miércoles, 15 de septiembre de 2010

Septiembre

Es inevitable que cada vez que llega septiembre se me haga un nudo en el estómago y me empiecen a doler los riñones. Da igual el tiempo que haya pasado. Septiembre es mes de exámenes (para los que éramos malos estudiantes) y mes de vendimia. En septiembre me examiné bastantes veces. En septiembre vendimié unos cuantos años.

Curioso es cómo ha cambiado todo. En el secarral no hace demasiado tiempo se paralizaban las clases para la vendimia. Muy pocos se escapaban. Todo el mundo, incluidos niños y jubilados, bien trabajando en sus propias viñas o en las de algún familiar, bien para ganarse un dinero, se pasaba el día agachado con su navaja o sus tijeras entre las cepas cortando uva. Ahora no. Ahora no se paran las clases y si pillan a un menor vendimiando a más de uno se le cae el pelo por explotación de menores y por falta de asistencia a clase. Y los jubilados todo el día en el bar, ya que no hay obras que ir a ver. Y todo el que vendimia por supuesto con contrato y dentro de la legalidad. Las cosas deben hacerse bien, desde luego, pero no deja de ser chocante cómo se demoniza lo que hasta hace cuatro días era normal.

Mi hermano y yo estuvimos seis o siete años yendo a vendimiar cerca de La Roda. Íbamos con el abuelo de mis primos. Algo nos pagaba pero, principalmente, lo hacíamos por ayudar. Por dinero habríamos sacado más en cualquier sitio. Nos pasábamos allí dos semanas junto al abuelo. Durante los fines de semana aparecían mis tíos, primos, padres y hermanas pero entre semana estábamos los tres. El abuelo tendría entonces sesenta y pico años y él sólo cogía casi tantos kilos como nosotros dos. Y no es que fuésemos racaneando. Él pegaba un golpe de navaja y caían diez kilos de uva. Nosotros pegábamos diez tijeretazos y caía un kilo de uva. Para todo hay que saber. Y valer.

No había frase más horrible que –venga chicos- que era lo que el abuelo nos decía por la mañana para despertarnos. Y no había frase más hermosa que –me parece que el día está echado- que era la que decía al terminar. Era duro. Estábamos de sol a sol en el campo. Cerrabas los ojos por la noche y sólo veías pámpanas. En todos los sueños aparecían las uvas y las cepas. En septiembre puede hacer mucho calor o mucho frío. Puede llover. Puede hacer viento. Hasta el almuerzo se llevaba bien. Después de comer ibas viendo el final y te animabas. Pero entre el almuerzo y la comida era insoportable. El dolor de piernas, de estar todo el día de pie, era crónico. Y el de riñones crónico y medio. Pero nosotros lo pasábamos muy bien. Nos peleábamos mucho, desde luego. Y cantábamos más. Y charlábamos. Y nos reíamos. Une mucho ir con alguien de espuerta. Y si ésta es tu hermano pues mejor si cabe.

También teníamos tiempo para filosofar. Yo siempre he tenido mentalidad de corredor y no me fijaba la jornada como un todo sino que la iba llenando de constantes metas parciales. A tal hora tenemos que haber llegado hasta tal hilera. Si íbamos con retraso no pasaba nada pues se rehacía el plan y vuelta a comenzar. Vamos bien. Vamos mal. Aprieta. Nos quedan tres. No bebemos agua hasta que lleguemos al remolque. Y mi hermano me miraba y con gesto resignado me decía –Car, detrás de una cepa siempre hay otra cepa. Siempre.

Hace ya años que detrás de una cepa ya no hay otra cepa. Supongo que, afortunadamente, ya no hace falta que vendimiemos. Y menos mal, que ya no vamos teniendo edad para algunas cosas. La vida sigue su curso y no se puede volver atrás, desde luego. Pero no creo que fuese una traición ni al tiempo ni a la vida el volver a compartir, aunque fuese por un día, habitación con mi hermano. Y escuchar al abuelo decir -venga chicos. Y que volviésemos a hacer espuerta. Por lo menos hasta que el día estuviese echado.

P.D. Dedicado a Juan.

14 comentarios:

Arual dijo...

Tú vendimiabas en septiembre, yo recogía almendras, tú tijera en mano, yo arrastrando la "borrasa" pesada donde caían los frutos y haciendo viajes al remolque, también acompañada del yayo y de la yaya, que llevaban las varas (no había máquinas aún haciendo este trabajo) mi hermana era más pequeña y casi nunca vino. Pero lo que cuentas me ha trasladado a aquellos ya lejanos días, duros días, pero entrañables sin duda. Mi abuelo era el mejor, fuerte y valiente hasta casi el día en que murió, mi héroe, y mira tal como te escribo se me escapa la lágrima...

Juan Rodríguez Millán dijo...

Para mí sólo los exámanes. Desventajas de no tener pueblo, que uno se pierde recuerdos de este tipo.

Anónimo dijo...

Yo todavía entro en pánico cuando llega Septiembre (a las remolonas nos pasaba eso, que nos quedaban unas cuantas y se cernía sobre mí la amenaza de volver a casa de mis padres)
De todas formas, no sólo lo de la vendimia ha cambiado; con el plan de Bolonia me parece a mí que Septiembre ha caído diez enteros en el ranking de meses jodidos.

Alex Maladroit dijo...

