(Me temo que entremés también es una palabra viejuna).
Me llaman la atención aquellos que, cuando alguien pregunta - ¿os apetece arroz? – responden -es que comí ayer. Me choca porque soy capaz de comer dos días seguidos el mismo alimento y sin la sensación de estar haciendo ni un esfuerzo ni un sacrificio. Es más, no me importa cenar lo que ha sobrado de la comida. Y estoy vivo. Y mi estómago resiste. Y no sé si soy raro o no.
La anécdota me la contó el Senséi. Cerca de la capital del Secarral hay un pueblo conocido como la “Capital del ajo”. Hay mucho inmigrante (migrante) allí, proveniente principalmente del norte de África. Una furgoneta que transportaba trabajadores tuvo un accidente y ese accidente terminó en juicio. En el mismo le preguntaron al conductor - ¿Cuántas personas iban en la furgoneta? -Personas, dos. Y luego, gente de ésa, cinco o seis. Cuento la anécdota porque sí, sin la menor intención de hacer un símil con las empresas donde hay piso de arriba -oficinas- y piso de abajo -producción, mano de obra directa. Lejos de mí la idea de insinuar que la distinción entre personas y gente de ésa es cotidiana en el mundo laboral.
El pasado sábado el plan nos marcaba nueve kilómetros en series largas. En vez de hacerlas por el río decidimos irnos a Burjassot, donde organizaban un diez mil. Con treinta grados de temperatura, una humedad por encima del setenta por cien y unas cuestas muy bonitas, decidí tomarme la carrera como un entrenamiento, es decir, salir a cuatro quince el kilómetro y, si la segunda mitad estaba bien, apretar. Salió bien. No fui nunca agónico, me sentí cómodo y en la segunda mitad me vi sobrado de fuerzas. Me salió la carrera por debajo de cuatro diez. Terminé contento, disfrutando y con la sensación de haber cumplido.
No tengo la intención de contar a partir de ahora todos mis entrenamientos, salvo que sean noticiosos. Y éste lo fue. Cuatro climaterios habíamos ido a la carrera: Palazón, el Barbas, el Máquina y yo. Tras la misma nos quedamos en la zona de avituallamiento comentando nuestras peripecias y pensando que, si escurriésemos la ropa que llevábamos puesta, podríamos llenar una piscina olímpica. Nos fuimos para los coches. Pasamos junto a la meta. Estaban las clasificaciones puestas. Miramos. El Barbas cuarto de su categoría que era segundo puesto que los premios no se acumulaban. Y el Máquina y yo primero y segundo de la nuestra. Volvía al podio, mi lugar natural. Otro bonito trofeo para mi colección. Otra maravilla que añadir al altarcillo que tengo en una habitación de la casa familiar de la capital del Secarral puesto que Ana considera que tanta belleza no encaja con la decoración de nuestra casa. Y otra ciudad patrimonio de la humanidad (Burjassot) que se une a excelsas capitales (Belmonte, Garcimuñoz, Formentera, Moncada, Pedroñeras, Villaescusa, Navajas, Montalbo, Alfafar) en la lista de lugares afortunados que tuvieron la dicha de verme en un podio.
lunes, 24 de septiembre de 2018
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3 comentarios:
Me alegro mucho de verte sumar trofeos.
Sigo diciendo que vaya oportunidad perdí de no poder pasar más tiempo contigo compartiendo asfalto, camino y charradas. Siempre nos quedará la esperanza. Bonito lugar allí donde se encuentre.
Después de media vida a la sombra de la geperudeta ya debería usted saber que Burjassot se escribe con dos eses.
Por lo demás, envidia de la mala con vuestros tiempos. Este año me veo penando para que no me adelante Carmelo allá por el km 34.
Nos queda vida y nos queda río, Altosybajos. Cuando quieras.
Voy a corregirlo, Garraty. Y agacha la cabeza y entrena, que hay tiempo. Y si flaqueas, piensa en Carmelo.
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