Esta mañana estaba despierto temprano. He mirado el teléfono y he visto el mensaje habitual para quedar a correr a las ocho y cuarto. Iba a contestar que vale. Pero no lo he hecho.
Me gusta la soledad. Y la busco muchas veces. También corriendo. Hay gente que corre con música. O que odia salir solo. No es mi caso. Ensimismarme. Perderme en mis pensamientos, en mis sentimientos, sin nadie que me distraiga, me resulta tentador. Y placentero. Y si tiene, además, algún otro atractivo, pues…
No he contestado –vale- y sí –hoy saldré más temprano. Poco después de las siete de la mañana ya estaba en la calle. Solo. Clareaba. Tres grados de temperatura. He buscado el carril bici de Pinedo tras pasar por el puerto y bordear Nazaret. Tras cruzar el puente sobre la V-30 he llegado al paseo marítimo de Pinedo camino del Saler. Las luces de la mañana. Los colores de la mañana. Los reflejos. La salida del sol por la playa de Pinedo. La misma sensación de antaño de que aquel sol era mío y de que sólo lo compartiría con quien yo quisiera. Esa soledad. Mis pensamientos. Mis sentimientos. Mis emociones. Esa luz. Esos colores. El frío en la cara. Y correr. Todo junto. El cielo existe. Y no está lejos.
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