domingo, 19 de junio de 2011

Palotes y magdalenas

Marcel Proust mojó su magdalena en el té. O igual era manzanilla. Y le dio un bocado. Y escribió siete tomos de literatura que le han hecho pasar a la historia como uno de los grandes. Una magdalena. Hay terrenos en la memoria que están vedados a la razón o al pensamiento y a los que sólo se puede acceder a través del poder evocador de los sentidos (lo de poder evocador lo he copiado). Y debe de ser muy grande ese poder. Dio un bocado a una magdalena, abandonó su vida disipada en los salones de la nobleza y la alta burguesía tratando de ser receptor de la sonrisa de alguna duquesa (y de alguna otra cosa de algún conde), se encerró en una habitación acolchada siempre cerrada y humedecida por sahumerios por aquello del asma, se puso un abrigo y tres bufandas, se metió en la cama y se dedicó a recuperar un tiempo que él pensaba que estaba perdido. O, al menos, se dedicó a buscarlo. Y catorce años estuvo, hasta su muerte, llenando y corrigiendo cuartillas, haciendo literatura (eso dicen. Yo me terminé “Por el camino de Swann” a golpe de puro empeño. Y tengo intención, algún lustro de estos, de continuar con “A la sombra de las muchachas en flor” aunque no sea más que por el título). Literatura en estado puro. Una magdalena. Por una magdalena.

El otro día me comí un Colajet. Estaban el Camyjet y el Colajet. Ambos eran polos de hielo (valga la redundancia) y tenían forma de cohete. En el Colajet la base era de cola y el resto era de limón, con una caperuza de chocolate. El Camyjet era igual pero con la base de naranja. A mí me gustaba más el Camyjet. Pensaba que ya no existían. La verdad es que llevaba mil años sin pensar en ellos, aunque, desde luego, son parte de mi infancia. Al menos me comí muchos entonces. Así, cuando el otro día, al terminar de comer, abrió Ana el frigorífico y sacó un Colajet di un grito –pero bueno, ¿y eso? –Ya ves. Cogí el Colajet, le quité el papel, lo miré fijamente y empecé a pensar – Aquí estoy, mirando cara a cara a la literatura, a la pura literatura. He aquí mi magdalena. Le voy a dar un bocado y el poder evocador de los sentidos abrirá todas las puertas de mi subconsciente. Me volveré asmático. Me saldrá bigote. Me meteré en la cama y empezaré a escribir sin parar. Tiempo perdido, allá voy. Y le di un bocado a mi Colajet. Y entonces…está bueno. Sigue estando bueno. Cuando me quise dar cuenta ya no quedaba más que el palote. Y ni rastro del poder evocador de los sentidos. Ni rastro del bigote. Ni rastro de la literatura. El único rastro fue un lamparón en la camisa. Decía no sé quién que el arte nace siempre de la frustración. Pues frustrado me quedé con mi palote en la mano (al que le saque punta a esta frase me lo cargo). Y no. No tiene pinta de que esta frustración me vaya a llevar ni por el camino del arte, ni por el de Swann ni por el de Guermantes. Tiempo perdido, que casi mejor me quedo.

13 comentarios:

Camilo dijo...

El Colajet ha sobrevivido a golpe de nostalgia, ¿a qué, si no, con esa forma tan ochentera que parece hasta soviética? Detrás de su sabor debe de haber un ambiente, un trayecto, un espíritu generacional para el que no sé yo si bastarán siete tomos.

Arual dijo...

A ver niño que un Colajet no es lo mismo que una madalena. Prueba a comer madalenas!!! O mejor cupcakes que queda más fisno!!!

los placeres y los días dijo...

http://open.spotify.com/track/37I0smcCMvsguzWchPo3Ql

Juan Rodríguez Millán dijo...

¡Qué grande, no sabía que el Colajet seguía existiendo! Y si el Colajet inspira esta entrada, oye, quizá sí tiene ese poder evocador de los sentidos, ¿no? Poco a poco, poco a poco...

Anónimo dijo...

