sábado, 20 de junio de 2015

Canciones que no quiero compartir con nadie

Bill “Bojangles” Robinson fue un bailarín y actor estadounidense que triunfó en la primera mitad del siglo veinte. Su especialidad era el claqué y se decía que era capaz de bailar durante una hora sin repetir nunca un paso y sin dejar jamás de sonreír. Él afirmaba que era sencillo, que sólo tenía que seguir la música. También triunfó en el cine (junto a Shirley Temple) y, dado que era negro, pues se pasó la vida enfrentándose a obstáculos raciales y consiguiendo mejoras para los suyos (para los amantes del atletismo decir que era íntimo amigo de Jesse Owens, llegando éste a regalarle a Robinson una de las medallas que ganó en los Juegos de Berlín). Fue el artista mejor pagado de su época y murió en 1949 olvidado y arruinado. Ed Sullivan se encargo de organizarle un gran funeral y se cuenta que asistieron al mismo en torno a treinta y dos mil personas. Arruinado, sí, pero no tan olvidado.

El cuatro de julio de mil novecientos sesenta y cinco el cantante de country Jerry Jeff Walker estaba en el calabozo en Nueva Orleans. Altercado público en plena cogorza. Aquel día se produjo un asesinato en la ciudad y la policía detuvo de manera preventiva a todos los que estaban cerca del lugar de los hechos. A varios de aquellos detenidos los metieron en la celda de Walker, entre ellos a un vejete borrachín (y blanco). Nadie en la cárcel da su verdadero nombre y aquel abuelo se presentó como el señor Bojangles. Y empezó a contar su historia. Contó que había sido bailarín de claqué, que actuando se había recorrido el sur de los Estados Unidos sin más compañía que un perro, perro que había muerto hacía más de veinte años y al que aún seguía llorando. Contó que malvivía bailando en tugurios sólo por la propina y algún trago. Alguien en la celda le dijo que dejase de contar historias tristes y que hiciese algo por animarlos. Y el señor Bojangles, blanco él, sí, pero sonriendo, empezó a bailar claqué para tratar de animar a todos aquellos hombres; empezó a bailar, tal vez sin repetir un solo paso, como si aquella y no otra fuera su misión en la vida.

Al salir de la cárcel Jerry Jeff Walker escribió una canción donde contó aquella historia a la que tituló “Mr. Bojangles”. La primera vez que la escuché fue en la versión de Neil Diamond y ya entonces sucumbí ante ella. Con el tiempo descubrí que la canción era un clásico (es conmovedor que se convierta en un personaje alguien de quien nadie sabe su nombre ni dónde está enterrado) y que la habían versionado, entre otros, Bob Dylan, Harry Nilsson o John Denver. Y también la gran Nina Simone, que, una vez más, convirtió en oro (en oro más puro en este caso) lo que tocó. Pero, por una vez, no es la de la Simone mi versión predilecta. Porque Sammy Davies Jr. no cantaba esta canción. No la interpretaba. Sammy la sentía, la vivía de tal manera que…bueno, que la quiero sólo para mí. No quiero compartirla con nadie.

5 comentarios:

SisterBoy dijo...

Pues lo vas a compartir quieras que no, esto va a mi facebook

Slim dijo...

Jajaja muy bueno sister

El Impenitente dijo...

Tendré que añadir excepto al final del título.

Altosybajos dijo...

Gracias por seguir ahí.
Cuantas horas he perdido sin correr cerca de ti y escuchar todas estas historias.
Habrá que recuperarlas.
Suerte.

El Impenitente dijo...

Recupera, recupera.