viernes, 31 de enero de 2020

El carro de la compra

Nos turnamos. Por la mañana lleva uno el coche y, por la tarde, el otro. Lo hacemos cuando las competiciones de nuestros hijos están cerca. Y ellos son amigos y nosotros nos llevamos bien, así que, todo son ventajas.

La competición era a las cinco y media de la tarde y, por el calentamiento, a las cuatro y cuarto ya estábamos allí. Junto a la piscina hay una gran superficie (antes se decía hipermercado). -Voy a aprovechar para hacer la compra- me dice el otro padre, al que llamaremos O. -Te acompaño, si no te importa- respondo. No tenía gran cosa que hacer.

Allí estamos los dos, con nuestro carro, recorriendo los pasillos, cargando leche, fiambre, detergente, bebida. Yo empujaba (el carro) y él buscaba, miraba, leía, dirigía, cargaba. Pasivo. Activo.

La compra está hecha, así que nos vamos hacia las cajas. Llegando, escucho a O. que dice:

-Esto, para la fiesta.

Y le veo que coge un bote de lubricante para las zonas erógenas de una marca muy conocida.

Dos varones, adultos, de mediana edad, en la caja con el carro lleno y un bote de lubricante en la cúspide del mismo. La cajera empieza a pasar los productos. Probablemente no puso ninguna cara pero pude (pudimos) leer en el fondo de su pensamiento y noté (notamos) la guasa y el retintín.

Estuvimos, me temo, demasiado simpáticos con ella. Y quizá nos excedimos con la ostentación, sospecho que ridícula, de heterosexualidad que hicimos. No sé si la llegamos a convencer. Si es que llegó a pensar algo.

2 comentarios:

Entonoquedo dijo...

Y ¿cómo fue la fiesta?

El Impenitente dijo...

No he preguntado. Tampoco me han contado. Espero que bien.