jueves, 4 de septiembre de 2025

La más recóndita memoria de los hombres

¿El tiempo es asesino? Sí, nos revienta la ilusión de que nuestras heridas son únicas. No lo son. Ninguna herida es única. Nada humano es único. Todo se vuelve espantosamente común con el tiempo.

Hubo una época, siendo un chaval, en que me preguntaba hasta qué punto mi vida había sido ya vivida y cuántas veces; si todo lo que decía ya había sido dicho; todo lo que escribía, escrito; todo lo que pensaba, pensado; todo lo que hacía, hecho. Como no obtuve respuesta (tampoco recuerdo que la buscara. Me temo que era una pose para hacerme el interesante. No funcionó), seguí viviendo, diciendo, escribiendo y haciendo sin cuestionarme cuánto había de singular y cuánto de común en mí. Al leer este texto, recordé aquel periodo. No tuve la tentación de volver a preguntarme. Será porque, también ahora, me resulta indiferente la respuesta (y porque ponerme interesante ya pasó de vergonzoso a ridículo).

Leí la cita en “La más recóndita memoria de los hombres”, de Mohamed Mbougar Sarr, libro que me recomendó y prestó Kyezitri. Llevo varios días pensando si escribir sobre él o no. Por una parte, siento que tengo que hacerlo. Por otra, no sé bien qué contar.

Faulkner escribió, a través de un personaje de “El ruido y la furia”, que un hombre es la suma de sus experiencias climáticas. Igual resulta extraño si defino este libro así, una experiencia climática, pero no se me ocurre otra manera.

El autor se reconoce deudor de Roberto Bolaño. El título está extraído, de hecho, de “Los detectives salvajes”. Y la trama, la búsqueda del escritor T. C. Elimane, autor de “El laberinto de lo inhumano”, te lleva a dos de las partes de “2666” del chileno (otra experiencia climática), donde seguían el rastro del escritor alemán Benno von Archimboldi (y también, al menos a mí, uno de los tramos me acercó a "Beltenebros", de Antonio Muñoz Molina. Esta influencia no la he visto reconocida).

Aunque reducir este libro a su trama es quedarse en una infinitésima parte.


El edificio de la foto está en Valencia, cerca de Benimaclet. Se llama “Espai verd”. Admiro la mente del hombre que lo concibió. Admiro al ingeniero que calculó su estructura. Admiro al jefe y al encargado de obra que tuvieron que construirlo. Mi capacidad está demasiado limitada para llegar a imaginar o comprender cómo se pudo levantar este edificio. No puedo simplificarlo, abarcarlo, esquematizarlo, encontrarle una explicación, una lógica, un orden, un sentido.

Leyendo “La más recóndita memoria de los hombres”, me acordaba de este edificio. Porque me ha impresionado la estructura del libro, la forma que ha escogido el autor para contar su relato. Me sentía superado cada paso que daba leyendo ante la envergadura de cómo se narra la historia. Desbordado. Insignificante. Limitado.

Hay un narrador principal, que es quien persigue la figura de T. C. Elimane. A partir de ahí se mezclan textos, testimonios, recuerdos, vivencias, personajes, lugares. Se combina el pasado con el pasado y con el presente. Todo confluye hacia Elimane, pero lo hace desde distintos puntos y periodos. No es un acercamiento lineal. Es como si estuvieras en treinta sitios a la vez y te fueras acercando desde los treinta.

Algún tramo me sonó desafinado. El narrador principal, se supone que alter ego del autor, tiene un sopapo de órdago con la mano vuelta. Menudo cretino presuntuoso y pedante. No me resultaba creíble que sus interlocutores, seres de una pieza con un bagaje descomunal, lo tomaran en serio y se confiaran a él. Ni tampoco sus exhibiciones gimnásticas. Algunas casualidades que se encuentran en el libro son demasiado casuales. Y en algunas fases, tenía la sensación de que se podía haber contado lo mismo con menos palabras, que parecía que el autor confundía escribir con mostrar cuánto vocabulario tiene.

Pocos tramos fueron. En la mayoría me sentí desarbolado, abrumado, avasallado, estupefacto, asombrado. Como en medio de una tormenta. De una tormenta perfecta.

De una experiencia climática.

Y aunque nada humano es único. Aunque todo se vuelve espantosamente común con el tiempo, tal vez no todo esté ya vivido. Tal vez no todo esté ya dicho. Tal vez no todo esté ya escrito. Tal vez no todo esté ya hecho.

Tal vez no todo esté ya leído.

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