Mi balance: tiempo perdido y medio kilo ganado, en este caso a base de Frigopies, que también siguen existiendo...
Jaramiel

GARRATY dijo...

Eso te pasa por comer helados chungos. Donde se ponga un Apollo de vainilla de la ya extinta Avidesa. Eso sí que era un manjar.
Por cierto, ¿colajets? ¿tapas y cañas? ¿acaso pretendes ingresar en la sección de sumo climaturia? Te advierto que son como Movistar: es fácil entrar pero muy jodido salir.
Otro por cierto, me has planificado el otoño 2012 y la primavera 2013 pero me queda un hueco en la primavera 2012 ¿se te ocurre algo?

Slim dijo...

el verano pasado puse en facebook un cartel de los polos de frigo del año 80 y todo el mundo quiso dar opinión acerca de su polo favorito de la infancia (tengo que decir que ganó el Colajet por goleada, tb mi favorito, seguido del drácula). o todos somos Proust, o es que los polos de Frigo tenian alguna droga desarrollada por cientificos rusos de la que aun no sabemos sus efectos secundarios.

ya estas preguntandole a ana donde compró los colajet.

SisterBoy dijo...

Ni idea de qué están hablando, aquí esas cosas no se conocían al igual que tampoco conocimos el pan Bimbo, en cambio teníamos otras cosas como el Appletaiser del que sin nunca ustedes nunca han oído hablar.

El Impenitente dijo...

El Colajet lo venden en el Consum. Y detrás de su sabor están los recuerdos de cada uno. Lo malo es que no somos Proust. Y lo bueno es que no somos Proust y saboreamos y evocamos el Colajet (o el Appletaiser) como somos. ¿Siete tomos? En cuanto nos tocan lo generacional no sé qué fibra nos pulsan que nos entran unas ganas enormes de explayarnos.

Los placeres y los días, ¿no sale Walken en los vídeos de La Casa Azul?

Garraty, desde Madrid me he abandonado un poco y no estoy en el equipo de sumo pero sí en la antesala. Ayer me fui a Mota del Cuervo a correr un diez mil con la intención de pegarme un tortazo y, entre mi estado de forma, las cuestas y el calor el batacazo fue de órdago a la grande con tres pitos. Estoy en plena crisis existencial.

En la primavera de dos mil doce pensaba ahorrar para el otoño de dos mil doce y la primavera de dos mil trece, pero estoy abierto a sugerencias. De hecho se me acaba de ocurrir algo que ya te contaré. No sólo de Majors vive el hombre.

Altosybajos dijo...

Soy un hincha de los polos de hielo.
Poco antes de leerte comía un Calipo que es los más cercano a los polos de Avidesa de mi infancia.

También soy un hincha de los ladrillos infumables. Aun recuerdo La Cartuja de Parma.
Intendo dosificar los ladrillos. No más de uno al año.

Majors? Me encuentro un poco desubicado. contadme, compartid.

¿Climaturia? ¿Pasó un tsunami y desaparecieron los de la montaña como los antiguos dinosaurios?

A ver si veo caras conocidas por el rio. He vuelto.

El Impenitente dijo...

A mí me gustó más "Rojo y negro". Me pareció un ladrillo fumable.

De correr y carreras lo dejo para cuando nos encontremos, ahora que has vuelto, y te pongo al día.

3'14 dijo...

Joder, por el título pensaba que ibas a hablar de algún pasaje desconocido hasta ahora de la biblia. O de la casa de campo, las cercanías de can Barça o el equivalente en Valencia (que por mi ignorancia desconozco...)

Del colajet hay que reconocerle una cosa: manda cojones que la combinación chocolate con cola y limón haya triunfado tanto.

Y totalmente de acuerdo con el comentario de Juan Rodríguez Millán.

El Impenitente dijo...

En Valencia van de un sitio a otro. Yo tengo controladas a las que se ponen en la vía de servicio de Beniparrell, más que nada porque las veo todos los días cuando voy a trabajar.

Respecto a las fórmulas del éxito y su inexplicabilidad (¿existirá esta palabra?) da para un blog monográfico. Ya tienes tema para unas cuantas entradas. Anímate.