martes, 4 de julio de 2017

Tú vales, chaval. Benidorm. Barcelona

Mi hija dice que quiero más a su hermano que a ella. Sabe que no es verdad, pero es mujer y ya sabe cómo utilizar el victimismo y el chantaje emocional. Ana dice que parezco la madre de la Pantoja. Pudiera ser. Si tuviese que definirme, la frase “padre de nadador” ocuparía un lugar preponderante. Es cierto que estoy viviendo la carrera natatoria de mi hijo con mucha intensidad. No es que le presione para que mejore, ni les diga a los entrenadores lo que tienen que hacer ni trato a los otros padres en función de los tiempos que hacen sus hijos. No soy así (los hay). Pero sí que voy a donde haya que ir a la hora que sea para que el chaval nade, me sé de memoria todos sus tiempos y sufro mucho en cada competición. Disfruto con emoción contenida (mira que me cuesta) cuando las cosas salen bien y disimulo con todas mis fuerzas el disgusto que tengo cuando no salen tan bien. ¿La madre de la Pantoja? Supongo que sí.

Esta temporada ha sido muy buena. Era su primer año en categoría alevín y aquí la cosa ya empieza a ponerse seria, tanto en los entrenamientos como en el nivel en las competiciones. Y ha estado muy bien. Cada vez que se tiraba al agua mejoraba su marca. Ha crecido mucho y ha cambiado físicamente (lo normal a los trece años) y eso se nota. Y cómo entrena, en cantidad y en calidad. Y el esfuerzo tiene sus frutos. La natación (y el deporte) es una escuela de vida. Y valores tan fascistoides como son el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina, la constancia, la fuerza de voluntad y la capacidad de sufrimiento, pues oye, a lo mejor le son útiles en el futuro. Por lo menos en el presente lo están siendo. Y no sólo eso. Siempre digo a quien quiera escucharme que lo que más valoro de todos los años que llevo corriendo son los amigos que he hecho. Luego, las experiencias que he vivido. Y ya, después, las marcas que tengo. Y trato de animar a mi hijo en ese sentido. No tengo duda de que en el deporte podrá hacer muy buenos amigos. Y los está haciendo. Y también le digo que nunca desaproveche ninguna oportunidad que tenga en forma de viaje o de ir a una competición que sea singular.

La principal competición de esta temporada para su categoría, aparte del campeonato de España, era el campeonato autonómico de verano. Cuando me enteré de que le tocaba organizar a la federación de Alicante me alegré. Mi hijo iba a tener la oportunidad de viajar y de convivir un fin de semana con el resto de nadadores. Iba a tener la oportunidad de vivir algo que será imborrable. Y cuando salió publicado que sería en Benidorm, pues nada, a Benidorm, madre, hermana y madre de la Pantoja incluidos.

Pero el viaje a Benidorm había que ganárselo. Para ir al autonómico tenía que hacer alguna mínima. Y alguna hizo. De doce pruebas se sacó la mínima en diez (100, 200, 400 y 1.500 libres, 100 y 200 braza, 100 y 200 mariposa y 200 y 400 estilos). Este dato lo he dado quinientas mil veces más que las que mi falsa modestia me permitía, pero como no es opinión sino información, pues oye, que se sepa.

Luego está el campeonato de España, que este año se celebra en Barcelona. Ahí es más caro ir. Las mínimas son mucho más exigentes. Y éstas están muy lejos. ¿Muy lejos? Sí, muy lejos.

Benidorm. Campeonato autonómico o cómo poner los pies en la tierra. Yo estoy muy orgulloso de mi hijo pero no para cegarme e ignorar que nunca será olímpico ni irá a un Mundial. Y allí lo empecé a corroborar. Cómo nadan. Tíos como armarios con catorce años. Aunque también pensé que éste era el primer año de alevín de mi hijo y será el año que viene su campeonato.

Pero también me fui a Benidorm con las mínimas para el campeonato de España en un papel. No se lo dije a mi hijo. Esto era cosa mía. Sabía que estaba poco menos que imposible, pero… ¿quién sabía?

Jornada matinal del sábado. Nadó primero el cien braza. Bien, mejorando su tiempo. Cerraron la sesión con el relevo del 4x100 libre. Mi hijo hizo la segunda posta y quedaron quintos. Lo hizo bien, mejorando. Pero en las dos pruebas habían quedado lejos de la mínima nacional. Y me sentí un tanto despagado. Y también me sentí un imbécil. Si seguía así me lo iba a perder, así que rompí las hojas con las mínimas y me concentré para la sesión de tarde, con un cien libre donde estuvo en su sitio y un mil quinientos formidable mejorando de lejos su marca y quedando segundo en su serie nadando por la calle ocho.

El domingo por la mañana se tiró tercero en el relevo de 4x200. Quedaron cuartos. Lejos del tercero, pero cuartos. Y para la tarde, y como fin de fiesta, el cuatrocientos estilos. Colosal. Fabuloso. Portentoso. Me emocioné y me emociono. Hijo mío, no harás mínimas nacionales, pero viendo cómo entrenas y, sobre todo, cómo compites, no puedo decir que esté orgulloso de ti. Lo que puedo decir es que te admiro. Lo mínimo que uno puede desearle a sus hijos es que sean mejores que uno mismo. Hijo mío, yo quiero ser como tú.

El lunes estaban todos concentrados en la piscina de cincuenta metros donde han hecho la preparación las últimas semanas. El entrenador los quiso convocar allí para comentar el fin de semana y como acto de despedida. Los que tienen mínimas seguirán entrenando allí hasta el campeonato nacional y, el resto, en la piscina del club hasta las vacaciones. Yendo para allá me llamó la presidenta. -¿Vas a venir? Pásate, que tenemos que comentar una cosa.

Por supuesto pensé si había hecho algo malo, pero no me acordaba. Entré. Saludé. Se acercó el entrenador. Me explicó que la mínima en los relevos para el campeonato de España se puede conseguir de dos maneras, bien en competición, bien por suma de tiempos individuales y, en el caso del 4x100 estilos, la tenían de esta segunda manera y habían decidido que mi hijo hiciese la posta de braza. Pero, claro, había que pagar licencia, desplazamiento y hotel y tenía que dar mi autorización.

¿Me estáis preguntando si tengo alguna objeción que pueda impedir que mi hijo nade en un campeonato de España? ¿Me estáis preguntando si tengo alguna objeción que pueda impedir que yo vea a mi hijo nadando en un campeonato de España?

Hija mía, yo te quiero mucho. No puedes ni imaginarte cuanto. Pero soy la madre de la Pantoja. Una vida abnegada y nunca reconocida, plena de ingratitud y de sinsabores y que requiere de responsabilidad y de ciertas obligaciones. Nos vamos a Barcelona.

1 comentario:

Slim dijo...

jajaja...a disfrutarlo! espero que nos cuentes el campeonato con el mismo humor y el mismo orgullo! que se te cae la baba!!