Hay veces que me planteo por qué sigo escribiendo aquí. No tengo respuesta. O sí. Tengo el hábito adquirido y, cuando algo se cruza, empiezo a pensar cómo contarlo. Y no es sólo por rutina. Me gusta. Me entretiene. Me divierte. Y queda escrito. Y queda como crónica de una época. Algo parecido a un diario. Y también me gusta pensar que algún día mis hijos leerán lo que escribo. Y que podría gustarles incluso.
Autonómico de verano alevín. Piscina de Sedaví. La competición más importante del año tras el Nacional. Siete pruebas por delante: 100 y 200 mariposa, 200 y 400 estilos y los tres relevos (4x100 y 4x200 libres y 4x100 estilos). ¿Objetivos? Bueno, en cinco de ellas (los tres relevos, 200 mariposa y 400 estilos) mi hijo (y su equipo) están entre los cuatro primeros. Y luego están las mínimas para el campeonato de España. En individuales, lejanas. Pero en relevos…bueno. Podía ser.
No. No hubo mínimas. No hubo podios. Malas caras, sí. Empezó el fin de semana con mi hijo y su preadolescencia indicándome cómo debía comportarme, indicaciones que se resumen en -no quiero que me avergüences, no quiero verte, no quiero oírte. Siguió con rabia, con impertinencias, con malos gestos. Terminó abrazado a mí, llorando. Tres semanas después de tocar el cielo en Gandía salió cruz. Y no fue cruz, hijo mío. No lo fue.
Te toca aprender a ti, hijo mío. Tienes que aprenderlo tú. En cuanto encuentre un resquicio trataré de hablar contigo y de hacerte entender lo que no vas a entender porque te has quedado con lo malo. Por eso lo escribo, por si algún día lo lees. Tu error, vuestro error, fue soñar y creeros vuestros sueños. ¿Es eso malo? No, es bonito. Y sí lo es si luego te genera esa frustración, esa rabia. Pero no fue cruz, hijo mío. No lo fue. Acuérdate de cuando veíamos la llegada en el maratón de tu profesora, con un tiempo de casi cinco horas, y me preguntaste por qué levantaban todos los brazos cuando cruzaban la meta. –Porque han ganado. -¿Han ganado? –No sólo gana el primero. Y tú este fin de semana ganaste. Y si te sientes triste por haber sido cuarto en el dos mariposa y en el cuatro estilos no tienes ningún derecho a estarlo. Porque nadaste como un campeón. Nadaste de manera portentosa. Y te ganaron. No perdiste. No es lo mismo. Y tus cuartos puestos son de oro, hijo mío. Más que eso. Y sí, fuisteis sextos en el 4x100 libre. ¿Y? ¿Quién falló? Ninguno. ¿Entonces? ¿Y por qué teníais esa cara tras el cuatro por cien estilos? ¡Si habíais quedado cuartos! ¡Si sacasteis fuerzas de donde ya no había nada después de cuatro sesiones! ¿Y el cuatro por doscientos? Ahí si que tengo algo que reprocharte. Sí que es verdad que falló quien tú ya sabes. Pero el que falló no es sólo tu compañero. Es tu amigo. Y un amigo vale infinitamente más que los tres segundos que os habrían dado el bronce. Y pedirás perdón. De eso ya me encargaré yo. Pero ese relevo… La posta que hiciste…Cumplí a rajatabla. No te avergoncé. No me oíste ni me viste gritar. Pero eso no significa que no lo hiciese. Porque esa posta es de lo mejor que yo te he visto. Porque tú, hijo mío, tienes un don y es que nunca le fallas al equipo. Nunca te he visto hacer un mal relevo. Nunca. Y eso es algo maravilloso. ¿Y estás triste? ¿Cómo puedes estar triste? Me da igual que este año no haya Nacional. Me da igual que no haya habido podio. No tienes derecho a estarlo. No tienes ningún derecho.
Hijo mío, eres extraordinario.
lunes, 2 de julio de 2018
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