sábado, 1 de febrero de 2025

A veinte pasos

Fue Javier quien me descubrió el Northern soul, el que me atiborró de canciones de este estilo y quien consiguió que se quedara con un hueco dentro de mi selecto y exquisito gusto musical (dejo para la próxima vida la intención de aprender a bailarlo y de manera digna, ya que tengo la esperanza (enorme) de que, entonces, seré más flexible y estaré más coordinado). Y, en agradecimiento, de vez en cuando le descubro cosas. El otro día, de hecho, le mandé este vídeo:


Fue Sanfélix quien me aconsejo que viera un documental titulado “A veinte pasos de la fama”. En él se cuentan historias de grandes voces que fueron muy valoradas haciendo coros, que en algún momento intentaron convertirse en estrellas (recorrer hacia adelante los veinte pasos) y que, salvo Darlene Love, tuvieron que hacer el camino de vuelta. El documental me pareció muy bueno, aunque te deja un regusto triste, amargo. Es bonito. Y duro.

Uno de mis sueños recurrentes desde que era un chaval fue imaginarme siendo estrella de la música. No me he visto veces como Elvis Presley, Otis Redding, Teddy Pendergrass o Robert Plant, actuando sobre un escenario, dominándolo, llenando estadios. Y también yendo por la calle, siendo reconocido, adorado, ejerciendo una de mis actitudes favoritas: la falsa modestia. No pasó. Tampoco es una frustración puesto que ni siquiera lo intenté. Era un juego. Muy divertido, desde luego. Aunque tengo que decir que, últimamente, mi sueño está cambiando. Porque tengo muchas dudas de que hubiera estado a la altura. ¿Habría sido una gran estrella? No. Vuelvo a uno de mis discursos favoritos y es el identificar triunfo con vanidad y dinero y defender que no hay nada más falso que la vanidad y el dinero. Y con mi ego siempre a punto de desbordarse, de haber tenido un reconocimiento masivo me habría convertido seguro en un ser despreciable y grotesco. Así, cada vez me imagino menos delante en el escenario. Pero sí veinte pasos detrás. Porque ahora veo que mi sitio hubiera estado ahí, siendo un Jordanaire, un Blue Note, un Pip o, en el vídeo que he enlazado arriba, una de las dos chicas de los coros (flexible y coordinado). Tal vez nadie me hubiera reconocido por la calle ni estaría en la lista de afectados en cualquier incendio incontrolado en Los Ángeles, pero habría sido más feliz. Porque el mundo veinte pasos detrás no siempre tiene porque ser triste, amargo. También puede ser un sitio donde soñar estar.

1 comentario:

Tomoya I dijo...

Veinte pasos atrás es un buen lugar. Otro es veinte pasos delante, en primera o quinta fila, disfrutando entre el público de unos músicos así.
https://youtu.be/pRERgcQe-fQ?si=k08FdAyhmtZURGIq