aburriendo y el partido se le hizo largo. Menos mal que tenía su muñequito del murciélago y terminó jugando con él sin mirar siquiera al campo. Pitó el árbitro el final. Nos fuimos. -¿Te ha gustado? –Sí, aunque ha sido un poco rollo. –Ha sido un tostonazo. Y me dieron ganas de decirle que siguiera siendo del Barcelona pero me contuve. Aunque sé que es una batalla que tengo perdida jamás me rendiré. Antes morir que perder la vida.

Otra cosa realmente importante en la vida es, sin duda alguna, la mascletá. Y aquí mis críos debutaron a lo grande. Nada de vivir una de barrio quedándose un poco lejos para ver si les gusta o no. Semana fallera, plaza del Ayuntamiento delante del edificio de Correos. En la guerra como en la guerra. Estábamos junto a un puesto de helados y les compramos uno a cada uno. Dos menos un minuto y allí están cada uno comiéndose su helado. Las dos en punto. Al lío. Pendientes de nuestros hijos estábamos, pensando que tal vez nos habíamos equivocado, que pudiera ser que no les gustase, que los minutos siguientes pudieran ser eternos e insufribles para ellos. Terminó. No fue una de las gloriosas pero tuvo su nivel. Para alguien que nunca hubiese vivido ninguna tenía que ser algo para recordar, desde luego. Pues mis críos ni se inmutaron. Ahí estuvieron los dos, ensimismados con su helado y ni una mascletá los sacó de su letargo. Siempre pensé que una mascleta nunca deja indiferente, que o te encanta o la aborreces. Y no. Estaba equivocado. Y mis críos son la prueba.

La tercera de las cosas realmente importantes de la vida a la que me quería referir es a correr y a las carreras. Me había inscrito en un quince mil que se disputaba en Soneja, provincia de Castellón, un domingo por la mañana. Como estaba un poco lejos nos fuimos los cuatro con la idea de luego quedarnos por la zona aprovechando el día. Fui a recoger el dorsal y mi crío vio a un grupo de chavales con un balón y se fue a jugar al fútbol con ellos. Como uno llevaba un dorsal me dijo que él también quería correr, que lo apuntase. Pregunté -¿Hay carreras para niños? –Sí. ¿Qué edad tiene? –Siete años. –Hay una para niños de siete a diez. -¿Y qué distancia corren? –Quinientos metros. –No les meteréis por las cuestas. –Aquí sólo hay cuestas. No se puede hacer un circuito llano. -¿Tú estás seguro de que quieres correr? –Sí. –Pues venga.

Y lo apunté. La desgracia era que ellos corrían una vez habíamos salido nosotros y me lo iba a perder. Sólo le dije –no salgas a tope. Sal tranquilo, que se te va a hacer muy largo. Tú sólo piensa en disfrutar. Dieron la salida a nuestra carrera y yo no paraba de pensar en mi chaval. Me daba igual que ganase o que no. Sólo quería que le diesen una medalla. Recuerdo la primera que gané yo, cuando tenía ocho años, en una carrera de cincuenta metros en el colegio. Una medalla de bronce. Todavía la conservo. Hay cosas que nunca se olvidan. Pasé todo el calor del mundo subiendo y bajando por el entorno de Soneja y ya, por fin, llegué a meta. Y tal como crucé apareció mi hijo corriendo con su medalla al cuello. Nos saludamos como colegas que somos. Estaba radiante. Había quedado séptimo me dijo. Les habían dado medallas a todos. Me contó su carrera un millón de veces. A su lado Fermín Cacho, Mirus Yifter y Napoleón Bonaparte una mierda de estrategas. Y al día siguiente se fue al colegio con su medalla al cuello y le contó su carrera hasta a los árboles del patio. El caso es que, dada su condición de culé, y teniendo en cuenta que no se inmuta en una mascletá, tenía a mi hijo desheredado dejándole toda mi hacienda y mi fortuna (es un decir) a mi hija que la iba a destinar a adquirir merchandising de Hello Kitty. Pero ahora mi chiquillo es un corredor. Y la cosa cambia. Tendré que rehacer el testamento. Pobre Hello Kitty.

14 comentarios:

Slim dijo...

ay que me he emocionado y todo pensando en el chiquillo y en su medalla!
que sea el comienzo de una larga "carrera", nunca mejor dicho!

Peri Lope dijo...

Impenitente. Esta es una de esas entradas que bordas. Hay más, pero cuando hablas de los peques no te tosen ni los críticos.

Si fueras un poco más ambicioso con tus pretensiones literarias no te lo íbamos a reprochar...

El Impenitente dijo...

Mira que eres zalamero, Peri Lope.

Y respecto a la ambición, para escribir, al menos yo, hace falta tiempo y concentración. Para ir un paso más allá, desde luego. Pero si tú dedicas más líneas al librero y a sus andanzas prometo ser más pretencioso si cabe.

¿Una larga carrera? Lo que de verdad me gustaría es que le gustase y le divirtiese hacer deporte. Si después tengo que ir acompañándole por Juegos Olímpicos y Mundiales pues lo haré con más celo que la madre de Arancha Sánchez Vicario.

Anónimo dijo...

