sábado, 23 de marzo de 2024

Libros y películas. "El bosque animado"

No hay nada risible, sino de conmovedor en estas despedidas en las que el candor del pueblo da un acento especial a su idea de que la muerte no es desaparecer, sino ausentarse.

Quedamos aquel miércoles para ir al cine. Era el día del espectador. Nuestra intención era ver “El corazón del ángel”, de Alan Parker. Después de “El expreso de medianoche”, “Fama” y “El muro”, teníamos cierta devoción por Parker. No éramos los únicos. Realmente estaba de moda. La cola para sacar la entrada era enorme. En la sala de al lado ponían “El bosque animado”, de José Luis Cuerda. Apenas gente para entrar. Cambiamos de idea y entramos a ver esta última.

Fin de semana que me toca pasarlo con mi madre. Me llevé dos libros que tenía ya avanzados: “Dublineses”, de James Joyce y “Las bicicletas son para el verano”, de Fernán Gómez. Supuse que tendría lectura suficiente. Supuse mal. El sábado a la noche ya tenía los dos terminados.

Salimos encantados del cine. Esto sí que lo recuerdo. Y algunas escenas, algunos personajes, también las recuerdo. Ha pasado mucho tiempo. No he vuelto a ver aquella película. Pero el poso que tengo al pensar en ella me hace sonreír.

Busqué en las estanterías de casa de mis padres por si encontraba algo. No era muy optimista. Sé lo que contienen. Me vi leyendo otra de las aventuras del comisario Brunetti, que tanto le gustan a mi madre. Me encontré, una vez más, con “El bosque animado”, de Wenceslao Fernández Flórez. Nunca me había planteado el leerlo. El viejo complejo de que si te gusta la película, no leas el libro. Ésta vez el libro me miró a los ojos. Y ante los prejuicios, siempre está la posibilidad del autoengaño –lo empiezas y, si no te gusta, lo dejas y ya tienes un argumento más en tu guerra libros películas.

Lo empecé.

Lo acabé.

He buscado la película, para volver a verla. No la encontré. Sí he tenido la posibilidad de ver distintas escenas de la misma.

La protagonista del libro es la fraga de Cecebre, Un bosque (de distintas especies) en la Galicia profunda. Son dieciséis capítulos (estancias las llama el autor) que, realmente, son dieciséis relatos independientes con la fraga como nexo. La fraga tiene sus días, sus noches, sus estaciones, sus habitantes (humanos, animales, vegetales), sus leyendas, sus poblaciones cercanas, su bandido, su fantasma, su loco, su bruja.

La película se centra en los personajes humanos. Y qué personajes. Qué historias. Qué interpretaciones. He leído sobre ella y he visto que en algunos sitios la califican como surrealista. No lo sé. Yo más bien diría que se trata de “realismo gallego” (mi abuela materna era gallega. Algo de su visión de la realidad se me ha quedado), que tiene sus peculiaridades. Y esa forma de realismo produce situaciones tiernas, cómicas, duras y lógicas, dentro de sus propias reglas.

El libro tal vez sea desigual. Irregular. No todas las estancias están al mismo nivel. Pero la mayoría son maravillosas. La llegada del telégrafo a la fraga. La historia de Geraldo y Hermelinda. El topo Furacroyos, buscando a su esposa. Las hermanas Roade y su terapia rural. La reflexión sobre los perros. El bandido Fendetestas y Fiz de Cotovelos, vagando en pena. La Santa Compaña. Las aventuras de Morriña, el gato. El murciélago Abrenoite. Moucha, la bruja, y Marica de Fame. Juana Arellano y Pilara, su criada. Vos el loco visitando la casa D’Abondo. Fendetestas atracando a Roque Freire. Las moscas y sus conspiraciones. Las luciérnagas. Las truchas y su espíritu olímpico. Fendetestas de partero. El final de Pilara (¿por qué, Wenceslao? ¿Por qué?). El final de Geraldo, tan hermoso. El libro destila humor e ironía. Pero, sobre todo, rezuma sensibilidad. Rezuma poesía. No está el lenguaje utilizado únicamente al servicio de las historias. Cada frase es un tesoro. Hay belleza en cada palabra. No es un libro para recorrer. Por donde transitar. En un libro para quedarse a vivir en muchos de sus fragmentos. No son las historias sólo. Es cómo están contadas. No son dieciséis estancias. Es…la fraga de Cecebre.

Y respecto a la polémica libros películas, en este caso no la hay. La película sería impensable sin el libro y, aunque no puede abarcarlo, no lo traiciona en absoluto. Lo respeta. Y en este respeto nació algo brillante. Y respecto al libro, he de decir que, mientras lo leía, ver a Alfredo Landa como Fendetestas, a Encarna Paso como Juana Arellano, a Miguel Rellán como Fiz de Cotovelos, a Manuel Aleixandre como Roque Freire, a Fernando Rey como el señor de D’Abondo, a Tito Valverde como Geraldo, a Amparo Baró y a Alicia Hermida como las hermanas Roura, a Luis Ciges como el Vos el loco y a María Isbert como la Moucha me hizo disfrutarlo más todavía.

Luego salió por el alero del pazo y cobijó con su vuelo incierto la tierra. Sus alas parpadeaban rápidamente en la luz todavía gris de la tarde que se acababa, que se había acabado ya, porque la leve claridad que se iba extinguiendo era como el sonido que aún queda en el aire cuando ya la campana está inmóvil; algo desprendido de su causa, que parece vivir por sí mismo y que languidece tan suavemente que nadie puede decir cuál es su último segundo. Acaso el fulgor o la nota se sepan tan bellos que se resistan a morir y crean que hay bastante fuerza en su encanto para sostenerlos. Es posible también que cuando nos muramos siga habiendo en el alma por algunos segundos la impresión de que no ha terminado nuestra vida.

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