Discusión del verano: el tomate, ¿es o no es una fruta?
Capítulo de grandes frases: “Yo a misa, aposta, no voy”.
Tres carreras en tres días consecutivos. Tres estados de ánimos distintos. Desde la desolación absoluta tras la “Subida al castillo”, pasando por la apertura de un atisbo de esperanza en la mejor carrera del mundo para disfrutar en Fuentelespino sintiéndome corredor.
Menos moscas y más avispas. Y las avispas comportándose como moscas.
Medalla de bronce en relevos en el campeonato de natación de la aldea. Seis equipos había, ¿eh? (esto para los mal pensantes). Ganó el equipo de mi hijo. La remontada que hizo en la última posta…enorme.
Tuve mis quince minutos de gloria.
Heteropatriarcado y micromachismo. En la mejor carrera del mundo, poco antes de la salida, estaban mis primas A. y C. haciéndose fotos justo delante de la línea de arranque. Y allí se quedaron. Eugenio se acercó para advertirlas, dada su inexperiencia corriendo, de que se si quedaban allí corrían el peligro de ser arrolladas y de terminar en el suelo. Y se fueron para atrás. Una mujer se acercó -claro, las mujeres detrás y los hombres delante. ¿Por qué no pueden las mujeres ponerse delante? ¿Por qué? Eugenio ni contestó.
Más grandes frases: “No es lo mismo frío que refrescao”.
La dura vida de las camareras en la mejor carrera del mundo. “Yo es que un tercio de cerveza no quiero. Abre una botella, me la das, yo bebo lo que me apetezca y luego me cobras lo que quieras”.
Me contó Javier una tira de Mafalda, en la cual el padre se queda enganchado de la espalda y dice -me parece que soy más joven que mi cuerpo. Algo así está empezando a ocurrirme. La vigorexia vacacional en el Secarral ha sido la de siempre. He cumplido con lo que tenía previsto. Pero ya no recupero como antes. Y no es que no recupere. Agacharme es una proeza. Levantarme del suelo, proeza y media. Ponerme los pantalones, una odisea. Mi cuerpo está mayor para lo que mi mente pretende.
Alberto, Chimo, Javier y yo, por unanimidad, decidimos declarar “Santorini” como la canción del verano.
Una de las infinitas cosas buenas que tiene el Secarral es que pude estallar la guerra mundial que sea que allí no nos enteramos. Pero de la muerte de Aretha Franklin sí que nos enteramos. Y le hicimos un homenaje.
Victoria absoluta de los Perolators sobre los Calderators en las calderetas de la comida de las vacas. Como ya no es noticia nuestro triunfo lo celebramos con naturalidad. Previamente habíamos decidido incluir las frases “bocadillo de panceta” y “hay cuerva” en el catálogo de “Frases más hermosas”. Terminó la comida de forma memorable. Fuimos a tomar café. Me subí al coche con José A. Me dijo que mirase, que creía que llevaba algún cd de La Mode. Lo llevaba. “La evolución de las costumbres”. Once días después sigo sin voz. Son los tiempos modernos que nos toca vivir. Se aplazó el sueño eterno, es mejor no reír. Se hacen ferias de muestras de la modernidad. A los cuentos de niños se les cambia el final.
Otra gran frase: “No tenéis hartura, del verbo harturar”.
Leí una vez que si un pobre se tropieza y cae en público, da pena, mientras que si es un rico el que cae, da risa. En el “Baile del vermú” tropecé con un bordillo (me lo comí entero) y me fui de bruces contra el suelo delante de un montón de gente. Dejando a un lado el ridículo y la vergüenza (me fui a casa), sentí además que era pobre de solemnidad. Cuando el Senséi me declaró, posteriormente, campeón del mundo de treinta metros vallas, y tanto Somarros como el resto de Faisanes empezaron a guasear sobre mi trompazo sentí que algo de patrimonio sí que tengo.
Dos libros me han acompañado estas vacaciones (y los dos los tengo a medias): “Cuentos completos”, de Flannery O’Connor y “Pregúntale al polvo” de John Fante. Los Ángeles años treinta. Sur de los Estados Unidos a mediados del siglo veinte. ¿Quién dice que no he viajado?
Otro viaje en el espacio y en el tiempo. Nos fuimos de excursión a la laguna de “La Celadilla”, que fuera en otra época lugar vacacional con su camping y sus piscinas y que hoy está totalmente abandonado. Por lo menos, en lo que queda de laguna, hay patos. Y un bicho mezcla de caimán y monstruo del lago Ness al que escuché acercarse entre las cañas cuando me aproximé a la laguna y que hizo que también fuera proclamado campeón del mundo de los treinta metros lisos.
Mi hijo y yo renovamos nuestros votos rojiblancos: nos fuimos de visita al Wanda Metropolitano. Vaya hermosura de estadio. Me hice fotos con las placas de Milinko Pantic y de Fernando Torres en el Paseo de la Fama. Nos hicimos fotos con los trofeos de la Europa League y de la Supercopa de Europa (qué golazo de Saúl. Por cierto, no vuelvo a ver un partido con mi padre, merengón él. Me ha desheredado ya por completo. Se molestó conmigo cuando le deseé la muerte a Sergio Ramos y defendí la nobleza y el pundonor de Diego Costa. La forma en que celebré los goles fueron más clavos en mi ataúd. Pero me da igual). Nos emocionamos con la sala dedicada a Torres. En realidad nos emocionamos con todo.
Qué bien se está cuando se está bien.
lunes, 27 de agosto de 2018
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4 comentarios:
Me queda la tranquilidad y alegría de que mientras haya gente que viva el verano "en la aldea del secarral" con este sabor adolescente e intenso siempre quedará vida y ganas de repetir, aunque solo sea porque ni la mejor carrera del mundo ni la "comida de las vacas" se hacen solas.
Lo del tercio al gusto lo he leído tres veces para ver si llegaba a creérmelo.
Ya te daré el nombre y los apellidos del tercio al gusto.
Y no podemos dejar que la mejor carrera del mundo y la comida de las vacas se hagan solas. Allí estaremos y siempre con ganas de repetir.
Pues yo no sé qué me pasa que desde que subí a vuestro Castillo no hay carrera a la que vaya que no me planten unas cuestas del copón. Hasta en mitad de un campo de naranjas. Deben pensar que le he cogido el gusto a echar el hígado por la boca.
Buen bocata de lomo y muy buena compañía, por cierto, lástima que llegase tan cansado tras haber visitado el verdadero templo del fútbol mundial.
No te quejes, que luego sales más en las fotos que los lugareños.
Una pena que tuvieses tanta prisa después. Una vez que estuvo todo recogido dimos cuenta de la cerveza que sobró, ya sin tensión. Fue un muy buen rato. La próxima.
Y a cualquier cosa le llaman ya templo.
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