Mi hijo, un encanto también, lo primero que me dijo cuando me vió después de mi "hito" 3 playas fue: "pero mamá, si te han adelantado un montón...seguro que te habrás parado a tomar un café, y claro, entonces te han adelantado todos los morenitos ¿no?" Ay, qué mono.
Espérate que después de la fase Hello Kitty llega la de Monster High.
Jaramiel

Juan Rodríguez Millán dijo...

¡Ah, los niños, qué grandes son! Y si son los de uno, tiene que ser algo brutalmente maravilloso. Fantástica entrada, precioso relato. No pierdas la fe, que mi primer partido fue un Barça-Madrid en el Camp Nou nada menos (cuando aún no era el supermegapartido del siglo). y no me acuerdo de nada. Si es que yo nací para ser de la Real (¿y sabes el primer partido de la Real que vi en directo? En el Calderón, Copa del Rey 87-88, perdimos pero remontamos en la vuelta). Y yo que no termino de entender la gracia de Hello Kitty... Algún día tienes que conseguir que tu niña me lo explique...

Arual dijo...

La desviada de Aru tiene que felicitarte por la futura carrera atlética de tu retoño, jeje!!

El Impenitente dijo...

Yo creo que lo de Hello Kitty es un misterio para todos los tíos. Y si no lo es seguro que Hello Kitty y sus amigos están junto a los discos de Barbra Streisand y de Village People.

Monster High todavía no. Aún nos queda.

GARRATY dijo...

El problema con Hello Kitty es que las madres se lo transmiten a las hijas de generación en generación. Algún padre, en algún lugar, en algún momento, debe detener este círculo vicioso y romper la cadena. Probablemente perecerá en el intento pero permanecerá para siempre en nuestros corazones como lo que es: un héroe.
PD: Mis hijas se han ido hoy al cole con un paraguas de Kitty monísimo.
PD2: Cómo me tocas la fibra con lo de tener la entrada amortizada con solo ver el verde del césped. ¡Qué gran verdad!

3'14 dijo...

Rompiendo tópicos (1): NO ME GUSTA HELLO KITTY. A mí hijo tampoco aunque esté en la fase Monster High y haya pasado por encima de la petarda Kitty, aunque sucumbió a TODAS las princesas Disney. Y no entiendo como mujeres con el pelo púbico ya crecido siguen usando braguitas de dicha marca, pijamas, monederos y todo la mierda que le sigue...

Rompiendo tópicos (2): Me gusta el fútbol (aunque tampoco sea una seguidora empedernida) Y a mi hijo NO (cuando el otro día le preguntaron por los jugadores del barça muy seguro el dijo: Pau Gasol... además de convertirle esa falta de afición futbolística en un marginado social es un inculto deportivo, pobre...)

Rompiendo tópicos (3): A mi hijo le gusta Monster High, como ya he mencionado, hace la colección de cromos, por ello, tiene que aguantar la burla de los otros chavales de su clase llamándole a él y a su mejor amigo (que también sigue la misma colección)"niñas"... Es cierto que también le gusta Cindy Lauper y su peli favorita es "El magode Oz", pero vamos... de ahí a insinuar que los que vayan por detrás suyo patinen es demasiado para sus 8 años...

A todo esto, no deja que me alegre por ti que tu hijo comparta contigo una de tus pasiones. Es terrible tratar de imponer los gustos propios a los hijos, e incluso hacerles entrar con calzador aquello que nosotros quisimos cuando éramos críos y no pudimos tener... Yo he intentado no caer en eso, y he aceptado con suma resignación sus gustos (lo digo por las princesas Disney... y no por que sea un chico, si no porque a mí no me gustan) Sin embargo, compartimos el placer por el cine, hoy por hoy, a su nivel, pero es una gozada ir al cine con mi hijo verle flipar desde el minuto cero hasta el final, sentadito en su asiento sin abrir boca, y enfurruñándose cada vez que alguien hace el más mínimo ruido en la sala, mi misma imagen... valeee, es cierto.. hay cosas (más de las que imaginmos, más de las que quisieramos probablemente también) que les transmitimos de madres/padres a hijos XD

El Impenitente dijo...

No veo, Garraty, que vayas a ser tú el que rompa la cadena. Y mucha suerte el domingo.

Los padres siempre comparten las pasiones de sus hijos (aunque se diviertan sacándoles punta). Lo raro es que sean los hijos las que compartan las de los padres. Y cuando eso ocurre (puestos a ser cursis) un ángel recupera sus alas.

SisterBoy dijo...

Malas noticias mio amico, cuando un nene elige equipo nada puede hacerle cambiar de idea, asi que culé por los siglos de los siglos.

El Impenitente dijo...

Ya te digo que es una guerra que doy por perdida, pero de vez en cuando tiene sus buenos momentos. Allí dije Javi Varas un millón de veces. Me reí mucho hasta que terminó el partido del Atleti. Entonces comenzó su turno.

J.P. dijo...

Mira que siempre intento reírme, pero esta vez no puedo.

Menos mal que no te vió correr con tus mallas rosas, le hubieses deprimido.

;)

El Impenitente dijo...

Se acabaron las mallas rosas. Tras dos semanas de parón he vuelto. El próximo domingo volveré a jugarme la vida entre los cazadores. Qué ganas tenía.