También de dolor se canta, Llorona, cuando llorar ya no se puede.
Y se abrió una compuerta que trajo una corriente llena de palabras, de frases cada vez más completas, de progreso, lento, imparable. Y en el artículo, en lo que contaron por la radio, hablaron de los métodos, de las herramientas que utilizan en la asociación para el caso de Alicia y para otros muchos niños. Y también de la importancia de no sentirse solo, de notar que alguien cree en ti.
Escuchada la historia, leída después, pensé –hay algo que creo que no habéis tenido en cuenta.
Porque, para mí, “La Llorona” es parte del milagro, una parte importante.
Porque esta canción no es una canción cualquiera.
(Quien haya visto esa obra maestra absoluta, en mi opinión, de la cinematografía titulada “Coco” lo sabe).
Porque, cuando se te niegan las palabras, cualquier verso de “La Llorona” te empuja a cantar, a hablar, a sentir, a querer mostrarlo. Y este verso en concreto, te arrastra, te avasalla.
Porque es imposible el silencio cuando suena “La Llorona” y tú tienes un micrófono.
Y aunque no lo tengas.
Lo olvidasteis.
Pero “La Llorona” hizo su parte.
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