Aunque te resulte extraño, envidio el que hayas podido 'vendimiar', (Relaciona vendimiar con haber conocido a tu abuelo) debe estar bien, aunque sea un trabajo cansado, así se me quitaría el señoritismo de ciudad.

El Impenitente dijo...

No conocí a mis abuelos. Uno murió en 1950 y el otro en 1952. Y si eres mayor de edad puedes vendimiar sin problemas. Será por viñas.

También tengo recuerdos fabulosos de ir a recoger almendras, estos relacionados con mi infancia y adolescencia (bueno, la primera de mis adolescencias). Días muy entrañables, desde luego. Y ahora me entretengo con la aceituna. Parecerá que soy hombre de campo y no lo soy. Por eso disfruto tanto, porque siempre fue más devoción que obligación.

¿Que se han cargado los exámenes de septiembre? Pues sí que han cambiado las cosas, desde luego.

Álex dijo...

Recuerdo con gran alegría el día en que mi padre decidió que ya había cuidado de sus viñas bastante y, viendo que ni mi hermano ni yo íbamos a ocuparnos en condiciones de ellas se las cedió a unos sobrinos.

Menos alegre fue el día en que me enteré de que mi futuro suegro de enconces (y actual ahora) también tiene viñas. Pero claro, alguna ventaja tenía que tener trabajar todos los fines de semana de septiembre a junio. De momento, me he escaqueado cinco años seguidos del peor y más horrible de los trabajos del campo, pero este año vuelve a la carga.

GARRATY dijo...

Me he examinado tantas veces en septiembre que no creo que tenga autoridad moral para echarles nada en cara a mis hijas si alguna vez se ven en el trance. Se lo dejaré a mi mujer que era de las listas de la clase.

Por lo que me cuentan, con las viñas pasa como con las naranjas: dan tan poco que no sirven ni para cubrir gastos. Un vecino mio está esperando una subvención para arrancar las que tiene por el secarral (acotación: parece que todo el mundo, incluido yo, viene, va, es o conoce a alguien que es del secarral, parece Manhattan). Teniendo en cuenta su apresión a realizar cualquier tipo de esfuerzo físico no creo que las eche de menos.

PD: En Berlín nos vamos a mojar y vamos a pasar frio, que lo sepas.

Alex Maladroit dijo...

No se han cargado los exámenes de septiembre, que lo sé de buena tinta (y buenas horas estudiando en agosto).

3'14 dijo...

Para mí septiembre era el mes temido en el que regresaba al cole después de un largo y cálido verano en el que no había hecho absolutamente ni una ficha de las que me habían mandado de deberes. Sufría por las noches, tenía auténticas pesadillas.. Me maldecía por no haber tenido la voluntad de ir haciendo el trabajo poco a poco de forma gradual cada día... y ahora me veía sin tiempo factible para terminarlo todo a tiempo!! Odiaba los anuncios de la vuelta al cole del puto corte inglés porque me recordaban la proximidad de mi muerte (está claro que sentía verdaderamente que iba a morir cuando llegase a la clase y no tuviera nada que entregar al profesor, esperaba que la tierra se abriera en dos y me tragase, cosa que nunca pasaba..) y no aprendí, no.. sigo dejando las cosas para última hora, soy una perezosa compulsiva... Bueno, lo que a mí respecta, porque luego trato de inculcar a mi hijo todo lo contrario... A finales de junio le compré un cuaderno de verano y cada día, después de desayunar, nos sentábamos para hacer una ficha (calculé incluso las que necesitaba hacer para terminarlo al final de las vacaciones, y efectivamente, salía una ficha diaria...) Por lo menos, que para él no sea un esfuerzo hacer un trabajo poco a poco y a diario, que adquiera el hábito, y que su regreso a las aulas no sea tan traumático como lo era el mío.

SisterBoy dijo...

Yo sólo recuerdo ir a recoger piñas, mejor dicho a robarlas.

3'14 dijo...

vale... yo no quería decirlo..pero yo iba con mi madre y mis hermanos pasada la vendimia a rapiñar lo que pudiéramos... Y aquí corro un tupido velo...

El Impenitente dijo...

Álex, entre semana se puede vendimiar. No es pecado.

Todos los caminos conducen al secarral. Y nos llevaremos abrigo y chubasquero a Berlín.

No es rapiñar sino rebuscar que no deja de ser una bonita tradición no delictiva. Lo del hurto ya es otra cosa.

Y Pi, no hagas hoy lo que puedas hacer mañana pues igual te libras de hacerlo. Y para algo se inventó el último día.

Altosybajos dijo...

Todos somos unos urbanitas con un episodio en el campo recogiendo cualquier cosa menos margaritas.
¿Nos hacemos mayores?
¿Sois mayores?
Pero el que pueda que se atreva con vosotros a correr una maratón (recuerdo que son 42,195 km) en Berlín la semana próxima.
Animo, mucho ánimo.
Para mi septiembre siempre fue un mes estupendo pues ráramente suspendía. Así soy yo

El Impenitente dijo...

Pues tienes razón. Somos unos urbanitas que los dos días que pasamos en el campo nos da para escribir varios tomos. Suele ocurrir. El va a una ciudad por primera vez y pasa allí cuatro días podría escribir un libro sobre dicha ciudad. El que vive allí apenas podría llenar un folio.

Tal vez no seamos mayores sino más mayores. Uno por obligación ha de tener siempre la mejor edad.

Aprobabas todo en siempre y en tu clase había tías. Altos y Bajos, no sé qué decirte.

Y gracias.