sábado, 21 de octubre de 2023

Y es por cosas así por lo que no tengo amigos

Siempre tengo la duda sobre si estaré molestando o no. El estado natural de un libro es cerrado. En una biblioteca. En una estantería. Sobre una mesa. Cerrado. En calma. Reposando. En su equilibrio. En paz. (Por supuesto que estoy hablando de los libros en papel, que son los que tienen alma. Los libros electrónicos…no merecen ese nombre). Y cuando lo abro para leer, ¿les sentará bien a las páginas abiertas? ¿Les molestará ser despertadas de su letargo? O, por otra parte, ¿las estaré haciendo felices por posibilitarles ver la luz? Es más, ¿se sentirán orgullosas de su contenido (algunas) y estarán deseando mostrarlo? Leer, al final, leo lo mismo, pero esa sensación de no saber si soy bienvenido a veces me asalta y, bueno, preferiría tener la seguridad de que no molesto.

Lo que se ve en la foto son los dos marcapáginas que uso habitualmente. Los alterno, aunque no de manera especialmente rigurosa. A veces uso uno y otras, el otro. Si me prestan un libro, o lo saco de la biblioteca, y viene con marcapáginas, lo respeto pues considero que tiene el derecho a ser usado en ese libro. Les tengo, más que cariño (que también), respeto, y no sólo por todos los años que llevamos juntos. Los respeto porque ellos siempre entran y salen en las páginas que se cierran y se abren. Es decir, que ellos conocen el secreto de los libros y saben de sus lamentos, de sus alegrías o de sus emociones. Lo escuchan a diario. Lo sienten. Y los cabrones se callan y no me cuentan por más que les pregunto. No hablan ni bajo amenaza. Pero los respeto. Profundamente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

The nothing box 🙂

El Impenitente dijo...

Tal cual. Muy bueno.