viernes, 17 de enero de 2020

Tú vales, chaval. Erasmus

-Me han seleccionado en el instituto para un proyecto de Robótica.

-Bien, ¿no?

-Sí. Y os convocarán a una reunión para explicároslo.

-Vale.

No le hicimos más caso. Era extraño que nos fuesen a citar para explicarnos lo que era un trabajo de instituto, pero, como mi hijo ya no contó nada más y no parecía darle importancia, pues se quedó el tema apartado.

Nos convocaron. Fuimos. Lo primero que nos llamó la atención fue que allí estábamos muy pocos padres. Llegaron los profesores. Buenas tardes. Buenas tardes. Empiezan a explicarnos. Se trataba de un proyecto de los llamados Erasmus. En él, un instituto francés, uno alemán y otro español tenían que elaborar un robot para trabajar en un invernadero con la misión de proporcionar distintos datos. El trabajo debían desarrollarlo los alumnos seleccionados siguiendo un programa de trabajo detalladísimo elaborado hasta la última coma por los alemanes (claro) y bajo la supervisión de un tutor. El criterio de selección de los alumnos estaba basado en el expediente, en idiomas y en actitud. Y habían seleccionado a nueve del total de los tres últimos cursos.

Aquí hago un punto y aparte porque Ana y yo, como el resto de padres, a cada frase que pronunciaban los profesores más se nos abrían los ojos con la información que íbamos recibiendo y más nos hinchábamos como pavos. Que nuestro hijo es fabuloso, en fin, qué vamos a decir. Que sus notas son buenas, nada, ahí están. Que se lo reconozcan y sea recompensado por ello, pues oye, decir que nos llena de orgullo y de satisfacción es poco.

Siguieron. Dentro del plan de trabajo estaban incluidas estancias de diez días de los alumnos en los distintos institutos. Y éste era el motivo principal de la convocatoria, no sólo el informarnos. Por una parte se trataba de aprobar que nuestros hijos fuesen a salir al extranjero durante esos días, siendo menores de edad. Por otra parte, el presupuesto era ajustado y éste incluía los viajes pero no las estancias por lo que las mismas serían en régimen de intercambio, es decir, que durante diez días tendríamos que alojar a un francés y a un alemán en casa. Nos repartieron un papel que debíamos rellenar y nos dieron un plazo de una semana para que nos lo pensásemos.

Ana y yo nos miramos. Nada que pensar. Firmamos y le dimos la hoja a los profesores en ese instante. Siempre les digo a mis hijos que no desaprovechen nunca una oportunidad y una como ésta no es frecuente. Y no es mi hijo temeroso ante la posibilidad de salir. Todo lo contrario. Y tener a dos inquilinos en casa…pues ya nos apañaremos. No es nuestra casa precisamente el palacio de Versalles, pero encontraremos la solución (me veo durmiendo en el suelo). Y después de la experiencia con el turisto lionés, hasta nos apetecía.

El instituto alemán está cerca de Heidelberg. Mi conocimiento de geografía alemana es escaso, pero Google solventó rápido esa carencia. Sobre la ubicación del instituto francés, los profesores dijeron Martinica varias veces. En una de ellas levanté la mano.

-Perdonen. Cuando dicen Martinica, ¿se refieren a Martinica?

-No hay otra.

Al Caribe. Diez días en el Caribe. El cabronazo de nuestro hijo se va diez días al Caribe a trabajar, dicen. A desarrollar un proyecto, dicen. ¿Y nos dan una semana para que nos lo pensemos?

Al llegar a casa, nuestro hijo nos recibió con una sonrisa de medio lado. ¿Por qué no nos habías contado nada? Prefería que os enteraseis así. Además, no me habríais creído.

Y ahí van con el proyecto. Y ya está preparando el primer viaje. Será pronto. No tendrá que llevar demasiado equipaje puesto que un bañador ocupa menos que un abrigo. Escribí a los profesores. Me manejo mejor por escrito que de palabra y debía darles las gracias. Me siento en deuda con un grupo de personas que, sabiendo que existen partidas para estas actividades, las pelean para que sus alumnos puedan beneficiarse y vivir experiencias que jamás olvidarán. Experiencias que no son sólo de trabajo, no sólo de viajar, de conocer gente de otros lugares o de ver otros paisajes. Otras vivencias que con el tiempo verán que no son tan frecuentes. Los profesores (la profesora) no se limitó (que ya era bastante) a conseguir la beca para sus alumnos. Escribió. Llamó. Prensa. Y, al poco, envió un correo a los padres. El próximo miércoles por la tarde tendrán los alumnos que estar en el instituto ya que, desde allí, partiremos hasta el ayuntamiento donde nos recibirá el alcalde.

-Qué suerte tienes.

-No sé si ir. Igual no llego a entrenar.

- ¿Que no sabes si ir? Tú vas sí o sí. Primero, por educación. Segundo, porque hay cosas que puede que sólo te ocurran una vez y a muy pocos les pasa y tú vas a poder contarlo. Y, tercero, porque tienes el encargo de, como haya una oportunidad, decirle al alcalde que tu padre no quisiera morirse sin escuchar una mascletá desde el balcón del ayuntamiento.

No hubo oportunidad. No pasa nada. No puedo sentir rencor por esto. El orgullo tan inmenso que siento me lo impide. Porque, hijo mío, eres extraordinario.

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