domingo, 30 de junio de 2013

He nacido para revolucionar el infierno

Elegí en la biblioteca municipal la estantería de la v. Vázquez Montalbán. Hace años, muchos, me leí “El pianista” y ni sí ni no sino todo lo contrario. Cogí “Los mares del sur”. Pepe Carvalho. Vamos a ver qué tal.

Ocho días después he de decir que no sólo me he leído “Los mares del sur” sino que volví a la v y me acabo de terminar “Tatuaje”, también con Pepe Carvalho como protagonista. ¿La razón? Varias.

Cuando terminas un libro y sientes cierta (o mucha) melancolía es que algo bueno ha pasado. No sé si es que los libros me han gustado mucho o es que tienen una carga emocional o un entusiasmo soterrado que, al menos a mí, me arrastran. ¿Carga emocional? ¿Entusiasmo soterrado? Pero, ¿Pepe Carvalho no es un detective? Sí, son novelas de detectives. Es novela negra. Y también las películas de John Ford son películas de vaqueros.

¿Te gusta Raymond Chandler? ¿Sientes fascinación por Philip Marlowe? Entonces Pepe Carvalho te tiene que gustar. En realidad es muy similar. Cambia el entorno. El mismo cinismo, el mismo dominio de la situación, la misma agilidad mental aunque, quizá, menos sentimental y no tan complaciente con su papel de perdedor. Al igual que siempre quise ser Philip Marlowe, no me importaría ser Pepe Carvalho. Es más, no paro de citarlo en cualquier situación. Carvalho también siempre sabe qué hacer. Carvalho, también, siempre tiene la respuesta.

Y los entusiasmos. Me gusta cómo está escrito el libro. Son una sucesión de escenas breves, todas relacionadas pero todas independientes. Son libros muy visuales, muy cinematográficos, donde el entorno siempre es fundamental. Si con Marlowe pagaría por callejear por un Los Ángeles en blanco y negro, con Carvalho la Barcelona de los setenta tiene un magnetismo irresistible. Y si Carvalho visita, como hace en “Tatuaje”, Amsterdam, La Haya y Rotterdam, lo mismo. Las ciudades son personajes de las novela, al mismo nivel que los protagonistas. Y personajes fascinantes.

Lo mismo que la comida. Pepe Carvalho nunca ha comido (ni bebido) cualquier cosa. Vázquez Montalbán se consideraba un gourmet y leyendo estos dos libros he pasado mucha hambre porque la cocina es tan importante como la acción y los personajes. Y en buena parte de las escenas se come y se bebe. Y se cocina. Y el lector percibe el olor de lo que se está guisando. Y, como he dicho, se despierta el apetito, un hambre que, leído lo leído, no puede ser saciada con cualquier cosa.

No todos sus entusiasmos son compartidos. Tiene Carvalho en su casa una biblioteca de unos tres mil volúmenes. También tiene una chimenea. Todos los días ha de encenderla, incluso en verano, puesto que le ayuda a pensar. Para encenderla quema siempre un libro. Llega a quemar el Quijote. Hay torturas menos dolorosas.

Y entre platos, ciudades y libros quemados también hay asesinatos, investigaciones, bajos fondos, confidentes, sicarios, crítica, clases altas, clases trabajadoras, resignación, idealismo, realidad, sinvergüenzas y pasiones. ¿Son buenos los libros de Pepe Carvalho? Pues, hombre...

2 comentarios:

SisterBoy dijo...

Intenté leer "La Rosa de Alejandría" pero el libro era muy incomodo, el que sí me leí fue "La soledad del manager", te la recomiendo, pura Transición.

De "Tatuaje" hay incluso una peli, la primera de Bigas Luna, no está nada mal.

El Impenitente dijo...

Pues tomo nota. De la película, menos (los libros y las películas, ya sabes) pero del libro sí.