El año pasado pude vivir una cabalgata de Reyes dentro de los ropajes del rey Melchor. Cuando me salió la posibilidad no lo dudé: hay oportunidades que rara vez se tienen y vivencias que difícilmente se olvidan. Sólo me pesaba el pensar en mi hija. Ella no había entonces (ni ahora) entrado en esa fase (pasajera, por otra parte) de creer que los Reyes Magos son lo que no son. Y temía que me descubriera. Tenía varias respuestas para explicárselo, pero prefería no tener que dar explicaciones y que pudiera desilusionarse. La desilusión de un hijo. Ya tendrá tiempo para eso.
Pasó la cabalgata. Terminamos de dar los regalos. Evité que fuese Melchor quien le diese a mi hija el suyo. Vinieron los niños a hacerse fotos con los Reyes. Se fueron yendo. Tocaba marcharse. Busqué con la mirada a mi hija. Vi que me estaba mirando. Pero también vi que no estaba mirando a su padre sino al rey Melchor. Levanté la mano y me despedí de ella. Ella sonrió y agitó su mano despidiéndose de mí. Los Reyes Magos también se emocionan. Y lloran.
lunes, 4 de enero de 2016
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5 comentarios:
ESte año, por casualidad, los Reyes Magos se bajaron de su carroza justo delante de mis hijas para dirigirse a un escenario desde el que saludar. Al pasar junto a ellas, Gaspar les dio la mano. La cara que pusieron no hay manera de describirla. Yo también creo.
que bonicos son cuando se lo creen todo...
feliz año y feliz cumple y feliz todo!! un abrazo
Pues a mí Baltasar me ha dejado en casa de Kyezitri un libro de Emilio Gavilanes titulado "Historia secreta del mundo". A veces eligen caminos complicados, pero a la fuerza tengo que creer en ellos.
Y muchas gracias e igualmente, Slim.
Te estás acostumbrando mucho a eso de disfrazarte.
Reinona.
Tienes razón. Se me está yendo de los manos. Por eso he decidido que este carnaval realizaré el descomunal esfuerzo de no disfrazarme.
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