sábado, 15 de junio de 2024

Varios

Uno de mis amigos corredores es dentista. U odontólogo, que queda más elegante. En uno de nuestros rodajes empezamos a hablar de la vanidad y del ego en el mundo laboral, que se manifiesta, especialmente, en las redes sociales profesionales. Me contó la opinión de un profesor que tuvo, el cual echaba de menos en el mundo sanitario foros donde los profesionales comentasen errores propios. Equivocaciones en el diagnóstico. Fallos en el tratamiento. Comenté que, donde yo me muevo, existe la cultura del error (se llama Calidad), no para castigar o perseguir (no siempre, vamos), sino por lo que una equivocación, bien canalizada, te permite aprender y mejorar. No va mal encaminado tu profesor- le dije- aunque me temo que hace falta mucha humildad para reconocer un error y hacerlo público, aunque sea con fines didácticos. - ¿Cómo estáis de humildad en tu sector? -pregunté. Con maldad. Por supuesto.

Empezó a hablar de fútbol.

Nuestro plan cinéfilo de recuperación ha tenido dos momentos que me gustaría reseñar. El primero sería con “El indomable Will Hunting”. No me la esperaba. Empecé a verla con la sensación de que sería muy obvia en su trama. Me da igual que lo sea. También fui con mis prejuicios sobre Robin Williams. Se me han ido. Hay escenas, hay diálogos que son… Mi yo escéptico hablaba solo. Car, que te estás emocionando. Car, que estás llorando. Car. ¡Pero, Car! Fui con las expectativas que fui y terminé conquistado. Y tengo que contarlo.

A la segunda película que quiero comentar llegué, al contrario que la anterior, con las expectativas muy altas. Altísimas. Tenía miedo a la decepción. No. “El viaje de Chihiro” multiplicó por diez mis expectativas. Por cien. Por mil. Un antiguo morador de lo que ahora es un páramo tenía la categoría POM donde incluía sus películas favoritas (OM es de obra maestra. La P les concedo que la adivinen). Yo la incluiría en esa categoría. Por mil razones. Y porque adoro sobre todas las cosas al personaje de Chihiro. Y, por supuesto, también viajaría a su parque temático, aunque sólo fuera por hacerme esta foto.

Y, para terminar. Decir que no me gustan los Arctic Monkeys. No me gustan. No me gustan. Aunque mi hija me marcó un gol con ellos. Y luego, una canción que llegó por sí misma. Y luego otra. Así que, no me gustan los Arctic Monkeys, salvo, por ahora, tres razones.



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