domingo, 16 de diciembre de 2018
Siempre nos quedará el despecho
Me apunté a un concurso literario. Era de relatos y tenían que estar relacionados con correr. El premio era material deportivo. No me gustan los concursos. Desde que me estoy dejando la vanidad cada vez entiendo menos y me rechinan más los premios, desde el Balón de Oro a los Óscar, desde los Nóbel a Atleta del año. Pero “material deportivo” era un buen reclamo para echar mis principios (y prejuicios) a un lado. Además, no tenía que esforzarme mucho. Rebusqué en el archivo del cuaderno, encontré una entrada en la cual hablaba de la Volta a Peu y de mi hijo, la pulí y la envié. Y me olvidé. Hasta anteayer. Han publicado los resultados. Ciento nueve relatos inscritos. Veinte han pasado el corte hecho por un jurado. Se hacen públicos dichos veinte y, por votación popular, se elegirá al ganador. No he pasado el corte. No pasa nada. Mi vida literaria me ha dado muchas satisfacciones privadas y apenas alguna pública. Nada nuevo. Estamos en el mismo sitio. Pulsé en el enlace que llevaba a uno de los elegidos. En las tres primeras líneas podía leerse: “previsible realidad”, “inesperado suceso”, “inquietante anomalía” y “despiertas memorias”. Y aquí ya se me fue el aplomo a hacer puñetas y mi mal perder y mi resentimiento pasaron a primera línea. Porque, señores del jurado, por muy malo que yo sea, que ustedes consideren mejor que yo a un mendrugo que se piensa que escribir es no dejar un sustantivo sin adjetivar…que quieren que les diga. No tienen ustedes ni puta idea. Pero ni puta idea.
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