viernes, 5 de julio de 2013

Las invasiones bárbaras

Pues mucho no debiera hablar puesto que en mi vida sólo pisé un gimnasio y fue porque tenía que cruzarlo para llegar a la piscina donde iba a nadar entonces. Siempre me llamó la atención que estuviese forrado de espejos y, al pasar, no podía dejar de mirar a todos aquellos tíos ultramusculados y politatuados con las cejas depiladas y con unos cortes y unos colores de pelo tan singulares y que, mirándose al espejo, levantaban pesas con enorme esfuerzo de acuerdo con los gestos que realizaban. Solía cruzar el gimnasio cantando aquello de Siniestro Total –esos hombres que tú admiras, que parecen visigodos. Mucho músculo, poco cerebro- pensado qué pasaría si quitasen los espejos, cuántos quedarían. Ya digo que no he vuelto a pisar un gimnasio y, tal vez, no debiera hablar, pero es que he observado ciertos comportamientos de los visigodos que me han chocado y a ellos me gustaría referirme.

El viejo cauce del Turia se ha convertido en la avenida más larga y más transitada de toda Valencia. Sin tráfico de coches, es enorme la cantidad de gente, turistas y autóctonos, que lo utiliza para pasear, correr, patinar, ir en bicicleta, sacar al perro, etc., además de los conciertos, competiciones y sesiones de cine que se organizan en él. La gente que va por el río, por tanto, es variopinta y viste de cualquier manera, con más o menos decoro. Pero todo el mundo suele ir vestido. ¿Todo el mundo? No, todo el mundo no. Nuestros amigos los visigodos, en cuanto brilla el más leve rayo de sol, ya van corriendo o andando sin camiseta. Como dudo mucho que este gesto venga provocado por su inexistente carácter exhibicionista, y como tampoco creo que estén pasando la menopausia (aunque, con todo lo que se meten, nunca se sabe), he llegado a la conclusión de que tanta sesión de musculación y tantos complementos vitamínicos son la causa de que hayan desarrollado una hipersensibilidad térmica tal que la ropa siempre les sobra. Y eso no debe de ser bueno.

Más cosas. ¿Ha visto alguien alguna vez a un visigodo en la playa o en la piscina sentado? No. Jamás. Siempre están en bañador y de pie. En la playa a veces pasean pero en la piscina ni eso. En la aldea del secarral tenemos a un espécimen de este tipo conocido, entre otros apodos, como “El hombre que nunca se sienta” y que ya forma parte del paisaje. De hecho, cuando no está nos sentimos huérfanos por lo que al aparecer respiramos tranquilos –míalo. Yastamos tos (algún día escribiré sobre el extraño efecto que tiene el secarral en el habla y que hace que, tal y como llevas quince segundos allí, no puedas dejar de utilizar palabras y expresiones como to, mu, na, pos, pa, ¿yabís venío? ¿Ya los vais? ¿Cacís? ¿Cabís comío? Etc.). Descartada una vez más la premisa del exhibicionismo he llegado a la conclusión de que los visigodos, sin duda debido a todas las horas pasadas en el gimnasio, tienen atrofiadas las articulaciones de las rodillas. No pueden sentarse porque no tienen rodillas, vamos. Su pierna es un fémur que llega hasta el tobillo. Y eso no debe de ser bueno.

Otra cosa que he observado en los visigodos es que, estando de pie como están siempre, las manos nunca atraviesan el nivel de su cadera. Su postura natural es estar con los brazos en jarras, postura que abandonan constantemente para levantar sus brazos en gestos inútiles y sin sentido pero que logran el efecto secundario e involuntario de marcar musculatura. Suerte tienen los visigodos de que ya no haya mili porque jamás podrían ponerse en posición de firmes. No pueden. Es imposible. Atentos en descanso. Firmes…ar. Y todos ellos en jarras. De la de arrestos que se han librado. Y estoy convencido de que todas las posturas y los gestos que realizan son obligados por la atrofia muscular que sufren puesto que lo del exhibicionismo ni se contempla. Y eso no debe de ser bueno.

Así, visto lo visto, pues la conclusión parece clara. Tal vez anhelar salir en “Jersey shore” o en “Gandía shore” justifique una existencia, pero me parece que todo lo que hacéis no debe de ser bueno. Y además, y por completar la estrofa, ¿para qué? Si luego lloráis. Como todos.

6 comentarios:

SisterBoy dijo...

Pues qué quieres que te diga, es más agotador ser uno de esos tíos que ser un doctor en ciencias exactas, que trabajo más duro madre mía.

El Impenitente dijo...

Hombre, lo de ser doctor en ciencias exactas tiene tela. Un profesor que tuve decía que los matemáticos, como se dedican a las abstracciones ajenos a la realidad, terminaban todos alcoholizados. Aunque, eso sí, toman menos el sol.

Paco dijo...

Ya lo advertían los Nikis en el 86: http://www.losnikis.com/marines.html#Salvaje pasión

No debe ser nada bueno.

El Impenitente dijo...

Los Nikis saben. Nunca me acuerdo de ellos. Gracias a tu comentario, y después de mucho tiempo, los he estado escuchando un rato. Y mañana seguiré. Gracias.

3'14 dijo...

Me he reído con tu versión del secarralés, por aquí también se habla.

Esto es la versión masculina del: rubia y buenorra, luego tonta, no?

Pues eso, en jarras, como los jarrones, que están para alegrar la vista.



El Impenitente dijo...

¿En Catalonia se habla el secarralés? La globalización es real.