Nos turnamos. Por la mañana lleva uno el coche y, por la tarde, el otro. Lo hacemos cuando las competiciones de nuestros hijos están cerca. Y ellos son amigos y nosotros nos llevamos bien, así que, todo son ventajas.
La competición era a las cinco y media de la tarde y, por el calentamiento, a las cuatro y cuarto ya estábamos allí. Junto a la piscina hay una gran superficie (antes se decía hipermercado). -Voy a aprovechar para hacer la compra- me dice el otro padre, al que llamaremos O. -Te acompaño, si no te importa- respondo. No tenía gran cosa que hacer.
Allí estamos los dos, con nuestro carro, recorriendo los pasillos, cargando leche, fiambre, detergente, bebida. Yo empujaba (el carro) y él buscaba, miraba, leía, dirigía, cargaba. Pasivo. Activo.
La compra está hecha, así que nos vamos hacia las cajas. Llegando, escucho a O. que dice:
-Esto, para la fiesta.
Y le veo que coge un bote de lubricante para las zonas erógenas de una marca muy conocida.
Dos varones, adultos, de mediana edad, en la caja con el carro lleno y un bote de lubricante en la cúspide del mismo. La cajera empieza a pasar los productos. Probablemente no puso ninguna cara pero pude (pudimos) leer en el fondo de su pensamiento y noté (notamos) la guasa y el retintín.
Estuvimos, me temo, demasiado simpáticos con ella. Y quizá nos excedimos con la ostentación, sospecho que ridícula, de heterosexualidad que hicimos. No sé si la llegamos a convencer. Si es que llegó a pensar algo.
viernes, 31 de enero de 2020
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2 comentarios:
Y ¿cómo fue la fiesta?
No he preguntado. Tampoco me han contado. Espero que bien.
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