domingo, 4 de septiembre de 2016

La aldea apagada, la luz encendida

Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y ¿quién te cuida?, dime; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas.

Gracias, Señor. La casa está encendida.

En la carretera que pasa junto a la aldea del Secarral, y justo enfrente de la misma, hay un bar. Dicho bar lleva abierto mucho tiempo, tanto como para ser parte de la vida (de la Vida) de la aldea. Durante muchos años el bar abrió temprano y cerró tarde. Un buen día decidieron reducir la jornada. No tenía sentido abrir a partir de cierta hora para sacar lo que sacaban por lo que, desde ese momento, a media tarde el bar cerraba la puerta. Y apagaba la luz. Y el tío Ino me contó que, hasta ese día, cuando llegabas tarde al pueblo, aunque no vieses a nadie, aunque pareciese que estaba desierto, el pueblo estaba vivo porque la luz del bar estaba encendida. –Tienen sus razones y hay que entenderlas, pero no saben lo que han hecho. Han apagado la luz. La aldea está cerrada. Apagada. La casa está apagada. Y ahora, ¿quién cuida de nosotros?

P.D. Mientras buscaba el verso de Luis Rosales que encabeza esta entrada me encontré con otro, también de Rosales, que.., bueno, lo pongo.

Porque todo es igual y tú lo sabes,
has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta
con ese mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año;
y después,
te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo, definitivamente solo
porque todo es igual y tú lo sabes.

2 comentarios:

Paco dijo...

Ese poema corta la respiración, te hace tragar saliva y volver a leerlo. ¡Tocado!

El Impenitente dijo...

Tal cual, Paco. Me alegro de haberlo compartido.