Mi favorito era el pegamento Imedio. ¿Porque era el que mejor pegaba? No. Estaba el Supergén, que nunca fallaba. Ningún cromo se despegaba con Supergén. Ni ninguna foto en los trabajos del cole. ¿Porque era el que mejor olía? Todos los pegamentos olían bien. No sé cómo no me hice adicto. Pero Imedio tenía algo que lo distinguía, una característica que hacía que lo tuviese en lo más alto del podio. Cuando te quedaban restos de pegamento Imedio sobre la piel, esos restos formaban una película sólida y arrancarse esa película era un placer de dioses, un placer incomparable. ¿Incomparable? Bueno…
Mi azarosa, desde la caída del mundo de la construcción y del acero, vida laboral me ha llevado ahora hasta el sector de la fibra de carbono. Todo es nuevo. Hasta el idioma (¿Cuál es la primera persona del singular del presente de indicativo del verbo highlightear? Yo highlighteo, evidentemente). El proceso de producción de las piezas de fibra de carbono es manual, con un moldeado y un curado en horno. Tras el curado, una vez hecho el desmolde y la retirada de piezas, un molde presenta el siguiente aspecto:
Es resina. No es pegamento Imedio. No está sobre mi piel. Pero sirve. Tengo resina en abundancia y todos los días. No hay vez que pase junto a los moldes antes de su limpieza que no ceda a la tentación de arrancar resina. El placer incomparable es comparable. Da igual estar en el primero o en el tercero de los cuatro días que son. Una vez más, el tiempo no cura nada.
lunes, 29 de mayo de 2017
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