sábado, 15 de octubre de 2016

Vamos a ver

La relación proveedor cliente debiera ser de igual a igual pero no es así. Aquí el que tiene el poder siempre tiene en su mano el hacer uso de él. Durante la mayor parte de mi vida profesional estuve en el lado del proveedor y, bueno, sonrisas y buenas palabras. Ahora estoy en el lado del cliente. Y no me gusta abusar de la fuerza, pero ahora las normas las impongo yo. Y son mis normas. Además, ¿para qué he cumplido cincuenta años? ¿Para ser campechano, dinámico y de apariencia juvenil? Pues no. Ahora ya puedo quitarme la careta y mostrarme como lo que realmente soy: un viejo gruñón, intransigente y cascarrabias. Y así, vamos a ver si lo tenemos claro: a mí se me trata de usted. De usted. Soy una persona mayor. Si no, no hace falta que se esfuerce. Ese chaval que me tiende la mano muy sonriente en plan colega guiñándome un ojo. Vamos a ver, tío guiñitos. Si tiene usted un tic en el ojo, contrólelo. Si me está mandando un mensaje subliminal con aviesas intenciones, no preciso que me enseñe Cuenca. Si pretende ir de tío guay conmigo y piensa que así me voy a fijar en su catálogo, salga y vuelva a entrar. Inténtelo de nuevo. Pero la próxima será su última oportunidad. El que me mandó un presupuesto adjunto a un correo donde me explicaba los pasos a seguir en caso de haceptarlo. No sé si lo haceptaré. Aceptarlo desde luego que no. O aquel que se presentó mascando chicle (se han dado dos casos). Y no es que mascase chicle. Es que lo hacía con la boca abierta. Vamos a ver, ¿usted sabe por qué odio yo a Ferguson, a Irureta y a Joaquín Caparrós? Porque son tan cerdos como usted. ¿Qué le hace pensar que tengo gran interés en ver su campanilla? ¿Qué concepto tiene usted de mí para presentarse mascando chicle y, además, de esa manera? No hace falta que me entregue su oferta. No me interesa. O aquel que vino a entregar un presupuesto con pantalón corto blanco, camiseta de algodón ceñida blanca con cuello de pico y espardeñas blancas. Vamos a ver. ¿Estamos en Ibiza? ¿Pone ahí fuera en el rótulo de nuestra empresa after hours? Pues tiene tres opciones: o esperarse a que esto sea Ibiza, esperar a que cambiemos el rótulo o irse a casa a cambiarse y presentarse aquí vestido como Dios manda y no como un mamarracho. Lo dejo a su elección. O aquel representante que vino con una camisa de flores con sólo el último botón abrochado. Vamos a ver, señor Pectus Lupus. Podría pasar por alto el vergel que lleva en la camisa y su notable influencia en el efecto invernadero. Pero no puedo dejar de solidarizarme con sus ojales vacíos e infrautilizados. Tiene diez segundos para subsanar la injusticia.

Como he dicho no me gusta abusar de las posiciones ventajosas, y no sólo porque he estado muchos años en el otro lado y porque sé que todo puede cambiar en un momento y no conviene ir por ahí cerrándome puertas. Pero me encanta cuando me lo ponen a huevo.

2 comentarios:

Paco dijo...

¡Ostras! pues va a resultar que sí eres un viejo gruñón

El Impenitente dijo...

Poj claro.