domingo, 2 de abril de 2017

España, capital Estocolmo

Gunvald Larsson permanecía junto a la ventana observando a seis operarios en la calle, que a su vez observaban a un séptimo, apoyado en una pala.

-Esto me recuerda una historia-dijo. -Durante la mili, estábamos fondeados en Kalmar con un dragaminas. Yo estoy en la cabina de mando junto al segundo de a bordo, y el vigía viene y me dice -Mi teniente, hay un hombre muerto en el muelle. -Chorradas- dije. -No, mi teniente- insiste- en el muelle hay un muerto, de pie. -¡No hay muertos de pie en los muelles!- digo- ¡A ver si te espabilas un poco, Johansson! -Pero, mi teniente -repite- ¡tiene que estar muerto! Le he estado vigilando todo el tiempo y lleva horas sin moverse. Entonces el segundo de a bordo va, se levanta, se asoma por la portilla y dice -Bah, es sólo un operario municipal.

El obrero de la calle dejó caer la pala y se fue con los demás. Eran las cinco y seguía siendo viernes.

-¡Vaya organización!- dijo Gunvald Larsson. -Todo el tiempo parados, mirando.

-¿Y tú que haces?- pregunto Melander.

-Pues aquí parado, mirando. Y si el jefe local de policía tuviera su despacho en frente, sin duda se pondría delante de su ventana a mirarme a mí. Y si el jefe nacional de la policía estuviera aquí, en la planta de arriba, miraría al jefe local. Y si el ministro del Interior...

-Anda, calla y coge el teléfono- interrumpió Melander.

"El hombre del balcón". Maj Sjöwall y Per Wahlöö. 1967.

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